El autoplacer —la masturbación en todas sus formas— se convierte para muchas personas en una herramienta clave para reconectar con un cuerpo que cambia y con un deseo que ya no responde a los mismos guiones que a los 20.
El cuerpo a partir de los 40: un mapa en transformación
A partir de la cuarta década, el cuerpo experimenta cambios hormonales, metabólicos y físicos que impactan la sexualidad, pero no siempre en sentido negativo.
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En las mujeres, la perimenopausia y la menopausia pueden traer alteraciones en los niveles de estrógenos y progesterona: sequedad vaginal, cambios en la lubricación, variaciones en la sensibilidad y, en algunos casos, disminución del deseo espontáneo.
En los hombres, la llamada andropausia o “hipogonadismo de inicio tardío” puede asociarse a una caída gradual de testosterona, cambios en la erección, más tiempo para excitarse y posibles dificultades para mantener la respuesta sexual como antes.
El envejecimiento también influye a nivel cardiovascular y muscular, lo que puede traducirse en más cansancio, distintas posturas más cómodas y un ritmo sexual menos impulsivo. Pero, como señalan los especialistas, estos cambios no implican el fin del placer, sino la necesidad de un ajuste de expectativas, tiempos y recursos.
“El cuerpo no deja de ser erógeno; cambia la forma en que responde”, suele resumirse desde la sexología clínica. Zonas que antes pasaban desapercibidas pueden ganar protagonismo, y la intensidad del orgasmo no es el único indicador de satisfacción.
Autoplacer como termómetro de salud sexual
La masturbación funciona a menudo como un barómetro íntimo: permite a cada persona comprobar cómo responde su cuerpo sin la presión de una pareja ni de un “rendimiento” esperado.
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Explorarse a solas puede ayudar a:
- Identificar cambios en la sensibilidad o en la lubricación.
- Reconocer qué tipo de estimulación resulta más placentera ahora.
- Ajustar expectativas sobre el tiempo necesario para excitarse o llegar al orgasmo.
En este sentido, muchos profesionales recomiendan el autoplacer como una forma de “actualizar el mapa corporal” a partir de los 40. Frente a la frustración de “ya no soy como antes”, el contexto íntimo y seguro de la masturbación permite experimentar sin juicio, adaptar ritmos y descubrir nuevas vías de placer.
Deseo menos urgente, pero más consciente
A los 40, 50 o 60, muchas personas reportan un deseo menos impulsivo y más contextual: influye el estrés laboral, la carga mental, la salud, las responsabilidades familiares y, en particular, la calidad del vínculo afectivo.
La cultura ha idealizado un deseo sexual permanente y homogéneo, pero la realidad es más matizada. Menos espontaneidad no significa ausencia de deseo, sino que este se vuelve más “reactivo”: necesita estímulos adecuados, tiempo, intimidad emocional o, simplemente, menos cansancio.
Aquí el autoplacer cumple otra función: ayuda a reconectar con el deseo propio, independiente de las demandas externas. Al dedicarse un tiempo a sí mismo, el adulto que se masturba no solo busca un orgasmo; también confirma que su deseo sigue vivo, que puede generarlo y cultivarlo.
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Masturbación, vergüenza y tabú en la madurez
Si bien la masturbación se habla cada vez más en el ámbito juvenil, el autoplacer en personas de mediana edad o mayores sigue rodeado de silencios. Muchos adultos crecieron con mensajes que ligaban la masturbación a culpa, pecado o “inmadurez”.
Esto tiene consecuencias concretas: hay quienes, tras un divorcio, viudez, cambios corporales o baja de frecuencia sexual en pareja, se quedan sin modelo de referencia para su propia sexualidad. “Ya no tengo edad para esto” es una frase que aún aparece en consulta.
Sin embargo, desde la sexología se insiste en que el autoplacer en la adultez es una expresión sexual madura, saludable y acorde al derecho de cada persona a disfrutar de su cuerpo durante toda la vida. Normalizarlo implica también cuestionar la idea de que el deseo pertenece solo a los cuerpos jóvenes.
Cómo cambia el placer: ajustes prácticos
Más allá de los marcos teóricos, hay aspectos concretos que suelen cambiar a partir de los 40 y que influyen en el autoplacer:
Tiempo y respuesta sexual: la excitación puede tardar más en llegar, y el orgasmo puede requerir más estimulación. Esto no es necesariamente un problema, pero sí un cambio de ritmo. Explorar sin prisas, variar la intensidad y alternar pausas y estímulos puede hacer la experiencia más rica.
Lubricación y confort: en las mujeres, la sequedad vaginal se vuelve más frecuente con los años. El uso de lubricantes (a base de agua o silicona, según preferencias y recomendaciones médicas) deja de ser un “recurso de emergencia” para convertirse en un aliado estable del autoplacer. Lejos de ser un signo de “falta de excitación”, el lubricante se integra como parte de un cuidado del cuerpo.
Erección y vulnerabilidad: en los hombres, la dificultad para mantener una erección firme y sostenida puede generar ansiedad y vergüenza, incluso en la masturbación. Sin embargo, cuando la presión por “cumplir” disminuye, muchos descubren que el placer no depende exclusivamente de la rigidez peneana ni del coito, sino de la totalidad de la experiencia sensorial: caricias, fantasías, juguetes eróticos, masajes.
Nuevas zonas y juguetes: a partir de los 40, la exploración puede ampliarse a regiones antes poco atendidas: cuello, espalda, pezones, perineo, zona anal, entre otras. El mercado de juguetes eróticos para adultos mayores también ha crecido, con dispositivos pensados para quienes tienen menor fuerza en manos, artritis o movilidad limitada, o para quienes buscan estimular zonas específicas con mayor precisión.
Impacto emocional: del rendimiento al bienestar
Un cambio significativo en la sexualidad madura es el desplazamiento del foco: del rendimiento al bienestar. Menos énfasis en cuántos orgasmos se tienen, cuántas veces por semana o cuán “potente” es la respuesta física, y más atención a cómo se siente la persona con su cuerpo y su deseo.
El autoplacer puede tener efectos positivos sobre:
- Autoestima corporal, al mantener una relación activa y de cuidado con el propio cuerpo.
- Gestión del estrés, facilitando la relajación y el sueño en muchos casos.
- Conexión emocional consigo mismo, ayudando a identificar necesidades y límites.
Particularmente en quienes atraviesan separaciones, duelos o cambios de rol (como el “nido vacío” cuando los hijos se van de casa), la masturbación se convierte en un espacio íntimo de reconquista de sí mismos.
Una sexualidad que no “vence” con la edad
A los 40, 50 o 60, el cuerpo y el deseo ya no son los mismos que a los 20, pero eso no equivale a un deterioro lineal ni a la renuncia al placer. Más bien, se trata de una reconfiguración: la sexualidad se desacopla del modelo juvenil centrado en la rapidez, la penetración y el rendimiento, para abrir paso a una vivencia más integral, donde la intimidad con uno mismo juega un papel central.
El autoplacer, lejos de ser un residuo adolescente, aparece como una práctica adulta que permite conocer, cuidar y disfrutar un cuerpo cambiante. En un contexto cultural que aún insiste en invisibilizar la sexualidad de las personas mayores, reivindicar ese derecho al goce —también en soledad— es, además, un acto de autonomía.