Partido único

En Cuba rige una dictadura de partido único, solemnemente definida en el artículo 5 de la “Constitución” cubana: “El Partido Comunista de Cuba, único…es la fuerza política dirigente superior de la sociedad y el Estado”.

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Pero a las “elecciones” cubanas concurren varios candidatos para cada puesto a integrar, solamente que ellos son seleccionados por sendas “comisiones de candidaturas” que se aseguran que todos los interesados estén plenamente alineados con el Partido Comunista.

En Alemania del Este, antes de la reunificación alemana, regía una dictadura de partido único, el Partido Socialista Unificado que, aunque nunca llegó al nivel de formalización legal que impusieron los comunistas de Cuba, sí logró el mismo efecto práctico mediante la formación de un “Frente Nacional” integrado por “varios” partidos.

Pero a las “elecciones” orientales alemanas sólo podían presentarse candidatos propuestos por las asociaciones reconocidas por el gobierno (artículo 53 de la “Constitución” de Alemania del Este) que, como las “comisiones de candidaturas” de Cuba, se aseguraba que todos los interesados estuvieran sólidamente alineados con el “Frente Nacional”.

En Nicaragua rige una dictadura de partido único, el Frente Sandinista de Liberación Nacional, aunque la “Constitución” de Nicaragua mantiene la ficción de la democracia multipartidaria plena, exactamente como hacía el Partido Colorado en nuestro país durante la dictadura de Alfredo Stroessner.

Hay allá un “Partido Liberal Constitucionalista” que se disfraza de oposición y que dirige una diputada, María Haydee Osuna, que se caracteriza por ser más servil al dictador Daniel Ortega que el propio Frente Sandinista. Exactamente como los geniolitos con Stroessner o como Edgar Ortiz, Hugo Capurro o Zulma Gómez con el capo colorado Horacio Cartes.

Menciono las anteriores variables de partido único para mostrar que todos ellos coinciden en tratar de esconder la supresión del pluralismo mediante alquilados que se disfrazan de “alternativa”.

El discurso común de los alquilados cubanos, alemanes, nicaragüenses se puede sintetizar en la renuncia a criticar al depositario del poder, en pretender que la gente confunda la crítica con “ataques y peleas”, impidiendo que funcionen las antinomias que caracterizan a las democracias verdaderas.

Es el discurso de Eduardo Nakayama, Norman Harrison y las facción llamada llanista del Partido Liberal Radical Auténtico y de los demás partiditos satélites que se niegan a criticar la corrupción colorada y al capo Cartes.

Están reduciendo nuestra democracia a un régimen de partido único real, el cartismo, que mediante sus inmensos recursos financieros y su control sobre la Fiscalía y la Justicia terminará decidiendo quién puede y quién no puede candidatarse, exactamente como hacen las “comisiones de candidaturas” cubanas.

Estos comparsas de Cartes también deben ser castigados en las próximas municipales del 10 de octubre, pues votar por ellos es, simplemente, aumentar el poder hegemónico del capo colorado.

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