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El lobo escondió a la viejecita desmayada, se disfrazó con su ropa y se metió rápidamente en la cama para engañar a Caperucita.
—¡Pronto me haré un banquete con las dos!— pensó, y se le hizo agua la boca.
No tuvo que esperar mucho, pues Caperucita Roja llegó enseguida, agitando su canasta con pasteles y su ramo de flores silvestres.
La niña saludó entusiasmada desde la puerta y entró a la casa. Se dirigió al dormitorio, pero cuando se acercó a la cama, notó que algo extraño sucedía con su abuelita.
Lea más: Caperucita Roja (1)
—¡Abuelita, pero qué ojos tan grandes tienes!— exclamó Caperucita Roja.
—Son para verte mejor— dijo el lobo, poniendo voz de abuelita.
—¡Abuelita, pero qué orejas tan grandes y peludas tienes!
—Son para oírte mejor— dijo el lobo.
—¡Abuelita, qué dientes tan grandes y afilados tienes!
—Son para comerte mejooor—rugió el lobo tramposo, pero justo cuando estaba a punto de abalanzarse sobre Caperucita, apareció un leñador.
Por suerte este buen hombre, que siempre pasaba a dejar unos leños para la viejecita, llegó en el momento oportuno.
—Si tienes hambre, ¡ve a cazar liebres!— le dijo al lobo, y este salió aullando por la ventana.
—Y tú, Caperucita— señaló el leñador, —debes escuchar siempre los consejos de tu madre. Así ningún lobo podrá volver a molestarlas.
Actividades
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Sobre el libro
Título: Caperucita Roja
Editorial: LATINBOOKS
Colección cuentilandia