El obispo de Caacupé lanzó una dura reflexión sobre la realidad social del país, marcada por constantes casos de violencia, y advirtió que detrás de eso se esconde una preocupante pérdida de esperanza que golpea con fuerza a los jóvenes y a las familias.
Durante su homilía en la misa de hoy en Caacupé, el prelado lamentó que el odio, la antipatía y el rencor se hayan vuelto sentimientos cotidianos en la sociedad.
“Nos envenenan el alma y esto hace mal, últimamente vemos cuántos feminicidios, homicidios y filicidios que terrible”, dijo.
En ese contexto, llamó a una profunda revisión de los valores que hoy rigen en los hogares.
Valenzuela sostuvo que permitir que el resentimiento se instale en el interior de las personas conduce a errores graves y consecuencias irreparables.
“No debemos permitir jamás que ese veneno crezca dentro de nosotros, porque nos hace cometer errores mortales”, expresó, relacionando directamente la violencia extrema con una crisis espiritual y humana.
El obispo puso como ejemplo a San José, destacando su capacidad de renuncia y aceptación de la voluntad de Dios como un camino de libertad interior. Según explicó, aprender a soltar el egoísmo y el deseo de posesión ayuda a evitar decisiones equivocadas y a construir una vida con mayor sentido.
Asimismo, resaltó el rol de la Virgen María como símbolo y maestra de esperanza, al asumir con responsabilidad y alegría su misión. “Ella colabora, comprende y se hace cargo; por eso es un ejemplo para nosotros en tiempos donde la esperanza parece agotarse”, señaló.
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Falta de expectativas
Uno de los puntos más críticos de su mensaje estuvo dirigido a los jóvenes, a quienes describió como profundamente afectados por la falta de expectativas.
“Hoy no sabemos esperar nada. Y nada se puede hacer en este mundo sin esperanza. La necesitamos como el oxígeno para respirar”, afirmó, alertando que cuando una persona se levanta cada mañana sin tener nada que esperar, se encuentra en una situación de serio riesgo emocional y humano.
En ese sentido, pidió no perder de vista a los jóvenes que se aíslan o guardan silencio, ya que muchas veces esa falta de expresión es señal de una lucha interior profunda.
También cuestionó las formas de evasión con que algunos buscan no enfrentar la realidad, advirtiendo que la ausencia de esperanza reduce la vida a momentos vacíos y repetitivos.
El obispo subrayó que cuando la esperanza renace en una persona o en una familia, todo comienza a verse diferente, aun cuando externamente nada haya cambiado. “La esperanza nace desde adentro y es una fuerza fundamental capaz de transformar la vida”, remarcó.
Finalmente, de cara a la Navidad, monseñor Valenzuela instó a recuperar el sentido de esa celebración como un tiempo para renovar la esperanza, fortalecer a las familias y construir hogares donde se respire la contención, el diálogo y la fe, especialmente para los jóvenes, a quienes exhortó a no abandonar ni dejar de creer en un futuro mejor.
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