Los contrabandistas se mofan del Gobierno

En un solo punto de la frontera, concretamente Ciudad del Este, una investigación de este diario pone ante los ojos de la ciudadanía el ya archiconocido modus operandi de los traficantes de mercaderías de contrabando que diariamente pasan por el Puente de la Amistad, que con la complicidad de los vistas de aduanas, militares y policías, se transbordan a vehículos de pasajeros o de carga, para luego continuar su itinerario hacia los puestos de comercialización, a lo largo y ancho del país, transitando por las rutas VII y II, pasando los puestos de control del Ministerio de Hacienda sin ser molestados por ningún inspector. Hasta aquí, completamente nada nuevo, por lo que surge evidente que continúa rigiendo el mejor salvoconducto para el transporte de las mercaderías: la coima, que luego llega en maletines a los padrinos políticos en Asunción. Las aduanas están podridas de arriba abajo, hecho más que evidente como para que su actual presidente, Nelson Valiente, tenga el descaro de afirmar que lo desconoce. El hecho de que continúe en su cargo es señal de que el contrabando no representa un asunto preocupante para el presidente Horacio Cartes ni para el ministro de Hacienda, Santiago Peña.

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En un solo punto de la frontera, concretamente Ciudad del Este, por enésima vez una investigación llevada a cabo por periodistas de este diario pone ante los ojos de la ciudadanía el ya archiconocido modus operandi de los traficantes de mercaderías de contrabando que diariamente pasan por el Puente de la Amistad, que con la complicidad de los vistas de aduanas, militares y policías, se transbordan a vehículos de pasajeros o de carga, para luego continuar su itinerario hacia los puestos finales de comercialización, a lo largo y ancho del país, transitando por las rutas VII y II, pasando tranquilamente los puestos de control del Ministerio de Hacienda sin ser molestados por ningún inspector. Hasta aquí, completamente nada nuevo, de modo que no se puede afirmar que los contrabandistas maquinaron novedosos y sofisticados métodos para engañar a las autoridades, sino que surge evidente que continúa rigiendo el mejor salvoconducto para el transporte de las mercaderías: la coima, que luego llega en maletines a los padrinos políticos en Asunción.

Estas operaciones se realizan todos los días del año, desde hace décadas. Es la rutina diaria del contrabando, antigua plaga que se posesionó de nuestro país, que no lo mata pero que lo deja en estado de raquitismo económico permanente.

Contra el contrabando protestan los productores, protestan los importadores y los comerciantes formales, protestan algunos altos funcionarios administrativos de los gobiernos que se suceden cada cinco años, eternamente quejosos de que las recaudaciones fiscales “no les alcanzan” para ejecutar sus patrióticos proyectos y programas de política económica y social. Pero estas expresiones, aun las que son sinceras y no mero discurso hipócrita, no detienen ni demoran una sola rueda del pernicioso engranaje.

En otras palabras, en la guerra contra el tráfico ilícito de mercaderías la ley no logró ganar hasta ahora una sola batalla; apenas, de vez en vez, una escaramuza de poca monta, que la promocionan publicitariamente como una victoria grandiosa, mientras, en verdad, ocurre lo contrario, porque, de hecho, los contrabandistas todavía no les dieron a los “luchadores” gubernamentales ni siquiera la ocasión de asomar la cabeza afuera de sus trincheras, ya no se diga dejarse atacar.

Las modalidades de las violaciones a las leyes tributarias que rigen la importación comercial fronteriza están documentadas en miles de fotografías y filmaciones periodísticas. Como tales modalidades son siempre iguales, resulta fácil registrar escenas como esas en las que se ven las manos extendidas de los funcionarios de Aduanas y los militares de guardia recibiendo la coima por su complicidad con los choferes y el personal que transportan la mercadería en infracción.

Por lo demás, para la prensa, denunciar hechos de contrabando, incluyendo fotografías y otras evidencias, se convirtió en una práctica tediosa, no solamente por causa de la cansina repetición y el “plagueo” a los que hay que recurrir todo el tiempo, sino, y sobre todo, por la indignación que causa la habitualmente nula reacción de las autoridades.

En el actual putrefacto ambiente que reina en los puestos fronterizos, cabe preguntarse, por ejemplo, ¿qué sienten los jefes de la Armada nacional al ver a sus marinos y oficiales con uniforme recibiendo coimas en las fronteras, convertidos así en vulgares y sucios delincuentes de poca monta? ¿No sienten acaso que su otrora gloriosa institución está siendo enlodada y desacreditada de forma escandalosa? Porque a la gente, al hablar de contrabando, se le suele escuchar pronunciar sentencias generalizadoras, como que “los marinos son los más corruptos”. La exasperación que provocan hechos como esos no discrimina entre jefes, oficiales y tropa; el pésimo calificativo mancha a todos juntos, incluyendo al arma, su uniforme, sus insignias y su reputación.

¿Y el director general de Aduanas, Nelson Valiente? La única reacción, la ÚNICA respuesta para la que parece tener coraje de ofrecer ante las denuncias, es trasladar a funcionarios. Sacan a un jefe y su personal y ponen a otros, proveniente de algún puesto aduanero diferente; pero este nuevo grupo, que llega con todos sus vicios, demora pocas horas en negociar un nuevo trato con los traficantes, y todo continúa igual, hasta el próximo escándalo, en que ocurre un nuevo “traslado”.

La ambición de riqueza cuantiosa, rápida y fácil sin tener que rendirle cuentas a nadie es la que convirtió en “hermanos del alma” a aduaneros y políticos bandidos, a lo largo del tiempo. Esos funcionarios son los chicos mimados de estos políticos corruptos, porque ambos llegan a sus cargos sin otra visión que la de superar para siempre el temor a tener que trabajar para vivir cuando llegue el triste momento de que haya que soltar la mamadera que su partido les concedió por tiempo limitado.

Hay más actores que incluir en esta farsa. Como los puestos de aduanas se convirtieron en la gallina de los huevos de oro, es completamente lógico que los sindicalistas del ente se atribuyan también el “derecho” a tener asientos reservados en ese gallinero. Su alarma se dispara cuando el Gobierno decide designar a un jefe ajeno a la rosca institucional. Entonces los caciques reclaman que sea nombrada una persona “de la casa”, que es como decir, “de la mafia” que maneja la institución aduanera.

Las aduanas están podridas de arriba abajo; y no de ahora sino de hace mucho tiempo atrás, hecho más que evidente y probado como para que su actual presidente, Nelson Valiente, tenga el descaro de afirmar que lo desconoce. Incluso debe saber muchísimo más que todos, dada su posición respecto al problema. El hecho de que continúe firme en su cargo es, asimismo, señal de que el contrabando no representa un asunto preocupante para el presidente Horacio Cartes ni para su ministro de Hacienda, Santiago Peña, este último sin carácter ni coraje para nada fuera de clamar que la recaudación “no le alcanza”. La verdad es que los aduaneros y los contrabandistas se mofan del Presidente, del ministro de Hacienda y de sus inspectores.

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