Anotaciones de un soldado sobre el golpe de 1989

Se cumplieron 35 años del golpe del 2 y 3 de febrero que derrocó al gobierno de Alfredo Stroessner y marcó el inicio de la era democrática. El general de brigada retirado Juan Antonio Pozzo Moreno era parte del Regimiento Escolta Presidencial en 1989. Los rumores de la asonada ya eran vox populi en las vísperas, pero Stroessner pidió hacer caso omiso. Es parte de lo consignado en el libro Apuntes de un Soldado de Infantería.

El general de brigada retirado Juan Antonio Pozzo Moreno en la actualidad, conversa sobre su libro con ABC Revista.
El general de brigada retirado Juan Antonio Pozzo Moreno en la actualidad, conversa sobre su libro con ABC Revista.ARCENIO ACUÑA

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El general Pozzo fue “protagonista cercano” y estuvo “en la primera línea de las peripecias”, como lo afirma en el prólogo del libro el escritor y periodista Bernardo Neri Farina. Su cargo era el de oficial de Operaciones de la Plana Mayor del Regimiento Escolta Presidencial, lo que le permitió vivir de cerca aquel memorable acontecimiento histórico para el Paraguay.

En su libro, el general Pozzo relata que en la noche del 2 de febrero estaba en su domicilio en las cercanías del Jardín Botánico cuando fue alertado por su cuñado de “inusuales movimientos de tropa en Campo Grande”. Al rato el telefonazo de un camarada le confirmaba que su cuartel “estaba siendo sitiado por tropas de la Caballería”. Sin dudar salió de su casa y fue para allá. Pero en el semáforo de General Santos y España tropezó con vehículos Unimog que transportaban conscriptos armados. Eran jinetes del RC 3 Coronel Mongelós.

“Abierto el semáforo, retomé la marcha adelantándome a la columna motorizada. A metros de mi recorrido, fogonazos de armas automáticas hacia el vehículo que conducía, provenientes de la Escuela de Educación Física, interrumpieron mi viaje”, relata en el libro (págs. 93 y 94).

Debió dar vuelta atrás, dejar el vehículo y atravesar las propiedades privadas hasta la casa de una conocida. “Conmocionada por el tiroteo y mi intempestiva visita, el ama de casa, señora de Pintos, prendió en mi camisa la medalla de la Virgen María Auxiliadora” y le prestó el teléfono. “Esta proverbial hospitalidad de la mujer paraguaya la atesoro en mi memoria”, escribe el general.

En comunicación con otro camarada tomó noticia de que el coronel Gustavo Stroessner, quien estaba junto con su padre en el despacho del jefe de Estado Mayor, general de Div. Alejandro Fretes Dávalos, urgía su presencia.

Tomó un taxi y llegó hasta el Policlínico Policial Rigoberto Caballero, donde vio “tendidos en el corredor, una decena de conscriptos con rostros de niños cosidos a balazos” y se cruzó con la camilla del mayor Eduardo Quiñónez Oporto, enviado junto a otros fusileros como auxilio a la dotación del Palacio de Gobierno, gravemente herido.

Próximo a las 23:00 asumió motu proprio la oficina de guardia de la residencia presidencial para su defensa. Allí al ruido del intenso bombardeo del Escolta observó cómo los conscriptos de Mburuvicha Róga abandonaban sus puestos de vigilancia. Mientras, y en medio de las explosiones, un camión transganado irrumpía en la casa de Ñata Legal para el frustrado secuestro. El cuartelazo ya era irreversible y estaba consumado.

Esta es tan solo una mínima parte de las memorias rescatadas por el general Pozzo en su libro. Digno de ser leído, no solo aporta los hechos que le tocó vivir, sino el contexto y un profundo análisis de la realidad nacional.

El autor, quien en la mañana del 3 de febrero se presentó para guardar reclusión en el Estadio 4 de Mayo donde estuvo preso 11 días, responde a ABC Revista sobre algunas interrogantes.

Guarnición indefensa

–En medio de los fuertes rumores y aprestos del golpe el 2 de febrero, ¿cómo se explica la actitud del general Francisco Ruiz Díaz en el Escolta?

–El comandante del Escolta Presidencial, general Ruiz Díaz, obediente a las directivas del presidente de la República general Stroessner, pese a las evidencias que efectivos de la DC1 estaban preparando el cuartelazo, no asumió la defensa de su unidad. Franco general para los conscriptos y oficiales por las festividades de San Blas, actividad normal, ninguna guardia reforzada caracterizaban las actividades del cuartel. Fracasado el secuestro en la casa de Ñata Legal, el general Andrés Rodríguez atacó el cuartel presidencial. Confiado en la lealtad de la Caballería, Ruiz Díaz dejó indefensa a la guarnición que obligó a refugiarse al comandante en jefe en el edificio del Cuartel General. Los medios disponibles para la defensa de la guarnición eran más que suficientes para repeler la agresión de la Caballería.

Sabíamos de la inminencia de la asonada. No obstante, la confianza en nuestro comandante pudo más. Enterado del ataque al cuartel, me dirigí raudamente a mi unidad, a la que no pude ingresar debido al cerco establecido por unidades de la DC1. Gané Mburuvicha Róga, la residencia presidencial, estableciendo su defensa perimetral. Más adelante, ya en la madrugada del 3 de febrero, la radio anunciaba que el general Stroessner fue remitido preso en la DC1.

–Pero, ¿por qué el general Stroessner pedía hacer oídos sordos a los rumores de su derrocamiento? ¿Y por qué confiaba tan ciegamente en el general Rodríguez?

–El presidente, que ordenaba mantener la confianza en la Caballería, debido a su senectud o envejecimiento no se daba cuenta que Norteamérica le soltaba la mano. El general Rodríguez, pese a sus muchos cuestionamientos por USA, era la herramienta válida para sacarlo del poder. Contribuyó en esta emergencia, la confianza ciega que el general Stroessner mantenía en la palabra del otro abuelo de sus nietos.

–¿Cuáles son los hitos de aquella jornada? ¿Podría relatarnos?

–La paciencia de los EE.UU. se había agotado. El agua que colmó el vaso, por la no invitación del embajador americano al cumpleaños del general Stroessner, gatilló la ira norteamericana. Noventa días después, cayó el presidente Stroessner. Ya no había reparo alguno por las presuntas actividades delictivas del general Andrés Rodríguez. Los propietarios de la prensa, mientras alababan el mandato de Rodríguez, escondían como el avestruz la cabeza para no enterarse del desenfrenado tráfico de drogas. Impedido el “fujimorazo”, el narcogobierno buscó y encontró la manera de protegerse birlando la victoria de Luis María Argaña. Varios senadores, posteriormente, salvaron a Rodríguez de un cantado juicio político. Sus huestes cumplieron a la perfección su misión. Una vez más cayó en gorra la democracia.

–Entre los orígenes de la revolución del 2 y 3 de febrero estuvo el conflicto de la ANR entre tradicionalistas y stronistas en 1987...

–El “Cuatrinomio de oro” de los militantes stronistas, que apostaban por la continuidad del gobierno, a través del coronel Gustavo Stroessner, ponían en peligro la mal habida fortuna del general Andrés Rodríguez. Ante su probable defenestramiento, se valió de los tradicionalistas también stronistas, para urdir sus planes como presunto “salvador de la patria”.

–También influyó, para el fracaso de la defensa, la falta de combustible para los blindados del Escolta por hechos de corrupción, como cita en su libro...

–Los cuarteles servían a los intereses particulares de los comandantes, era lo mismo en el Escolta. El jefe de transporte, junto con el comandante, utilizaba el combustible para comercializarlo, poco les interesaba que los blindados estén operativos.

–Usted es bastante crítico y reflexivo, ¿cómo decidió ingresar a la milicia con todo lo que había vivido su familia, como tener que emigrar al exterior y tantas otras situaciones difíciles?

–Mis padres por razones económicas emigraron al gran Buenos Aires. Infelizmente mi padre falleció en su trabajo, desde entonces mis bisabuelos maternos de Asunción se encargaron de brindarme su protección. Más tarde mi bisabuelo, a través de un pariente, consiguió que siga mis estudios en el Liceo Militar Acosta Ñu; posteriormente, dando un paso más, seguí la carrera militar al ingresar en el Colegio Militar Mariscal F. Solano López.

–En su libro comenta que debió soportar y dejar de prestar atención a los abusos para mantenerse en la milicia...

–Nuestra formación académica nos exigía, para el servicio a la patria, principios y valores que entraban en colisión con la conducta de nuestros superiores, que antes que la defensa nacional, priorizan sus intereses personales. Toda la infraestructura de la organización militar usaban como herramienta al servicio de sus intereses. Para permanecer en carrera, los oficiales profesionales no ambiciosos ni contaminados debíamos ser pacientes y resignados, es decir, tragamos sapos y culebras.

–¿Cómo evalúa ahora, a 35 años de aquella gesta? ¿Cuál es su balance?

–La democracia quedó atada y atrapada por el crimen organizado que permea a todas las instituciones públicas del Estado. Los escándalos, que día a día ocurren, ya no llaman la atención de la gente. Vivimos enjaulados mientras que los delincuentes, tanto de cuello blanco como los de oportunidad, actúan libremente con total impunidad a la vista y paciencia de policías y fiscales comprometidos con la corrupción. Ya no importa el bien, pasamos nuestra vida justificando el mal que nos atrapa. La Justicia está más que nunca en poder de los malos.

–Para no spoilear más el contenido del libro, ¿podría contarnos cómo se decidió a escribirlo luego de más de tres décadas?

Es necesario que la ciudadanía tenga una versión distinta a la oficial. La asonada fue acomodada conforme a los intereses de los vencedores.

pgomez@abc.com.py

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