Con la corrupción reinante es imposible avanzar, advierte el obispo de Caacupé

Monseñor Ricardo Valenzuela, licenciado en Teología y doctor en Derecho Canónico en Roma, realizó punzantes críticas en la festividad de Caacupé contra la corrupción de los servidores públicos que hicieron relucir sus privilegios durante la pandemia. En esta entrevista, el obispo de la diócesis realiza un balance sobre el retorno de la feligresía a las convocatorias masivas de la Iglesia y se pregunta “¿qué hubiera sido de nosotros si no le teníamos a la Virgen de Caacupé?”, tras la devoción mariana observada el 8 de diciembre.

Monseñor Ricardo Valenzuela.
Monseñor Ricardo Valenzuela, obispo de CaacupéArchivo, ABC Color

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- ¿Cuál es su balance de esta primera misa multitudinaria que organizó la Iglesia después de la pandemia en Caacupé?

- Bueno, fueron 15 días sin poder dormir. Fue estresante. Hasta el final había duda si hacíamos o no. Nadie sabía si la gente iba a obedecer el protocolo. Felizmente todos aceptaron y respetaron las condiciones. Hubo muchos jóvenes, niños. Es que también, estuvieron tanto tiempo encerrados. El creyente necesitaba estar cerca de la Virgen. La mayoría vino a agradecer porque no tuvieron Covid, que fueron muchos gracias a Dios. Después están aquellos que sufrieron el Covid y se salvaron. Más allá estaban los familiares de los tantos que fallecieron. Conozco personas de una misma familia donde fallecieron todos. Hay otros casos en que fallecieron los padres y quedaron desamparados los hijos adolescentes y niños.

- Una tragedia.

- Realmente. Están aquellos que perdieron todos sus bienes por el costo de las internaciones. Vendieron su casa, su coche, sus enseres electrodomésticos. Hubo circunstancias muy duras. Hay matrimonios que se recompusieron, otros que se separaron.

- Ustedes fueron receptáculo.

- Fueron tantas tragedias. En Caacupé todos lamentamos el fallecimiento de la corresponsal de ABC Desirée (Cabrera). Era muy apreciada. El Covid le llevó. Su pérdida fue muy sentida.

- En la misa central se veía gente muy emocionada, muy sensible.

- Durante la novena mismo yo vi mucha gente que no podía contener la emoción ante una referencia o una frase sencilla, tocante. Hasê (lloraba) nde bárbaro. Se notaba que la gente perdió algo muy importante, irrecuperable, como es un miembro de la familia y que necesitaba venir a exteriorizar su sentimiento en Caacupé. Yo le escuchaba a algunos: “¡Por fin Madrecita te puedo venir!” y lloraban. Tocaba muy hondo esas escenas.

- Se decía que el aislamiento por la pandemia iba a alejar de la Iglesia a mucha gente. Usted, en su homilía dijo que, al contrario, hay más acercamiento. ¿Cómo se entiende?

- Físicamente se alejó por la pandemia. Los que iban habitualmente a misa no pudieron ir más. Se recurrió al internet pero en el fondo todos querían volver. Al habilitarse Caacupé, los que pudieron no desaprovecharon y vinieron a agradecer a la Virgen por muchas cosas, otros vinieron a pedir perdón por las faltas cometidas y regresaron a sus hogares con la promesa sincera de cambiar de vida. Ciertamente hubo un alejamiento físico pero la parte espiritual fue creciendo. Me llamó la atención la espontaneidad de esas agrupaciones de peregrinantes con sus camisetas que identificaban su origen: gente común y corriente, famosos, estrellas del deporte. Fue increíble ver su devoción mariana. La Virgen de Caacupé ya tiene más de 400 años. Superó todos los avatares de nuestra historia: crisis, guerras de exterminio, cuartelazos, golpes, y está siempre vigente. Nuestro pueblo es tremendamente mariano y Caacupé ha demostrado ser un símbolo demasiado fuerte de nuestra identidad nacional. Acá no vale la política o la economía. Es la espiritualidad. A mí me impresionó la historia del papá de Arielito, un niño con un tratamiento de salud inmensamente caro. Lo vi postrado ante la Virgen para pedirle por su hijo con el dolor que le traspasaba el alma. Es la fe de un papá desesperado.

- ¿Cuántos estarán en esa situación, en mayor o menor grado?

- ¿Qué hubiera sido de nosotros como pueblo si no le teníamos a la Virgen de Caacupé? Es el regalo más grande que Dios le dio a nuestra tierra. Está pasando la pandemia y lo primero que hace el pueblo es volver a los pies de la Virgencita de los Milagros. En estos tiempos difíciles la sociedad necesita fervientemente de ejemplos de santidad. Necesita de modelos, de figuras que se parezcan a Jesús, a María, a José, a los apóstoles, a los Santos de la historia, personas que orienten a los demás, que ayuden a sus amigos a recuperarse del dolor, a recuperar la cordura, la mansedumbre, a tener paz, devolverle la alegría, el gozo.

- Otros esperaron una manifestación más política del obispo. Pero usted separó el mensaje religioso en su homilía del mensaje político que hizo al final de la misa.

- Los creyentes vienen a Caacupé con el deseo sincero de escuchar la Palabra de Dios. Es importante separar por una parte la espiritualidad y por otra parte lo que se podría identificar como la parte social. La gente viene para escuchar una frase de consuelo, de aliento, de esperanza, de paz, una manifestación de concordia, de unidad. Por eso dirigimos al final la carta mensaje destinada a nuestras autoridades, a los servidores públicos, con el deseo sincero de que la fe prenda en ese ámbito.

- ¿En algún momento usted no se sintió presionado?

- Caacupé no está para darle el gusto a alguien. La celebración no se prepara para el mundo de la política. Es una fiesta religiosa para el pueblo. Hay que ubicarse un poco. Estamos saliendo de una pandemia muy dolorosa. La gente quiere venir a escuchar palabras de consuelo, palabras de aliento que le sirva para levantarse de la tragedia y les ayude a tener coraje para buscar y encontrar trabajo, a pagar las deudas. Es tremenda toda la carga que cada uno trae y que muchos que miran desde afuera no pueden y no van a terminar de entender.

- De ahí las críticas punzantes que reciben de tanto en tanto las autoridades de la Iglesia.

- Es normal que recibamos críticas. ¿Acaso Jesús no fue calumniado tantas veces? Hasta por curar lo criticaban. Siempre podemos ser blanco pero hay que seguir caminando y dar respuesta a los que nos necesitan. Eso es lo que importa.

- “Organicemos la esperanza”, ese fue el título de su mensaje. ¿Qué significa?

- “Organizar la esperanza” es organizar la comunidad a ser más solidarios; organizar por ejemplo ollas populares donde se necesita, organizar la colecta de remedios donde haga falta, acompañar a los afectados a recuperarse de su tragedia. Hay tantas cosas que se pueden hacer para llevar esperanza y reconstituir muchas familias heridas y que no terminan de recuperarse. Todo el 2022 vamos a dedicarnos a esta labor.

- Algunos creen que Caacupé es una asamblea popular. Cuando usted oficiaba se escuchó de repente a unos que querían corear estribillos políticos.

- Siempre hay gente que quiere aprovecharse de una manifestación religiosa multitudinaria como es el 8 de Diciembre. Nosotros no podemos perder el hilo nunca. Esta es una celebración litúrgica muy preparada, muy linda después de todo, que la gente viene a buscar. No podemos evitar a los oportunistas que vienen equivocadamente a buscar un rédito que en Caacupé no van a encontrar.

- Siempre hay.

- Me acuerdo de aquel incidente en la Nicaragua de Daniel Ortega durante la visita de Juan Pablo II. Todos los funcionarios del Gobierno copaban las primeras filas y muy atrás estaba la verdadera feligresía que fue a ver y escuchar al Papa. Cuando en su mensaje el Papa tocaba algunos temas que generaban urticaria, ellos gritaban consignas para hacer callar al Santo Padre. Juan Pablo entonces acentuaba más fuerte todavía su mensaje.

- Fue histórico. Quedó esa famosa foto del sacerdote Ernesto Cardenal arrodillado, con el Papa que parecía increparle.

- Así es. Cardenal se hizo nombrar ministro de Educación del Gobierno (sandinista) de Ortega. El Papa le dijo ahí: “¡Usted es sacerdote, usted es sacerdote!”... La Iglesia siempre pasó situaciones como esa. Desde sus orígenes fue perseguida. Si miramos la historia de los Santos, en todas encontramos historias como esta.

- Debe ser difícil congeniar, sobre todo ustedes que están en la vitrina de la religiosidad como es Caacupé.

- Por eso digo, nosotros no podemos esperar que pequeños grupos estén conformes con nuestro mensaje. Siempre están revoloteando por aquí tratando de sacar partido.

- Uno de los temas sensibles que tocaron ustedes en el novenario fue el apoyo a los invasores de la propiedad pidiendo que se reduzca el castigo a los acusados. ¿Cuál es la justificación?

- Esta es una preocupación de la Conferencia Episcopal Paraguaya (CEP). La Pastoral Social tiene bien estudiado este tema con el Consejo Permanente. Es muy triste la situación de muchos paraguayos que son desalojados injustamente. La ley que aprobaron (que aumenta el castigo a los invasores) agrava mucho más todavía. Parece una ley preparada por los poderosos para castigar con más dureza a los que son más pobres que no tienen nada. A los poderosos a lo mejor les sobra y su ambición les ciega y solo les interesa poseer, poseer y poseer, insensibles con los que necesitan.

- Pero su mensaje de crítica contra los políticos privilegiados por lo menos fue muy aplaudido.

- Volvemos al tema de la pobreza y la desigualdad, una brecha tan grande que vivimos en nuestro país. La pandemia nos ha mostrado cómo viven los privilegiados, políticos y funcionarios cobrando sus salarios tranquilamente desde sus casas, con seguro médico privado carísimo y, en contrapartida miles de paraguayos despedidos, sin empleo, enfrentando la crisis como podían, organizando polladas y ollas populares. La pregunta es: ¿porqué los servidores públicos no usan el servicio de salud del Estado? Esta realidad nos muestra cuán alejados están del pueblo los que administran los bienes y el dinero del pueblo. ¡Qué contradicción! Seguramente tampoco vamos a encontrar a sus hijos inscriptos en la escuela pública. En algún momento tendríamos que romper esa brecha tan grande.

- ¿Con una ley por ejemplo?

- No hace falta una ley que les obligue. Es suficiente con que tomen conciencia y demuestren que quieren realmente hacer algo a favor del pueblo. Uno escucha en las noticias y ve por la televisión cómo verdaderas personalidades usan el servicio público en Europa y otros países. No tienen privilegios como tienen los nuestros. Qué lindo sería que aquí hicieran lo mismo.

- El ejemplo es lo que cunde, lo que enseña pero con tanta corrupción es difícil, como usted también remarcó en su mensaje.

- Solamente con honradez, con honestidad vamos a poder avanzar. Con la corrupción reinante es imposible y si no actúa la justicia, ndaipori caso.

- ¿Tiene algún comentario sobre la ausencia en la misa de las autoridades?

- No sé qué decir. Desde hace varios años ya no se hace una invitación oficial con tarjeta. Ellos también pueden venir como feligreses integrándose con el pueblo, para que sientan que el pueblo está con ellos. Nadie quiere privilegiados. Queremos alentarlos también para que tengan luz y que como líderes sean auténticos, íntegros, honestos y serviciales.

- ¿Por qué no estuvo el Presidente?

- Justo vino a suceder ese secuestro (del menonita Pedro Reimer). Entiendo que el Presidente se fue a solidarizarse con la familia del secuestrado y a ofrecer sus buenos oficios. Yo creo que estuvo muy bien el gesto. Podía haberse quedado tranquilamente sentado escuchando la celebración pero allá estaba el clamor, el dolor, el sufrimiento. Los secuestrados son como muertos en vida. Es doloroso que eso esté sucediendo todavía en nuestro país.

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