Una vida con el arpa

Como otros músicos, dejó su tierra hace mucho, en busca de un futuro haciendo lo que le gusta. Ernesto Franco deleitó ya a miles con delicados acordes desde el arpa, y hoy, de visita por su país, anhela ya el descanso en los verdes campos de su niñez.

Una vida con el arpa
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Nacido en 1949, en Itacurubí, en el pueblo de San José de los Arroyos, ya se empapó desde pequeño con todo tipo de melodías que su padre hacía sonar. Gumersindo Franco era arpista profesional y transmitió el gusto por la música a su pequeño hijo Ernesto desde el comienzo. Con apenas 6 años tomaba el arpa de su padre a escondidas, mientras este iba a la chacra a carpir. Cuenta que a su madre mucha gracia no le hacía que aprendiese la profesión de músico, pues en aquella época no estaba muy bien visto el oficio y se relacionaba frecuentemente con volverse un borracho, comenta entre risas. “Pero el arpa era mi vocación”, replica.

Un primo suyo también ejecutaba el arpa y fue este quien le enseñó todos los días por lo menos unos minutos al salir de la escuela, siempre en secreto. A los 12 años pudo ir a Asunción y comenzó a trabajar con el solo objeto de, algún día, comprarse un arpa. A los 13, su hermano mayor, conmovido con los deseos de Ernesto de adquirir tal instrumento, se lo regaló. Su evolución fue tan rápida que a los 14 ya estaba grabando material musical con diferentes grupos y unos pocos años después inclusive era solicitado por bandas muy conocidas de la época, como Los rutilantes guaraníes, relata. También formó una agrupación con su hermano, llamada Los triunfadores - Dúo: Ocampos-Vera, cuando contaba con 19 años. “En el 71 representamos al Paraguay en un festival en Buenos Aires, en el Luna Park, y nos llevamos el primer puesto”, memora.

En la noche asuncena

Ernesto Franco también trabajó como solista en sitios emblemáticos de la época, como El Jardín de la Cerveza, El Hermitage, La carreta o El bosque. En los ochenta formó parte de un cuarteto, Los embajadores de Paraguay, y en medio de aquello se le presentó la oportunidad de ir a Nueva York. Muy pronto comenzó a cantar en diferentes cadenas hoteleras de primer nivel y decidió quedarse en Santa Bárbara, luego San Francisco, Las Vegas y otras ciudades más. Había pensado ir solo por tres semanas, pero se quedó y ya lleva 35 años en Estados Unidos.

Hace un tiempo vive en Palm Springs y comenta que el tipo de música que toca depende mucho de la clientela, pero infaliblemente hay espacio para la música paraguaya; la guarania gusta mucho afuera y está presente en su repertorio. También lo contratan mariachis y siempre siente que el arpa resalta. El músico relata que por lo general hay pocos arpistas, por lo que ejecutar este instrumento está muy valorado y permite conseguir trabajo.

Se casó con una mexicana y tiene dos hijos, uno de 28 y otra de 25. Ahora anhela volver a su natal San José de los Arroyos –dice–, pues siente que su misión está cumplida y con creces.

alba.acosta@abc.com.py

Fotos: ABC Color/Fernando Altamirano

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