El Chango Spasiuk muestra su alma

Uno no puede ver el alma pero puede sentirla. Uno puede conectar con el espíritu de ese otro. Eso es lo que sucede cuando el compositor y acordeonista argentino Chango Spasiuk presenta su arte pero también cuando habla. El artista habló en exclusiva para ABC Revista sobre su nuevo disco “Eiké!”, sus anhelos de un mundo más consciente y de una humanidad más tolerante.

El Chango Spasiuk conversó en exclusiva con ABC Revista.
El Chango Spasiuk conversó en exclusiva con ABC Revista.gentileza 13-12-2023

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Entre mates, flores y música comenzó su vida artística allá en su Apóstoles, Misiones natal. Allí entendió que el arte era lo que movilizaba todo su mundo y consciente o inconscientemente, descubrió que quería compartirlo con la gente, con el mundo.

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Este año no solo lanzó el álbum “Eiké! – Entrar en el alma” sino que pudo seguir esa corazonada de compartir más allá de cualquier frontera física, geográfica. Supo escribir en música ese deseo enorme de dar la mano al otro. Así nació un disco donde colabora con artistas de diferentes puntos como Gustavo Santaolalla, Jaques Morelenbaum, Erik Trufazz, Per Einar Watle, Sergio Tarnoski, Marcelo Dellamea, Carlos Núñez, Boubacar Cissokho, Steinar Raknes, Gonzalo Arévalo, Majid Bekkas y nuestro compatriota, el arpista Sixto Corbalán.

“Al final uno es de donde viene y en la expansión no hay que tener miedo. La esencia no se pierde nunca, no es tan fácil dejar de ser lo que se es y borrar todo eso que está cristalizado en uno, en el lugar donde nació. El centro de gravedad al cual uno pertenece siempre está ahí”.

Eso dijo en una nutritiva conversación, aprovechando el pasado mes de octubre su participación en la decimosexta edición del Festival Mundial del Arpa en el Paraguay. Una fresca y lluviosa mañana, el artista mostró sus credenciales desde la honestidad y el amor, afirmando su cariño por nuestro país y su eterna pasión por hacer lo que hace, siempre con el deseo de compartir.

-¿Estar en Paraguay es como estar en tu casa?

-La verdad que sí, Misiones es tan parecido al Paraguay en el clima y todo. Me gusta mucho. Pero no sé por qué no vengo tan seguido. Debería esforzarme para que no pase tanto tiempo para venir aquí.

-La última vez fue cuando viniste a grabar los programas de Canal Encuentro, en 2009.

-Sí, sí. Mucho, mucho tiempo. Es increíble, pero me pasa un poco con Montevideo o Porto Alegre. Son ciudades que están a una hora y media de Buenos Aires, donde vivo, y hay veces que toco de manera más fluida en Francia, por ejemplo. Digo que es rara esa desconexión que hay, como que culturalmente estamos muy conectados, porque somos hermanos y tenemos tantas cosas en común, sin embargo, no hay una circulación tan fluida. Debería haber algo constante y que sea como lo más normal del mundo. Deberíamos estar tocando, circulando, interactuando, como esto que hago ahora con Sixto por ejemplo.

-Llama la atención que vas más a Europa que acá con la cercanía geográfica.

-Y tiene que ver que hay más lugares diversos y con programaciones de música diversa, acá no es tanto. Me llamó mucho la atención que hoy estaba tomando un café en el desayuno y me crucé con alguien que vino de Senegal a tocar la kora, un arpa muy rústica que se toca en África y que tiene una construcción diferente. De hecho en mi disco nuevo Boubacar Cissokho toca la kora, y yo lo conozco pero no de verlo en festivales, sino de ver el instrumento en los espacios donde giro por Europa. Me pareció muy acertado que pueda venir un intérprete con ese tipo de arpa al festival y que el público paraguayo escuche no solo el arpa que conoce sino otro tipo de cosas.

-Eso es lo rico del Festival Mundial del Arpa en Paraguay, nos acerca a todas estas expresiones.

-Por eso es interesante que exista.

-Además esta fue la edición número 16, sabiendo lo difícil que es sostener algo así aquí.

-Eso me parece la incondicionalidad de la gente que trabaja creando las redes y los lazos. Que eso por lo general no se visualiza tanto. Hay gente que pone mucho en tratar de que estos espacios no desaparezcan y más en esta época del mundo en donde pareciera que se lleva puesto todo y entonces la palabra resistencia, que tiene tantas lecturas a veces, como diciendo: hay espacios que realmente hay que cuidar, que tienen su valor, que el país se construye en esos espacios. A veces hay una lectura de que un país se construye en el campo, en la industria, y no, el país se construye también en los teatros, con los artistas, porque esas expresiones se nutren de la historia que nos atraviesa a todos. Es un espejo que tiene tanto valor como los otros, en donde mirarnos y reflexionar, por lo menos así pienso yo. Pensar que son espacios de entretenimiento es un pensamiento muy básico. Entretenimiento es Disney. Un festival de arpa es otra cosa.

-Claro, genera una consciencia.

-Yo creo que sí. Es un lugar en el cual nos miramos para reflexionar en voz alta.

-Y eso de mirarse me hace pensar en tu último álbum, donde compartís con personas de todo el mundo. Por más que a veces pensamos que somos tan diferentes, al final estamos unidos, en este caso bajo una misma búsqueda.

-El arte, creo que nos da la oportunidad de encontrar puntos de contacto entre cosas que parecieran que no la tienen. Entonces hay ahí como una enseñanza, de que el otro no está tan lejos de mí, en el otro hay algo que yo puedo aprender y enseñar, es cuestión de estirar mi mano. Bueno, yo he estirado mi mano encontrado otra mano que también estaba estirándose para encontrarse con la mía, entonces es un bello ejercicio que uno tiene que nutrir, es un hábito que yo cultivo hace mucho tiempo y este disco es un fruto de ese hábito. “Hielo azul, tierra roja” (2019) que he hecho con músicos noruegos es una muestra de ello. Un vikingo tocando chamamé o componiendo.

Entonces es cuestión de esforzarte por ver al otro, no solo como alguien que no conozco sino hay alguien a quien puedo enseñar algo y puede enseñarme a mí. Eso es lo que se ve en el nuevo disco. He aprendido y enseñado y, a su vez, he conectado cosas que pareciera que no tienen conexión. Es un ejercicio que quiero seguir haciendo. No tiene nada que ver ni con lo comercial ni con lo mediático ni con la expansión, porque no es mi rubro. Es simplemente encontrarte con personas con las cuales sincronizas sobre una mirada de las cosas, del mundo. Dentro de las posibilidades y herramientas que uno tiene lo lleva adelante. Es muy lindo escuchar el chamamé con un laúd o con una kora o que esté Sixto Corbalán, con quien veníamos hablando de desarrollar este proyecto.

Le comenté de esto y todo lo que me enviaba grabado, como los otros artistas, era superador a lo que yo imaginaba. Así se terminó haciendo. Luego Sixto me visitó en Argentina dos veces para actuar y ahora yo tuve el regalo de visitarlos, eso es algo que quiero dentro de nuestras posibilidades, que no se corte, más allá de que después cada uno desarrolla sus trabajos. También es un disparador de ideas ver tantas formas de tocar el arpa, tantos estilos por decirlo, me dispara ideas.

-Pero para eso no hay que estar cerrados. Tenés que venir con la mente abierta y con la humildad de saber entender eso.

-Si estás cerrado estás en el horno. Entras en un círculo repetitivo y mecánico. Es salir de ese lugar de confort, de creer que solamente las cosas son de una manera. Es también aprender a respetar de que hay otras formas de belleza, hay otras formas de desarrollar estéticas, hay otro tipo de construcciones estéticas, y que todas son legítimas. Uno hace la de uno pero hay otras y de eso se trata, o si no sin diversidad todo sería tan aburrido, no habría ninguna gracia.

-Parte de ese aprendizaje con este disco, según leí en otra entrevista, aprendiste a grabarte.

-Sí porque yo no vengo de la generación de grabarnos en nuestras casas, ahora los jóvenes y la gente del pop, de este tiempo, para ellos es lo más normal del mundo el manejo de una computadora, los softwares, y yo vengo de la generación que para nosotros grabar un disco era entrar al estudio. Si ven el programa “Encuentro en el Estudio” con el Portugués Da Silva, yo en ese estudio he grabado un montón. Para mí grabar un disco es eso, o era. Trabajabas semanas y así hice “Pynandi” o “Tarefero de mis pagos”. Pero en pandemia y el encierro, con todo ese contexto global y personal, en realidad yo quería juntar elementos técnicos para transmitir mejor desde mi casa. Cuando fui juntando cosas dije “yo con esto no voy a hacer más streaming, con esto me voy a poner a grabar un disco”, entonces mi ingeniero me instaló un programa, me dijo “se graba así”, me dirigía por videollamada. De hecho la canción más “Eiké!” es en la que toco el piano. Yo no soy pianista pero compongo en el piano, e iba a ser un disco solitario, me iba a poner a improvisar, a leer poesía, pero después escribí a una persona y después a diez más.

-Y todas esas personas formaron parte de tu mundo.

-Eso entendí gracias a Alejandra Peña Gill, quien me hizo un hermoso desarrollo etimológico de la palabra “pynandí”. Cuando terminé de hacer el disco la llamo y le cuento, le digo que de alguna manera estaba invitando a estos artistas a entrar a mi casa de alguna manera en este proceso creativo. Ella me dijo: tu palabra es “eiké”. Me hizo el desarrollo del concepto, porque no solamente estaba invitando a entrar a la casa como espacio físico sino a mi propio corazón. Eso me dijo. Estoy muy agradecido que ella siempre encuentra una palabra para mí y la llena de imágenes y significados, porque hablar de música es muy difícil, porque la música es una experiencia, cuando nosotros queremos hablar de eso simplemente estamos en la superficie de eso, porque la experiencia no se puede explicar con lenguaje conceptual. Por eso el director argentino Barenboim dice: lo único objetivo que podemos decir de la música es que es viento sonoro. Por eso uno se rodea de la poesía o de la metáfora o de una palabra como “eiké” o “pynandí”, que tienen como tantas lecturas.

-Además el guaraní es muy poético.

-Por eso la llamo a ella y le pido una palabra que no se pueda traducir a otro idioma también. Porque me gusta eso cuando hay una cierta circulación global de los proyectos. En ese sentido Alejandra ha sido muy generosa conmigo.

El encierro físico y la desconexión

-¿Qué crees que nos dejó esta experiencia del encierro físico en ese entonces?

-Lo más triste de todo es que en algún momento tuvimos la fantasía de que iba a cambiar la sociedad. No ha sido tan fuerte evidentemente la prueba porque… hablo en términos generales pero también individuales, pero volvimos a algo bastante parecido con como era antes. Habrán cambiado oficios, cosas que se pueden hacer de manera remota, pero para mí eso no es una gran cambio, pero en términos de convivencia colectiva hubiese sido más lindo que pudiésemos instalar otras cosas. En ese sentido esa prueba y todo lo que pasó, que ha sido tan fuerte, no nos sacudió lo suficiente. Hablo en términos de respeto, de la manera en que nos decimos las cosas, porque para estar en desacuerdo con algunas cosas no hace falta tanta violencia, simplemente es plantear con argumentos miradas diferentes, pero en ese sentido no supimos aprovechar esa tremenda prueba y tremenda crisis.

-Valores que deberían estar siempre como la tolerancia, empatía, mucho se habló de eso.

-Pero ahora volvimos a una cierta mecanicidad y cierto grado de intolerancia y violencia. Pero bueno, hay que seguir, eso no significa que uno no se esfuerce personal e individualmente en la parte que le toca a uno, porque no es cuestión esperar que las cosas cambien alrededor de nosotros. Como dicen los sabios: ¿usted quiere que cambie el mundo? Cambie usted.

-Claro, de forma colectiva también que son los movimientos sociales. Acá estamos atravesando una situación muy complicada.

-Pero hay que protestar, hay que defender las cosas. Yo creo que hay un gran nivel de irresponsabilidad. A ver, cómo decirlo… yo no soy un intelectual, ni filósofo, ni escritor, pero sin embargo lo que veo en los medios y la tele me parece una falta de respeto, es demasiado básico, quiero un poco más, quiero que me respeten un poco más, que me interpelen con mejores argumentos, siento que algunas cosas deberían ser tajantes. Una cosa es la libertad de expresión y otra es permitir que se sigan diciendo cosas como se dicen, como por ejemplo Paraguay ha sufrido mucho la dictadura, perder la memoria de lo que ha sucedido, de la gente que ha desaparecido, de todo ese horror que sucedió en la sociedad es como… ahora descaradamente en la Argentina tenés que escuchar discursos negacionistas.

Además la irresponsabilidad de los medios, de los periodistas que deberían ser absolutamente tajantes, porque no es un relato, no hay un relato, no hay manera de construir un futuro sin saber por qué nos pasa lo que nos está pasando, hay que reverlas y ponerlas en su lugar. No se puede simplemente mirar para adelante, es una cosa demasiado básica e infantil, por eso pido: un poquito más quiero. Entonces tener que escuchar lo que se escucha nos desgana, pero uno no tiene que correrse de esto, de pedir un poco más de eficiencia, respeto, pero es una construcción colectiva, no es quedarme pasivamente.

Por eso la gente joven, la que gana en las calles, que dice lo que quiere y lo que no quiere, me parece que es necesario y es el tiempo que nos toca vivir por alguna razón. Más allá de nuestras contradicciones, y hablo sin conocer mucho sutilezas del Paraguay, hablo como región, yo soy un enamorado de este lugar del mundo y no lo cambiaría por nada porque hay gente maravillosa, una espontaneidad, resiliencia, esta capacidad de vivir un día a la vez y ver cómo seguir. No hay que perder la mirada de agradecer.

-También ser conscientes que quizás tenemos más privilegios que otros.

-También en pandemia fue como ah, querías respirar y no podías, yo respiro ahora, veo estos árboles, llueve, siento el aire fresco que entra en mis pulmones, ¿qué mas quiero? ¿Qué milagro está esperando la gente? O sea, estar vivo es un milagro, tener la capacidad de hablar, sentir, pensar, aprender, enseñar, caminar, volver a arrancar. Como dicen algunos sabios, no te alcanzarían los pelos de la piel para agradecer la cantidad de regalos que uno recibe pero no los ve, entonces es un punto de partida bello con el cual arrancar el día. No es un optimismo como de quien no quiere mirar la realidad, pero yo ahora tengo todo esto y en vez de vomitar veneno y queja mecánica, lo primero que expreso es mi agradecimiento por estar como estoy, sano, tocando, estoy vivo que no es poco. Porque cuando no tenés todo eso, todo lo demás de lo cual te quejabas no tiene fuerza. Parece como new age pero no es eso. A veces uno pierde la perspectiva de los regalos que tiene.

-Para finalizar, pienso en el álbum y todo lo que trajo, trae y va a seguir trayendo ¿Ha cambiado su proceso del disfrute, comparando a sus inicios, se transforma?

-Lo que cambia con el tiempo es que uno aprende más el oficio, tenés más herramientas de gestión, de cómo conectar para acercarte a los objetivos que te planteas, que no siempre llegas, pero uno sigue. Como decía Galeano, ¿para qué sirve el horizonte? Para caminar, para estar en movimiento. Lo que uno aprende es eso, pero en cuanto a tocar no se modificó nada, es exactamente igual que cuando era niño, solo que antes sucedía y no reflexionaba sobre ello, ahora sí, y digo cómo me gusta esto, qué bien se siente. Esa celebración, esa alegría es la que te sostiene en el camino, como tocar y vibrar con la música no se modificó para nada. Tengo 55 años y hará más de 40 que toco el acordeón. Siempre que me siento a tocar sucede lo mismo, me gusta tocar el acordeón, pero lo que sí se modificó es la gestión, la visión estética, uno tiene un punto de vista y a partir de eso uno se pone un nivel al que quiere acercarse, de sonido, del tratamiento, del ensamble, de las combinaciones, y dentro de las herramientas que tenés llevas eso adelante. Pero la alegría y el gusto, el deseo tampoco cambia. El deseo de caminar y compartir con el otro, si no sería imposible, pero para cualquier oficio.

Lo que también creo que es interesante es que al artista hay que correrlo de ese lugar de… por lo menos así pienso yo, hay que sacarlo del lugar del que pareciera que trae algo que él tiene y los demás necesitan, es un gran error. En mi caso el artista necesita tanto como el otro y buscamos colectivamente haciendo diferentes cosas, en ese espacio colectivo. No es que yo accedo a un alimento que los demás necesitan y por eso me paro en este lugar y lo comparto. Compartimos un espacio en el cual cada uno hace su parte en esa construcción de ese espacio, y posiblemente tenemos el regalo de ser atravesados por ese alimento, por ese estado del corazón.

Para mí uno lo hace porque está tan necesitado como el otro que está sentado en frente. Si no se creara ese espacio no sucedería. Por eso Atahualpa Yupanqui dice: “la luz que alumbra el corazón del artista es como una antorcha que usan los pueblos para ver la belleza en el camino”. Entonces la belleza en el camino la buscamos colectivamente, o si no, no sucede. Construyamos este espacio para ver si podemos recibir lo que necesitamos todos.

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