El cambio de paradigma en las relaciones de pareja

Es importante y radical entender el vínculo de pareja como un modelo relacional nutricio y amoroso. Somos seres relacionales y como tales necesitamos de las manifestaciones de amor tanto verbales como físicas. Son actitudes aparentemente simples que se pierden en la rutina de la relación.

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Pequeños movimientos de relojería, pequeños pero que en las interacciones inician nuevos desarrollos interaccionales, cognitivos y amorosos, generando nuevos significados en la relación y reactivando el amor de la pareja. Tal vez no el mismo amor, posiblemente cualitativamente diferente, puesto que la experiencia y los diversos ciclos evolutivos demarcan construcciones de sentido diferentes.

Una actitud tan simple pero tan amorosamente vital, como las caricias, son esenciales en el vínculo amoroso y en las parejas de larga data se pierden. Las Caricias no solo son físicas. Los seres humanos necesitamos para la supervivencia el reconocimiento del otro, la mirada, gesto, la palabra, el abrazo, la sonrisa, la mano en el hombro. También es una caricia el escuchar al partenaire, la mirada profunda, el silencio, el consejo y la guía, la palabra de apoyo.

Hay una serie de conceptos que muestran un cambio de paradigma en lo que tiene que ver con las relaciones de pareja y que se hace necesario que cada ser humano conciencie, y más aún aquellos que tienen problemas de pareja. Concienciar en pos de actuar con flexibilidad y no quedarse parapetado en los patrones personales de la propia concepción de pareja. Algunas de estas transiciones son descriptas a continuación:

  • De la Vulnerabilidad al empoderamiento: el impacto amoroso hace blanco y vulnera a cada integrante, lo vuelve dependiente; más aún en el primer período Romeico, plagado de idealización y romanticismo poco terrenal. Pero la superación de estas etapas empodera a sus integrantes, los hace fuertes y en gran parte esta fuerza se debe al amor maduro y a conocer al otro y al autoconocimiento.
  • De la proyección al futuro a vivir el presente: muchas parejas descuidan el tiempo presente por proyectarse al futuro como salvoconducto para la seguridad del vínculo. Pero por pensar en potencial (voy a…) descuidan el presente que inmediatamente se convierte en pasado y, como el futuro se convierte en presente y súbitamente en pasado y el futuro depende de la historia de la pareja, si pensamos recurrentemente en el futuro para asegurarnos la relación, el presente no se conciencia plenamente, por lo tanto, se corre el riesgo de crear una historia disfuncional de la relación y por ende dañar el futuro de la relación. El uso correcto de los tres tiempos implica cuidar el presente que, si bien es efímero, es el epicentro del pasado de la pareja y del mismo futuro.
  • De la creencia de incondicionalidad amorosa a una relación de condicionalidad: el creer que el amor de pareja es incondicional es una utopía. Un amor conyugal esta asociado a múltiples condiciones amorosas, financieras, ideológicas, etc. En cambio, el único amor incondicional es el de los padres y madres hacia los hijos. Sin embargo, las parejas se reclaman seguridad y realizan acciones para ser queridos y esto no asegura el vínculo.
  • De vivir bajo el mismo techo a habitaciones diferentes o cama afuera: También se observan diferentes modelos de relación de pareja que implican no convivir cuando las condiciones económicas están dadas para tener y sostener dos casas. Son relaciones libres en donde uno no invade al otro, una relación de igual a igual que no invade la intimidad del otro. También hay modelos de pareja con diferentes cuartos bajo el mismo techo.
  • De una concepción moral de la fidelidad a una infidelidad sintomática: en los nuevos modelos de pareja hay una revisión de los parámetros que indican qué es ser fiel al otro. Hasta los inicios de los años 60 aproximadamente, la concepción de la fidelidad tenía una connotación moral –el no se debe- más cercano a una prohibición moral y con una neta permisividad hacia el hombre que se encontraba tácitamente y en algunos casos explícitamente habilitado a salir con otras mujeres. Signado por una disociación entre sexo y amor, esta habilitación permitía conservar a la señora y el resto de placeres lujuriosos eran destinados a las amantes. Hoy la infidelidad no se acerca a una pauta moral sino a una ruptura de un pacto amoroso.
  • De la pareja hetero-tradicional a la pareja homosexual: siempre fue inconcebible pensar en una pareja que no fuese hombre-mujer. Las concepciones de la pareja tradicional se contraponían con las versiones de elegir como pareja una persona del mismo sexo. Nuevamente una concepción moral de la sexualidad, entendiendo como patología la homosexualidad. Hoy existen parejas abiertamente homosexuales y en algunos países hay reglamentado por ley matrimonios del mismo sexo.
  • De la monogamia al poliamor: la estructura de la pareja se consolida de manera monogámica, es decir, conformada por dos personas. A partir de la década del ´60 se desarrolla un modelo alternativo al clásico: el poliamor que significa tener más de una relación íntima amorosa y sexual pero no esporádica sino duradera. Estas relaciones no son ocultas, sino que son consentidas por los integrantes de la relación. Muchas parejas inician la relación de manera monógama para después de años decidir repactar el convenio vincular: ambos deciden tener relaciones amorosas consensuadas por ambos pero que no involucre una condición amorosa. Eso es una forma que puede adoptar una pareja en pos de renovarse sexualmente, por ejemplo, pero no puede considerarse una forma poliamorosa. La característica definitiva más ampliamente aceptada es su énfasis en la ética, honestidad y transparencia con todos los involucrados. Siendo el término poliamor usado de forma general para describir varias formas de relaciones múltiples ya que las prácticas poliamorosas son diversas, reflejando las elecciones y filosofías de los individuos involucrados.
  • De la parentalidad clásica a la monoparentalidad: el convertirse en padres siempre es un momento crítico en la vida de la pareja. Pero siempre fue un acto estipulado de a dos, un padre y una madre de cara a la crianza de un hijo. El ejercicio de la función tanto materna como paterna ha dejado la exclusividad de ser un proceso de a dos. En su mayoría mujeres que desean ser madres, buscan un banco de esperma o la adopción, como una forma de no renunciar al deseo de ser mamá. Estos modelos monoparentales, han creado nuevos modelos familiares, queda por evaluar cuales son los resultados de la ruptura en los modelos tradicionales de crianza en donde participan una figura masculina y femenina.
  • De hasta la muerte nos separe a que nos separe la vida: la longevidad es producto de los avances de la tecnología y la ciencia médica. En parejas que se han conocido muy jóvenes y dada la cantidad de años que les toca por vivir, terminan en parejas que llevan 50 años de matrimonio, y en ocasiones se hace difícil sostener semejante cantidad años. Por ende, es más factible que los separe la larga vida, que los embates de la muerte. Una pareja longeva debe recontratar puesto que los ciclos evolutivos, el crecimiento mismo y la experiencia de vida, modifica apetencias, valores, creencias y básicamente lo que se necesita del otro.
  • De las parejas originales a las parejas ensambladas: además de la conformación de parejas cuyas dos personas se encuentren libres de uniones anteriores, por ejemplo, se hallan parejas que poseen en su haber matrimonios anteriores que conllevan hijos. Estos ensamblados dan lugar a mapas que simbolizan a los tuyos, los míos y los nuestros, verdaderas estructuras complejas y a veces difíciles de seguir. Estas dificultades se expresan mediante diversos juegos triangulares (alianzas, coaliciones) donde no se determinan claramente las autoridades y los hijos penetran en esas fracturas. El es el marido de mamá: ¿posee o se le otorga la autoridad suficiente para ponerle límites al hijo de su pareja? Ella puede reñirle al hijo de él, pero la última vez este hijo la enfrentó remarcándole que ella No es la mamá para ordenarle. Estas estructuras llegan a complicarse y obligan a la pareja a ser extremadamente clara en las reglas del sistema familiar.
  • De la dependencia a la interdependencia: las antiguas parejas hasta la década de los años ´50, eran entendidas como una relación de mayor dependencia e inclusive sumisión femenina al vínculo con el hombre. El hecho de estar casado implica una codependencia con pocos espacios individuales. Por ejemplo, las relaciones de amistad se conciben como amistades de la pareja y no en espacios individuales. La pareja como una relación de interdependencia, implica un espacio compartido (el espacio de los cónyuges) donde existen salidas, sexo, conversaciones, mismas áreas de interés, etc., y un espacio individual en el que ambos conservan actividades particulares que no involucran a la pareja (salidas con amigos, hobbies, espacios profesionales, etc.).
  • Del verticalismo relacional a favor del hombre a la horizontalidad del vínculo: los vínculos de pareja, siempre fueron estructurados en una pirámide jerárquica que privilegiaba al hombre. Este tipo de relación no hacia más que reproducir en el seno de la pareja, lo que aparecía como dinámica social de las funciones hombre-mujer. Esta actitud sumisa femenina convertía a la mujer en ama de casa, por lo cual no solo debía dedicarse a los quehaceres domésticos sino también absorberse en el cuidado de los hijos. Pero socialmente estas actividades no son consideradas trabajo. En la actualidad, la mujer ha salido de su casa y ha comenzado a ocupar lugares profesionales, laborales y sociales, horizontalizándose en el vínculo con el hombre y alcanzando el verdadero lugar que siempre debería haber ocupado.
  • Hombres mas comprometidos en las actividades hogareñas y de crianza: son redistribuidas más equitativamente, con hombres mas empeñados en las tareas del hogar, desde las compras hasta lo que se llamó años atrás la generación de nuevos padres: padres más atentos en la crianza, que bañan al bebé, lo cambian, juegan, ayudan en los quehaceres hogareños, etc. actividades inconcebibles en las generaciones anteriores. No obstante, el cambio está en transición. Por ahora los hombres “colaboran”. No son pocas las mujeres que continúan en las tareas domésticas y hacen también su trabajo fuera de casa, con lo cual la mujer se halla trabajando el doble.

Transformar el competir en compartir en la pareja, implica desarrollar interacciones que nos acerquen a la noción de complicidad y entender sistémicamente que las conductas del otro me llevan a la autopregunta: Que estoy haciendo yo para generar esto en el otro. Por lo tanto, es importante darle al partenaire, valoración y nutrición afectiva en pos de mejorar la relación y obtener respuestas rentablemente amorosas del otro hacia nosotros mismos. Se trata de colocarnos en una posición positiva y darnos valor a nosotros mismos como una forma de brindarle lo mejor al otro. No solo debemos darle amor de diferentes formas a nuestros hijos y nuestra pareja, sino, debemos darnos a nosotros para mejorar nuestra calidad de padres y ser mejores cónyuges.

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