Las nuevas aventuras de Simbad (2) (adaptación)

Seguimos leyendo las travesías de este particular marino.

Las nuevas aventuras de Simbad.
Las nuevas aventuras de Simbad.ABC Color

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En el barco creyeron que Simbad se encontraba entre estos últimos, pues le había sido imposible alcanzar ninguna de las chalupas.

Sin embargo, el joven marino consiguió agarrarse a una de las maderas que habían transportado para encender el fuego, y gracias a ese improvisado salvavidas pudo mantenerse a flote.

Pero como en el navío le daban por muerto y en ese momento comenzó a soplar un viento favorable, el capitán ordenó desplegar velas y hacerse a la mar.

—¡Dense prisa! —gritó a la tripulación—. ¡Vámonos de estas aguas antes de que ese horrible animal vuelva y nos embista!

—¡Esperen! ¡Estoy aquí! —gritó Simbad con toda la fuerza de sus pulmones al ver que el barco desplegaba sus velas.

Pero nadie le oyó, y el joven marino vio con angustia y espanto cómo el barco se fue alejando lentamente hasta perderse en el horizonte. Desesperado, Simbad se dejó ir a la deriva. Así estuvo durante cuatro jornadas, sufriendo el tormento de la sed y padecimiento durante el día, el calor abrasador del sol y el frío gélido durante la noche.

Cuatro interminables días, al cabo de los cuales, y cuando las fuerzas ya empezaban a fallarle, una fuerte corriente marina vino en su auxilio y con veloz impulso lo arrojó sobre una isla.

—¡A lá sea loado en su infinita misericordia! —exclamó Simbad al verse sano y salvo en las blancas arenas de una playa.

Luego, completamente extenuado, se dejó caer sobre la arena y cayó en un sueño profundo que se prolongó por espacio de muchas horas.

Nunca supo el tiempo que permaneció dormido. Cuando despertó el sol estaba en todo lo alto, señal de que era el mediodía.

Entonces, con algunas fuerzas recuperadas, se dispuso a explorar el lugar al que la suerte le había llevado. No tardó Simbad en encontrar unos sabrosos frutos para alimentarse y un arroyo de frescas aguas para calmar la sed.

Luego se topó con algo verdaderamente extraño: era una especie de bola gigantesca, de resplandeciente blancura, y tan lisa que resultaba imposible trepar a su cima.

Estaba examinando el curioso objeto cuando de pronto el día se oscureció como si una nube negra cubriera el cielo. Simbad miró a lo alto y vio con terror a un inmenso pájaro que descendía velozmente hacia él.

—¡Es el Pájaro Roc! —exclamó recordando los relatos que otros marinos le habían contado acerca de la fantástica ave.

Se trataba, en efecto, del Pájaro Roc, y aquella gran bola blanca no era sino uno de sus huevos. De hecho, lo que hizo el enorme animal fue dejarse caer sobre el huevo con el fin de incubarlo. Y poco faltó para que una de sus patas, que eran gruesas como el tronco de un árbol, aplastara al marino.

Simbad, que se había echado de bruces al suelo para esquivar la garra mortífera, comprendió que aquel monstruo era su única esperanza para salir de aquella isla. De modo que deshizo la tela de su turbante, y, tras enrollar uno de los extremos en torno a su cintura, ató el otro extremo a la pata del Pájaro Roc. Así pasó toda la noche, atento y sin pegar ojo, confiado en que cuando el ave levantase el vuelo, lo llevaría lejos de allí.

Al otro día todo sucedió como Simbad esperaba. Nada más al salir el sol el Pájaro Roc lanzó un grito espantoso, y al momento echó a volar, haciendo que el marino se elevase por los aires colgado de una de sus patas. Tan rápido era el vuelo de la portentosa ave que Simbad pronto perdió de vista la tierra, sin ver debajo de él otra cosa que no fueran nubes.

Súbitamente, y con la misma rapidez vertiginosa, el pájaro descendió en picada y se posó en el suelo. Con la velocidad del relámpago, Simbad aprovechó el momento para desatar la tela. Tuvo el tiempo justo para hacerlo, pues el Pájaro Roc se había abalanzado sobre una enorme serpiente, a la cual, tras una breve y terrible lucha, consiguió matar con su poderoso pico. Acabado el combate, la gigantesca ave echó a volar de nuevo llevando a su presa entre las garras.

—¡De buena me he librado! —exclamó el joven—. ¡Veamos ahora a qué lugar me ha traído ese monstruo de los aires!.

No tuvo más que echar una ojeada a su alrededor para darse cuenta de que se hallaba en un profundo valle, rodeado de montañas tan altas que las cimas se perdían entre las nubes, y tan escarpadas que no había forma humana de escalarlas.

—¡Esto parece un callejón sin salida! ¡Quién sabe los peligros que esconderá esta tierra! — exclamó, hablando consigo mismo— quizá lo más sensato sería descansar un poco más antes de emprender ningún tipo de exploración.

En la falda de la montaña más próxima Simbad divisó algunas cavernas y se dirigió a una de ellas con el propósito de encontrar un refugio donde dormir.

Pero una horrible sorpresa le aguardaba, pues no tardó en advertir que todas y cada una de las grutas y cavernas de aquel lugar estaban infestadas de enormes serpientes.

Actividad

Describe al Pájaro Roc.

Sobre el libro

Título: Las mil y una noches

Editorial: Grafalco

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