Defender el ambiente ¿es un delito?

Días pasados, nos enteramos de que el ambientalista Rubén Figueredo, director de la Fundación “Itá Enramada”, fue condenado a 2 años de cárcel, por juntar pilas y supuestamente contaminar el ambiente. ¡Qué extraño!, precisamente lo que siempre hizo, durante estos 20 años el señor Figueredo es defender el ambiente y todo lo que tenga que ver con el agua, el aire, el suelo, los árboles y otros recursos naturales.

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En estos años, el conocido ambientalista dedicó su tiempo a la educación y la salud del medio ambiente, participando de charlas, seminarios, debates y otros encuentros, para alumnos de escuelas, colegios y universidades. Hablaba con todo el mundo sobre la importancia de recoger las pilas, pues constituyen elementos tóxicos que envenenan el suelo, el agua y los alimentos. Firmaba convenios con cooperativas para que en estos sitios las personas lleven las pilas y estas puedan ser destinadas a un lugar final donde no contaminen el ambiente. El juez lo sentenció por hallar un contenedor lleno de pilas en su vereda. En todo caso, tendrían que condenar a la Municipalidad que no pasó a retirar las pilas.

Quienes conocemos muy bien al ambientalista, sabemos de su enorme trabajo en defensa de la naturaleza. Su interés por mantener limpia el agua que bebemos; de no talar los árboles; de no fumigar con venenos las verduras y hortalizas y no consumir alimentos contaminados. Siempre hablaba con pasión de la basura tecnológica, de la presencia de metales pesados en los alimentos, de cómo cuidarnos del dengue atrapando los mosquitos en redes que él mismo se encargaba de diseñar. Se preocupaba por los cambios climáticos, anunciando que tormentas, sequías, inundaciones, huracanes y otros desastres naturales se avecinaban por transgredir las leyes de la naturaleza.

Lo hemos escuchado tantas veces, por los medios de comunicación, y siempre sus pronósticos apocalípticos se cumplieron al pie de la letra. Rubén Figueredo, con su tarea educativa, empezó a molestar a los poderosos, a los criminales que echan los árboles, a los industriales que contaminan los arroyos, ríos y lagos. A los que envenenan el suelo, matando a los seres vivientes; las plantas, los animales y en consecuencia, al ser humano. Cometió el delito de ser una buena persona, un ciudadano íntegro, preocupado y ocupado de la salud, la educación de todos y todas, y de mirar hacia el futuro, viendo lo que se aproximaba. Cometió el delito de querer una atmósfera más limpia y respirable. Como hombre sabio, humilde y solidario, trató desesperadamente de abrirnos los ojos y ser conscientes del planeta que estamos habitando y de cómo nos vamos muriendo de a poco, por enfermedades causadas por la contaminación.

Nos damos cuenta perfectamente de la injusticia cometida en su contra. Pero sabemos que una medida como esta no amilanará su fortaleza moral. Vivimos en el país del revés, donde unos cuantos corruptos, que tienen el poder, se creen dueños de todo, incluso de nuestra vida y de nuestra salud. No se dan cuenta de que cuando lo hayan envenenado todo, y ya no haya nada que comer, no podrán llevar sus billetes a la boca.

No podemos permanecer callados ante este abuso, este atropello. Tenemos que exigir justicia, porque tenemos el derecho de vivir en un ambiente más saludable y lo que le hacen a Rubén Figueredo es algo que nos hacen a todos los que amamos la naturaleza.

blila.gayoso@hotmail.com

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