La canasta mecánica

SIEMPRE HAY ESTRELLAS – Llegó Diciembre y nos encuentra dependientes del mundo celular. Nada que ver con la biología. Se trata del reino virtual que absorbe nuestras horas conectadas a las redes sociales. Tal vez por eso hemos dejado de mirar al cielo.

La canasta mecánica
La canasta mecánicaArchivo, ABC Color

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Nos estamos perdiendo las alineaciones de Los planetas y la ubicación del centro de la constelación de Orión con sus tres estrellas: Alnitak, Alnilam y Mintaka. Dejamos de disfrutar del rostro mutable de la Luna, del movimiento periódico del Sol.

La recepcionista de la oftalmóloga me recibe con una mirada perdida. Ella pide mis datos en forma mecánica, mientras sigue enfrascada en la pantalla de su computadora, como si estuviera hipnotizada por algo o alguien más interesante que yo que estoy allí en cuerpo, ojos y alma.

La atención de las personas está capturada en otra parte. Casi todo sucede como si el mundo de nuestras relaciones fuera indiferente y ajeno al Universo. Como si el límite superior de la atmósfera fuese también una inconsciente e insalvable frontera cultural

Nuestro actual modo de percibir el tiempo prescinde del cielo y de las sombras. El brillo de las estrellas fue desplazado por las luces artificiales y esas gigantescas pantallas de la publicidad callejera.

Si para nuestros antepasados de la prehistoria observar el cielo y rezar eran una sola cosa, ahora, la nueva religión de consumo hace que, para nosotros, hacer cola y comprar en el Black Friday, tengan la misma importancia que el ritual de caminar hasta Caacupé para rendirle homenaje a la virgencita serrana.

El afuera es lluvioso tormentoso, lleno de raudales, inestable e inseguro, tanto, que para muchos, un recurso de protección esquizoide podría ser no leer los diarios, no enterarse de las noticias, no mirar televisión, no caminar por las calles, no ir al supermercado y tampoco a la peluquería , no visitar a los vecinos y menos a los parientes. A todo eso podemos sumarle una pizca de manía persecutoria. No mucha, porque aquí no te persiguen en serio, aunque sí lo suficiente como para creer que la culpa de todo la tienen exclusivamente los demás, y que somos pobres y desamparadas víctimas inocente en un mundo cruel y ajeno, en medio de la proliferación de foquitos, el atascamiento del tránsito, las despedidas de fin de año, las farras y los atracones.

Otra opción para un Diciembre saludable podría ser desconectarnos de los aparatos celulares, enfocar la comunicación real con las personas que nos rodean y hacer el pesebre. Levantar la mirada hacia el cielo y abordar en silencio el infinito. Permitir que el cosmos se nos manifieste en toda su inmensidad y recuperar aquel vínculo que existe entre nosotros y las hermanas de la estrella de Belén. Porque, por encima de las urgencias, por encima de las comilonas, por encima de las compras obligadas, por encima del dinero que no alcanza, por encima de las peleas y los enojos, por encima de la locura consumista…siempre hay estrellas, hay estrellas, hay estrellas.

carlafabri@abc.com.py

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