Este gobierno –pronto conocido como de “colisión”– nació a la disparada como efecto del golpe de la Caballería, un mes antes, que acabó con el poder de los militares conocidos como “nazifascistas”. Se los culpaba de impedir que el país se enderezara hacia la democracia. Esos militares –cuatro cabecillas– eran un estorbo, pero el principal de los obstáculos era el general Higinio Morínigo que no estaba dispuesto a llevar adelante ningún plan de normalización institucional. No pasaba de los discursos emotivos mientras endurecía su dictadura.
El acuerdo, conocido como 3 x 3 x 3 (tres ministerios para colorados, tres para febreristas y tres para los militares) causó el enojo de los colorados. Se lanzaron contra su negociador, Federico Chaves, por haber aceptado que un Partido, “cuyos afiliados caben en un tranvía”, tuviese la misma cantidad de ministerios que un Partido “de miles de afiliados”.
Morínigo había tirado al Partido Liberal “fuera de la ley”. Cuando se permitió que sus dirigentes volviesen del exilio –de acuerdo con los propósitos democráticos de la coalición– los colorados organizaron la recepción, frente al Panteón de los Héroes, donde tenía previsto llegar el caudillo liberal, José P. Guggiari, desde el Puerto, al frente de miles de seguidores. El acto de tiñó de sangre por las garroteadas contra los liberales.
A este momento –que duró seis meses– se le llamó “Primavera Democrática” más bien como una expresión de deseo. Es cierto, regresaron los exiliados, había libertad de prensa, de reunión, etc., pero todo era muy frágil. Los discursos exaltados iban en contra de Morínigo, sin que éste pudiera hacer otra cosa más que esperar el instante para la venganza. Los febreristas le dieron la oportunidad que aguardaba: se retiraron del gobierno. Dos días después, el 13 de enero de 1947, Morínigo le entregó el poder al Partido Colorado. Luego se arrepentiría cuando ese mismo Partido lo destituyó un año y medio después. Pero antes tuvo tiempo todavía para defender su gobierno, con apoyo del coloradismo, en una de las más espantosas guerras civiles conocida como la Revolución del 47.
El Partido Colorado, en solitario en el poder, tampoco llevó a cabo ninguno de los puntos acordados con la coalición y que tantas esperanzas habían despertado en la población. No podía hacerlo. Todo su tiempo se le iba en uniones y desuniones, en persecuciones feroces entre correligionarios, propias de nuestros partidos políticos.
Hoy, a 74 años, se sigue hablando de unir al coloradismo. ¿Para qué? ¿Qué podrían hacer juntos Mario Abdo Benítez y Horacio Cartes? ¿Qué proyectos tienen? Uno muy simple: ganar los próximos comicios en la mayor cantidad posible de municipios. Está bien, pero ¿para qué? Sin esperar el futuro, los resultados tenemos a la vista: intendentes o exintendentes que se llenan los bolsillos con el dinero público sin ninguna consecuencia política ni judicial. Naturalmente, los liberales no se quedan atrás.
¿Es una catástrofe que los Partidos se dividan? No, hasta puede ser una bendición para el país. El movimiento que está en la oposición controla, critica, zarandea al que está en el gobierno. Esto no es ingobernabilidad. La ingobernabilidad aparece cuando los movimientos opositores están animados sólo por apetitos personales o sectoriales como el que ejerce el gobierno. Si en estas condiciones se unen, la consecuencia es el doble de corrupción.
¿Aguantaremos?