Las nuevas restricciones son una cortina de humo

Las nuevas restricciones a la circulación nocturna son solo un intento de la administración de Mario Abdo Benítez de desviar la atención y tratar de disimular su notoria incapacidad. Culpar a la gente que sale de noche de las cifras récord de contagios y fallecimientos por covid es un despropósito que no resiste el menor análisis. El principal responsable de la actual situación es el propio Gobierno, que, pese a haber contado con todos los recursos y el tiempo necesarios para enfrentar la pandemia, no logra siquiera mantener un sistema de testeos que permita identificar mejor y más oportunamente a los enfermos y portadores, mientras que, entrando al quinto mes del 2021, Paraguay sigue siendo el país que menos ha vacunado en toda Sudamérica después de Venezuela. No pueden entenderse las restricciones nocturnas, pues el virus no toma en cuenta la hora para propagarse, no distingue si es de día o de noche o si es feriado o día hábil. Además, las mayores aglomeraciones se producen de día.

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Las nuevas restricciones a la circulación nocturna son solo un intento de la administración de Mario Abdo Benítez de desviar la atención y tratar de disimular su notoria incapacidad. Culpar a la gente que sale de noche de las cifras récord de contagios y fallecimientos por covid es un despropósito que no resiste el menor análisis. El principal responsable de la actual situación es el propio Gobierno, que, pese a haber contado con todos los recursos y el tiempo necesarios para enfrentar la pandemia, no logra siquiera mantener un sistema de testeos que permita identificar mejor y más oportunamente a los enfermos y portadores, mientras que, entrando al quinto mes del 2021, Paraguay sigue siendo el país que menos ha vacunado en toda Sudamérica después de Venezuela.

Los testeos masivos y la vacunación son los dos factores identificados por la comunidad científica internacional como más importantes para detener la transmisión del virus, y en ambos el Gobierno de Marito ha fracasado estrepitosamente hasta el momento. Las cuarentenas pueden ser efectivas, pero solamente si son totales y con pocas excepciones, algo que podría ser factible en países ricos y formales con amplios esquemas contributivos de seguridad social y seguros de desempleo, o en totalitarismos represivos como China Continental, pero no en Paraguay, donde dos tercios de la mano de obra urbana se emplea en el sector informal y donde la mitad de la población económicamente activa obtiene sus ingresos de manera independiente, lo que significa que vive al día y, si no trabaja, no come.

Fue posible al principio por corto plazo, cuando, mediante una medida excepcional sin precedentes, se le otorgó al Gobierno un cheque de 1.600 millones de dólares (que terminó siendo de más de 2.000 millones) para paliar el impacto de un aislamiento extremo, el cual tenía por objeto “aplanar la curva” y dar tiempo de preparar el sistema sanitario para cuando llegaran las oleadas de contagios y casos graves, que ya entonces se sabían inevitables. Hoy el sistema sanitario sigue casi tan precario como siempre y el Estado paraguayo, con desbordado déficit fiscal y alto endeudamiento, ya no tiene margen para auxiliar extensivamente a las personas que se queden sin sustento. En estas condiciones, tratar de imponer una cuarentena total solo podría derivar en un estallido social.

Y como las autoridades responsables no han sido capaces de hacer la parte que les corresponde, la alternativa a la que permanentemente recurren es la de decretar más restricciones parciales y horarias, que no tienen ninguna lógica ni efectividad, como queda suficientemente probado por el hecho de que, después de más de 400 días de cuarentena ininterrumpida, con periódicos regresos a fases estrictas, el covid no solo no se ha detenido, sino que se ha disparado. Antes del que empezó a regir este martes, la última vez que se aplicó un supuesto endurecimiento de la cuarentena fue en la reciente Semana Santa, y el propio director de Vigilancia de la Salud, Dr. Guillermo Sequera, reconoció que no tuvo los efectos esperados. Es que es necio pensar que haciendo siempre lo mismo se obtendrán resultados diferentes.

El motivo es tan sencillo como categórico: el virus no toma en cuenta la hora para propagarse, no distingue si es de día o de noche o si es feriado o día hábil. Tan absurdo es el razonamiento de estas medidas que resulta que se libera de día y se restringe de noche, cuando obviamente las mayores aglomeraciones, y por ende los mayores potenciales focos de contagio, son en horario diurno, por la gente que va a trabajar, que aborda el transporte público, que realiza trámites, que tiene que apurarse para hacer sus compras, porque después de cierta hora ya queda prohibido.

Muchísimo más preocupante que cuántas personas se puedan juntar a comer a la noche es, por ejemplo, el colapso del sistema público de testeos, un factor de gran importancia para identificar y aislar a los contagiados en etapas tempranas de la infección. Con mejor detección se pueden iniciar tratamientos más oportunos para evitar que la enfermedad se agrave y, al mismo tiempo, impedir que portadores del virus se conviertan en vectores móviles de transmisión, lo cual sería mucho más conducente y útil que pretender prohibir que personas sanas circulen a la hora que les dé la gana y realicen la actividad lícita que se les antoje, en pleno ejercicio de sus legítimas libertades.

En cuanto a la vacunación, se acerca el invierno y la campaña prácticamente no ha comenzado. Con lo que arribó el último fin de semana se completan unas 400.000 dosis, mayormente donaciones, menos de un décimo de las 5 millones que se necesitan para cumplir el mínimo de la meta de vacunar a entre el 30 y el 50 por ciento de la población este año. Para mayor incertidumbre, en contra de lo que había asegurado el canciller Euclides Acevedo, quien dio por concretada la adquisición de 2 millones de dosis (y dijo que podrían ser 4 millones) de Covaxin al laboratorio indio Bharat Biotech, el embajador concurrente de la India en Paraguay, Dinesh Bhatia, dejó claro que la exportación no está autorizada y que solo se liberará cuando mejore la situación sanitaria en el gigante asiático.

De acuerdo con el portal “Our World in Data” de la Universidad de Oxford, sitio de referencia a nivel mundial en la materia, al 22 de abril apenas el 1,38% de la población paraguaya había recibido al menos una dosis (generalmente se requieren dos por persona), penúltimo en Sudamérica detrás, en este orden, de Chile, Uruguay, Brasil, Argentina, Guyana, Colombia, Bolivia, Perú y Ecuador, y apenas por encima de Venezuela.

Todos tenemos que cuidarnos y cuidar a los demás con lavados frecuentes de manos, uso de tapabocas, mantenimiento de cierta distancia, aislamiento en caso de síntomas, sospechas o contactos, cada cual debe hacer su parte. Pero Mario Abdo Benítez y su Gobierno deben hacer la suya, mejorar el sistema de detección, abastecer a los hospitales y traer vacunas de una vez por todas, en vez de seguir escondiéndose detrás de cortinas de humo.

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