Los animales tienen amistades de forma semejante a los humanos

Gatos que se abrazan, perros que juegan juntos, delfines que hablan: las interacciones sociales en el mundo animal no suelen ser muy distintas de las de los humanos. Pero, ¿se trata también de un auténtico vínculo? Sí, afirma el biólogo conductista y autor de libros Karsten Brensing: “Básicamente, los animales tienen amistades igual que nosotros”.

Una hembra border collie descansa en el césped  de un jardín junto a un gatito de pocas semanas. La amistad entre animales también puede darse entre especies distintas.
Una hembra border collie descansa en el césped de un jardín junto a un gatito de pocas semanas. La amistad entre animales también puede darse entre especies distintas.Patrick Pleul

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El científico alemán añade que las opiniones sobre este tema no siempre han coincidido. “Antes se solía negarlo, no se quería humanizar a los animales, pero desde hace unos diez años la ciencia habla de amistades también en el mundo animal”, explica.

Este es el caso de los delfines, por ejemplo. Según ha constatado un investigador estadounidense, estos pueden seguir recordando a sus antiguos compañeros después de más de 20 años. Los reconocen por el silbido de su nombre, aunque no lo hayan oído en muchos años, informó el investigador estadounidense Jason Bruck en la revista “Proceedings B” de la academia británica Royal Society. Los silbidos firma son algo así como los nombres de los delfines. Cada animal aprende de joven su propio silbido, que luego utiliza para presentarse a sus congéneres.

Evolutivamente, se atribuye a los vínculos sociales un papel importante. “Muchos investigadores parten de la base de que la amistad está relacionada con el desarrollo de la inteligencia”, apunta Brensing. La llamada “hipótesis del cerebro social” supone que ciertos animales han desarrollado cerebros grandes, capaces también de una inteligencia compleja, solo para gestionar su cada vez más complicada vida social.

En el pasado, se creía que este tipo de relaciones tenía siempre una finalidad concreta, según el principio: “Yo te doy algo, tú me das algo”, explica Brensing, y añade que, entre otros, también se estudió el despiojado mutuo en chimpancés: “Estaba bastante claro que, dependiendo de la jerarquía, uno despiojaba más que el otro. Y lo hacían de acuerdo a cálculos muy precisos”.

Un enfoque amplio para las interrelaciones del mundo animal

Actualmente, prosigue Brensing, la ciencia aplica un enfoque más amplio en el estudio de las interrelaciones del mundo animal. “Se ven como mecanismos menos matemáticos y más relacionados con los sentimientos”, señala el biólogo. Como en los humanos, añade, intervienen hormonas, por ejemplo la hormona del amor, la oxitocina: “Si conozco bien a alguien, experimento una fuente de oxitocina que me hace sentir muy bien, por un lado, y, por otro, me lleva a sacrificarme por el otro”.

Brensing acota que no todos los animales son capaces de entablar relaciones profundas. “Deben tener ciertas capacidades mentales, por ejemplo una memoria a largo plazo, y deben ser capaces de reconocer a los individuos”, precisa el científico, y añade que dentro de un banco de peces o un rebaño de cientos de cabezas de ganado, en los que los distintos animales no se conocen, no hay amistades. “Pero en cuanto se observan grupos más pequeños, en los que los animales se conocen entre sí, estos vínculos son habituales”, afirma.

Según Brensing, las amistades suelen investigarse mediante análisis de redes en los que se identifican y observan animales individuales. Entre los babuinos y los elefantes, por ejemplo, donde los machos abandonan el grupo y las hembras permanecen en el grupo en el que nacieron durante el resto de sus vidas, diversos estudios han descubierto amistades principalmente entre hembras. En cambio, en los delfines, donde las hembras suelen emigrar y los machos se quedan, los vínculos entre machos son más frecuentes, según informan dos biólogos conductistas estadounidenses en un estudio recapitulativo.

Las hembras de elefante forman vínculos duraderos, sobre todo con sus madres, hijas y hermanas. Pero no todos los vínculos estrechos entre animales se basan en el parentesco. Según el estudio estadounidense, las yeguas también forman relaciones duraderas con otros miembros de su manada, aunque no estén emparentados. Y muchos chimpancés macho se vinculan más bien con otros machos no emparentados.

Al igual que ocurre con los humanos, la atracción tiene mucho que ver con el carácter y la personalidad. Los animales también suelen elegir compañeros parecidos a ellos, señala la zoóloga y presentadora de televisión alemana Kate Kitchenham. “Con los perros, sabemos que se hacen amigos sobre todo de razas parecidas porque tienen preferencias de movimiento similares a las suyas, por ejemplo”, explica. “Un perro pastor como un border collie siempre tiene la necesidad de controlarlo todo, de regular, de intervenir. Cuando juega con un labrador, se interpone constantemente y trata de llevarlo hacia alguna parte. Por eso, a veces el juego no funciona”, precisa.

El peso de las experiencias de la primera infancia

Sin embargo, las experiencias de la primera infancia también desempeñan un papel importante y pueden compensar las diferencias de carácter. “Cuando un gran danés se cría con un perro salchicha, ambos desarrollan un comportamiento de juego muy individual y coordinado, y pueden crear un vínculo muy estrecho, como con ningún otro perro”, explica la etóloga.

Incluso entre especies diferentes, prosigue la zoológa, pueden desarrollarse conexiones íntimas, sobre todo en la infancia. “Ya se trate de humanos, perros o vacas, todos somos más abiertos en esta fase de la vida, también en lo que respecta a posibles compañeros”, señala Kitchenham, y explica que, si, por ejemplo, un gatito se cría junto con cachorros de perro, aprenderá a entender el lenguaje del perro y a comunicarse con ellos. Entonces, concluye, perro y gato se convierten rápidamente en compañeros.

En la naturaleza, sin embargo, rara vez se ha observado este fenómeno. “Hay muy pocos ejemplos de especies animales diferentes que mantengan una estrecha amistad entre sí en la naturaleza”, afirma la experta. Uno de esos raros ejemplos es el vínculo entre lobos y cuervos, que, según Kitchenham, por un lado actúan como compañeros de caza, pero por otro también juegan juntos y generan una confianza mutua que va más allá de una relación puramente funcional.

La etóloga alemana enfatiza que, sin un ser humano que acerque a los animales y cree así un marco, rara vez se observan amistades de este tipo. Sin embargo, puntualiza, bajo el cuidado humano, se han producido vínculos que han atraído la atención mundial, como las que existen entre un tigre y un macho cabrío en un zoológico ruso o entre un camello y un elefante en un circo danés.

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