Recibir de regalo de Navidad un gadget tecnológico es genial. Todo funciona, todo es cómodo… y casi todo arranca con la seguridad y la privacidad en el mínimo posible.
Pero la diferencia entre estrenar un gadget y estrenarlo bien está en lo que hacés en esos primeros 30 minutos desde que rompés el plástico de seguridad. Un rato que puede ahorrarte dolores de cabeza, robos de cuentas y filtración de datos personales.
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Seguridad primero: los ajustes que casi nadie mira
El regalo puede ser nuevo, pero los atacantes no se toman vacaciones. Lo primero que recomiendan los especialistas en ciberseguridad es cambiar todo lo que venga “de fábrica”.
En los routers, cámaras de seguridad, enchufes inteligentes y hasta en algunos parlantes con Wi-Fi, el usuario y la contraseña por defecto suelen ser algo tan simple como “admin/admin” o “1234”. Si dejás eso así, cualquiera que se conecte a tu red —o incluso desde afuera, si el dispositivo está mal configurado— puede tomar el control.
En teléfonos, tablets y relojes inteligentes, el paso uno es configurar un buen método de bloqueo: PIN largo, patrón difícil o, mejor todavía, huella o reconocimiento facial sumado a un PIN robusto.
No es solo para que no te “espíen” en casa: perder un celular desbloqueado sigue siendo la puerta de entrada más fácil a tus cuentas de correo, banco, redes sociales y apps de trabajo.
El segundo nivel es activar siempre que se pueda la autenticación en dos pasos (2FA): un código que llega por SMS, una app de autenticación o una llave física. Esto ya no es una recomendación para “paranoicos”: muchas cuentas robadas en redes sociales o servicios de mensajería se podrían haber evitado con este paso adicional.
También es clave revisar los permisos de las aplicaciones. Muchos gadgets te sugieren desde el inicio instalar apps “compañeras” en el celular. Antes de apretar “Aceptar todo”, vale la pena mirar qué están pidiendo: acceso permanente a la ubicación, al micrófono, a la cámara, a tus contactos.
Preguntate si realmente necesitan todo eso para funcionar. Si tenés dudas, negá el permiso: siempre podés otorgarlo más tarde.
Donde esté disponible, activá el cifrado del dispositivo o del almacenamiento. En muchos celulares nuevos viene encendido por defecto, pero en algunos relojes, discos externos o notebooks hay que habilitarlo manualmente. Si te roban el aparato, el cifrado hace que los datos sean muy difíciles de recuperar sin la clave.
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Y pensá desde el arranque en las copias de seguridad. No esperes a que el dispositivo falle o se pierda. Activar backups automáticos en la nube o en un disco externo es una de las mejores defensas contra el ransomware, los robos y los accidentes.
Actualizá antes de usar: la tentación de empezar a jugar
Encender, saltear todo y empezar a usar es un reflejo casi infantil. Pero el paso más importante después de prender un dispositivo nuevo es dejarlo actualizarse.
Celulares, relojes, smart TV, routers, auriculares con Wi-Fi y equipos de domótica llegan a tu casa con la versión de sistema y firmware que tenían cuando salieron de fábrica. Eso puede haber sido meses atrás.
En el medio, los fabricantes corrigieron vulnerabilidades, errores de batería e incluso fallas que permiten tomar control total del equipo a distancia.
Es común escuchar: “lo actualizo después, ahora quiero usarlo”. El problema es que, mientras tanto, el gadget suele conectarse a tu red doméstica, a tus cuentas y a tus datos con agujeros de seguridad conocidos y documentados.
Lo más sano es este orden: encender, conectarse al Wi-Fi, buscar actualizaciones de sistema y firmware, instalarlas todas y recién después empezar a personalizar.
En algunos casos, como en routers o cámaras, conviene incluso hacer primero la actualización y recién luego cambiar la contraseña y ajustar la configuración, porque ciertos parches borran los ajustes previos.
Puede ser un rato de espera incómodo frente a la pantalla, pero es la diferencia entre estrenar algo realmente nuevo y estrenar algo viejo con forma de nuevo.
¿Qué datos empieza a recolectar tu gadget cuando lo prendés?
Cada dispositivo “inteligente” es, en esencia, un recolector de datos. Apenas lo encendés y lo conectás, empieza a generar información sobre vos, tu casa y tus hábitos.
Un celular sabe quién sos, dónde estás, con quién hablás, qué comprás, qué buscás y a qué hora te dormís. Un reloj mide tu pulso, tus pasos, tu sueño. Una smart TV registra qué ves, cuándo y cuánto tiempo permanecés en cada plataforma.
Una bocina con asistente de voz escucha el entorno, detecta comandos y guarda registros de lo que decís. Las luces y enchufes inteligentes permiten inferir a qué hora estás en casa y cuándo salís.
Todo eso se gestiona a través de acuerdos de uso que casi nadie lee y paneles de privacidad escondidos entre varios menús. Sin entrar en tecnicismos, hay tres decisiones básicas que conviene tomar al principio:
Primero, revisar qué datos se envían a la nube y qué se puede dejar solo en el dispositivo. Muchos sistemas ofrecen la opción de no guardar el historial de voz, de limitar el tiempo de retención de datos o de desactivar ciertas funciones “para mejorar el servicio”.
Segundo, decidir si vas a compartir datos de ubicación de forma permanente. Para muchas apps tiene sentido permitir acceso “solo al usar la aplicación”, en lugar de dejarla rastrear dónde estás las 24 horas.
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Tercero, apagar lo que no usás. Si no te interesa el asistente de voz en la tele o en un parlante, podés desactivar el micrófono. Si el reloj no necesita GPS para tus rutinas, desactivarlo reduce la recolección de datos y mejora la batería.
Batería, cargadores y calor: errores típicos del estreno
Más allá de la seguridad digital, los primeros días también son clave para la vida útil física del gadget.
Aunque el mito de “cargar 12 horas antes de usar” ya está superado, sí conviene respetar algunas reglas básicas con las baterías de litio: evitar que se descarguen siempre hasta 0% y no dejarlas al 100% enchufadas durante días.
Lo ideal es moverse, en lo posible, entre el 20% y el 80% de carga. No es dramático salirse de ese rango, pero hacerlo de forma habitual prolonga la vida útil.
Otro error frecuente es usar cualquier cargador viejo que haya en casa. Si bien muchos dispositivos son compatibles con estándares comunes, los cargadores no certificados o de muy baja calidad pueden dañar la batería o, en el peor de los casos, generar sobrecalentamiento y riesgo de incendio.
Siempre es más seguro usar el cargador original o uno de buena marca, que respete las especificaciones del fabricante.
Además, recordá que el calor es enemigo de la electrónica. Estrenamos celulares y tablets en verano, apoyados al sol, dentro del auto o arriba de almohadas mientras se cargan. Todos esos escenarios elevan la temperatura más de lo recomendable.
Muchos dispositivos modernos cortan o limitan la carga si se calientan demasiado, pero es preferible evitarlos: no tapar los equipos mientras se cargan, no dejarlos en el tablero del auto al sol y no usarlos para tareas pesadas cuando están muy calientes.
Una pequeña rutina para que el regalo dure
Estrenar tecnología no tiene por qué ser un curso acelerado de ciberseguridad, pero una breve rutina inicial marca la diferencia: actualizar antes de usar, cambiar contraseñas por defecto, activar bloqueo y doble factor, revisar permisos y privacidad, encender el cifrado y configurar copias de seguridad.
Son minutos que suelen parecer innecesarios cuando todo funciona bien, pero se vuelven impagables el día que algo falla, una cuenta es robada o un dispositivo se pierde.