“Amarga caña dulce”

ABC Color va camino a cumplir 50 años. Ha registrado algunos de los momentos de singular importancia de la vida nacional e internacional. Hechos y personas han desfilado con desigual suerte. Algunos pronto pasaron al olvido; otros perviven en la memoria. De los muchos acontecimientos rescato hoy –vendrán otros– la serie de notas iniciada el 24 de febrero de 1971 con el título de “Amarga caña dulce”. Fue acerca de los problemas padecidos por los cañeros del Guairá en manos de los ingenios azucareros.

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En su libro “Periodismo de Investigación en el Paraguay”, el periodista Nelson Zapata escribe que dicha serie “es considerada como el primer trabajo de Periodismo de Investigación que apareció en nuestro país, aunque otros teóricos sostienen que las denuncias realizadas por Rafael Barret (1876-1910) sobre la explotación de los mensús y el modo de vida en los yerbales ya pueden considerarse como precursoras del Periodismo de Denuncia y del Periodismo de Investigación en el Paraguay”.

En entrevista realizada por Zapata, el periodista Ramón Casco Carreras expresó: “La serie revelaba que, a escasos 200 kilómetros de Asunción, en pleno siglo XX, además de la feroz dictadura, subsistía una suerte de régimen feudal, en el que el cañero era sometido a un verdadero régimen de vasallaje por el propietario del ingenio azucarero. No pretendo decir que nuestros compatriotas se anticiparon a Berstein y a Woodward (los periodistas que destaparon el caso Watergate), pero sí estoy convencido de que, en el peor de los casos, se merecen el título de precursores del Periodismo de Investigación del Paraguay”.

De acuerdo con el periodista e historiador Luis Verón –cuya opinión está incluida en el libro de Zapata– “tal fue el impacto de la publicación que las autoridades se vieron forzadas a intervenir en la zona y fueron eliminadas, por ejemplo, las famosas ‘zonas de influencia’, que le impedían a los cañeros vender su producción a otros ingenios; también se eliminó la Comisión Mixta, que fijaba el precio de la caña de azúcar. (El precio se establecía por decreto del Poder Ejecutivo).

El proyecto del decreto se redactaba en el despacho del ministro de Industria y Comercio, cuyo titular era el Dr. Delfín Ugarte Centurión. Uno de los directivos de la Comisión Mixta me había confesado que los ingenios tuvieron que pagar veinte millones de guaraníes (una elevada suma entonces) por el decreto de la suba del precio al consumidor. ‘Lo que nos indignó –me dijo el citado directivo– fue que el ministro se puso a contar el dinero delante de nosotros’”.

La “zona de influencia” se refería a los cañaverales ubicados dentro de 20 kilómetros a la redonda de cada ingenio. Los propietarios no podían vender su producto a nadie que estuviera más allá del límite fijado por decreto. Con esta medida, las fábricas se aseguraban la materia prima. Lo más común era que se procesara mucho menos de la producción, lo que significaba que los cañeros se quedaban con el resto.

Tenían muchas otras formas de robar a los productores. Por ejemplo, permitían que en cada carreta se transportaran solo 1000 kilos. Si tenían 1.200 o 1.300, la diferencia quedaba gratis a la fábrica. Con esta salvajada –le llamaban multa– cientos de miles de kilos quedaban a favor de los ingenios al final de cada zafra.

La otra consecuencia de la serie, favorable a los cañeros, fue el fortalecimiento de la entidad que los nucleaba. “Sus dirigentes –recuerda Zapata en su libro– se trasladaban hasta Asunción para reunirse con los periodistas en la redacción de ABC Color, por el estado de terror que imponían ‘los patrones’ en las zonas cañeras. Con las publicaciones se dieron cuenta de que había sido tenían derechos”.

En su citado libro, Zapata reproduce la primera nota de la serie “Amarga caña dulce”, con el título de “El silencio de los cañeros”, del que copio el siguiente párrafo:

“Del primer contacto con los cañeros de Carovení surgió el cuadro con el que –con asombrosa exactitud– habríamos de encontrarnos en casi todas las otras zonas cañeras. El mismo drama es representado por cada uno de los agricultores: el miedo, la pobreza, la enfermedad, la incertidumbre en la venta de su producto, el endeudamiento a cuenta de la próxima cosecha, el debilitamiento de su fortaleza moral ante algunas proposiciones. Y todo tiene una causa: el deseo de obtener el cupo para vender su caña dulce. Este cupo es la obsesión de los cañeros puesto que de su obtención depende su existencia. El sistema de distribución de cupos, y todas sus aberraciones morales y económicas, también merece una nota aparte en la que brindaremos detalles sobre este aspecto vergonzoso para los ingenios y humillantes para la dignidad del hombre”.

Finalmente ¿Cuánto ha mejorado la situación de los cañeros desde la primera nota de “Amarga caña dulce?”.

alcibiades@abc.com.py

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