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Tal como lo habíamos vaticinado, todo indica que Brasil cederá un poco y aceptará algún punto intermedio en la tarifa de Itaipú. El Gobierno dio a entender que ello será anunciado el 26 de abril, día en que recordaremos el 51 aniversario de la firma del Tratado y, por el tono triunfalista, se percibe que logrará obtener unos dólares de más para generar una diferencia en forma de “gastos sociales”. Eso es bueno para el oficialismo y para los que se beneficiarán con la repartija, pero para el país es casi irrelevante desde el punto de vista financiero y malo desde el punto de vista estratégico. En cambio, para Brasil es excelente, porque le permite transigir en algo secundario para mantener lo principal, que es seguir apropiándose de la energía paraguaya a precio vil.
De acuerdo con el Tratado, la tarifa de Itaipú, que es lo que pagan tanto Brasil como Paraguay por contratación de potencia y retiro de energía de la central, tiene que ser exactamente equivalente al costo de producción, porque Itaipú es una entidad sin fines de lucro y solamente les tiene que cobrar a sus dos dueños lo estrictamente necesario para su operación, su administración, su mantenimiento, el pago de sus deudas y las previsiones de depreciación. Como la deuda quedó cancelada en agosto de 2023, ese costo bajó dramáticamente y, en consecuencia, también debe hacerlo la tarifa.
Sin embargo, el Gobierno paraguayo le propuso al Brasil mantenerla por encima de los 22 dólares el kilovatio mes y dividirse en partes iguales la diferencia en forma de gastos sociales. El monto dependerá de cuál será la tarifa que se termine acordando, pero en cualquier caso será insignificante para Brasil, aunque considerable para Paraguay. Se alega que el vecino país contrata más del 70% de la potencia, por lo que ese sobrecosto recaerá más sobre Brasil que sobre Paraguay.
Brasil, por su parte, se sostuvo en la postura de respetar el Tratado. Unilateralmente comenzó a pagar 16,71 dólares el KW-mes y hay sectores que presionan para pagar incluso menos. Se generaron varios presuntos impasses, hubo fuertes declaraciones de algunos altos funcionarios y políticos brasileños y hasta se hizo trascender que el presidente Lula estaba personalmente molesto con la situación y con el Paraguay, algo fingido casi con toda seguridad.
El 26 de abril se conocerá cuál será finalmente el número acordado, pero, independientemente de ello, el haber puesto tanto énfasis en la cuestión de la tarifa deja al Paraguay en una posición de gran desventaja. Brasil hará una pequeña concesión en este punto, que para sus intereses es prácticamente intrascendente, quedará ante la opinión pública paraguaya, y sobre todo brasileña, como el socio magnánimo que hace un renunciamiento en favor del hermano pobre, y en contrapartida se asegurará de que ya nada más se toque en Itaipú por los próximos años, especialmente lo concerniente a la cesión de 20 millones de megavatios hora anuales de excedentes paraguayos, un volumen cercano a todo el consumo nacional, a cambio de una ínfima “compensación”.
Exactamente lo mismo ocurrió en 2009 con el acuerdo Lugo-Lula. Fernando Lugo llegó al poder con seis reivindicaciones en Itaipú: 1) precio justo, 2) libre disponibilidad de la parte paraguaya, 3) cogestión binacional plena, 4) concreción de las obras inconclusas, 5) saneamiento de la deuda y 6) control y transparencia, con auditorías de las respectivas contralorías. No consiguió ninguna. Lo único que otorgó Brasil fue un aumento en la compensación, que pasó de 3 a 10 dólares el MWh aproximadamente, ni cerca de un precio justo de mercado, que se tomó como la gran cosa, tanto en Brasil como en Paraguay. El resultado fue que en quince años todo continuó exactamente igual, no se avanzó ni un centímetro en ninguna de las reivindicaciones mencionadas, y ni siquiera se volvió a revisar el factor de ajuste, congelado desde entonces, para por lo menos adecuarlo a la depreciación del dólar, tal como lo demostró la Dra. Gladys Benegas, exdirectora financiera de la entidad, en un artículo en nuestro Suplemento Económico.
El objetivo estratégico de Brasil es mantener todo el tiempo posible el statu quo, que le es sumamente favorable en detrimento del Paraguay, idealmente al menos por otra década, que es el lapso estimado que va a tardar nuestro país, en el mejor de los casos, para utilizar toda su energía en su mercado doméstico. Es exactamente eso lo que volvió a conseguir y no le fue difícil. Le bastó una vez más con utilizar la codicia y la pequeñez de nuestra clase política, que babea con los altos salarios y un poco de plata dulce para repartir y repartirse, y no le importan los grandes intereses nacionales.