Miente, miente, que algo quedará

En la película alemana “Ha Vuelto” (2015), Adolfo Hitler aparece de pronto en la Berlín actual, moderna y contemporánea, después de haber estado hibernando por más de 70 años, dejando a la imaginación del espectador libre interpretación acerca de dónde haya podido estar durante todo ese tiempo.

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Caminando por la ciudad, se generan varias situaciones, la mayoría graciosas, cuando interactúa con la gente, que lo cree un actor, con un vestuario e interpretación muy bien logrados. Superado su estupor y ya consciente de la situación actual, Hitler se va interiorizando de los acontecimientos mundiales de la post-guerra, la realidad sociopolítica global y los avances tecnológicos, entre los que le fascina en particular Internet, que pronuncia equivocadamente “Internetz”, que podemos entender como una ironía sutil del guionista, ya que “netz” significa red en alemán.

Podemos ver al Führer sentado ante la pantalla de la computadora, mientras una asistente de un canal de televisión le explica cómo funciona esa red mundial de datos, a lo que Hitler le pregunta “¿Y puedo consultar cualquier cosa?” para volver a consultar ante la respuesta afirmativa “¿Y quién tiene acceso a toda esta información?” a lo que Vera Krömeier, la eficiente secretaria le responde que todo el mundo, siendo de consulta abierta para cualquiera que pueda acceder a él, no siendo caro e incluso gratis en muchos lugares. Hitler se acomoda en su asiento, suspira profundamente y mirando a la desconcertada chica le dice Esto le hubiera interesado sobremanera a Josef…”.

Con ese nombre se estaba refiriendo nada más y nada menos que a Josef Goebbels, Ministro para la Ilustración Pública y Propaganda durante el III Reich, una figura ampliamente estudiada y debatida, genio de la propaganda que influyó en millones de personas, y a quien se atribuye la frase “Miente, miente, miente que algo quedará. Una mentira, repetida mil veces, al final termina siendo una verdad”.

Este señor fue responsable de difundir, entre otras cosas, la doctrina nazi entre millones de alemanes y ciudadanos de otros países que veían con simpatía la política que estaba desarrollando el Reich. También guiaba a Adolfo Hitler en sus discursos, colaborando con el contenido e instruyéndolo con el tono de voz, movimiento de las manos y postura física, que el Führer llevaba a cabo agregando el consabido dramatismo wagneriano, del cual ambos eran admiradores.

Sigue perdurando hasta nuestros tiempos, y cada vez en forma más direccionada y eficaz, el uso de la propaganda para los más diversos fines. Por definición, es la “difusión o divulgación de información, ideas u opiniones de carácter político, religioso, comercial, etcétera, con la intención de que alguien actúe de determinada manera, piense según unas ideas o adquiera un determinado producto”. De esta forma, percibimos por medio de imágenes, asociadas a sonidos, colores, forma y hasta aromas, diversos conceptos que buscan captar nuestra atención a través de los sentidos, en primer lugar, y conseguir en consecuencia nuestra adhesión de diversas formas y para distintos fines.

En nuestro país, en vísperas de un año electoral, en el que los motores de la política ya empezaron a calentar desde hace un par de meses, y a través de campañas en las que los candidatos a todos los cargos electivos buscarán atraer, cual flautista de Hamelín, a los incautos –y no tanto- votantes, estamos expectantes ante las estrategias, artilugios y artimañas de las que harán uso. Esperamos que sean creativos, presentando, por ejemplo, programas de gobierno y trabajo donde detallen sus hojas de ruta en caso de ganar. Por otro lado, también nos ilusionamos con que nos sorprendan al elaborar aquéllos y de esa forma nos “ganen” a través de recursos novedosos e inteligentes, y que no recurran –como ya es tan habitual- al consabido recurso´i de denostar contra el rival de turno como principal estrategia.

Y allí tendremos a las señoras y señores candidatos, un poco parecidos al Führer, cuando hagan aspavientos con las manos y en encendidos como grandilocuentes discursos desde las tarimas y haciendo uso y abuso del micrófono, nos den sus propuestas. Todo esto estará acompañado de campañas publicitarias que van a inundar las pantallas de televisión, radios, redes sociales y una vez más nuestras ciudades, como si hiciera falta más basura, se van a llenar de pegatinas y pasacalles (tengamos aquí en cuenta a los que tienen la educación de retirar después, y a quienes no). Y sobre lo que digan o intenten decir, consideremos siempre que algunos actuarán desde la comodidad del gobierno en ejercicio y sus ventajas, otros desde el innegable poder económico, tendremos también a la oposición tiroteando con comodidad desde la gradería y a los prometedores outsiders, que pintan bien porque por un lado son candidatos potables y por el otro, sencillamente porque todavía no los conocemos bien y muchas veces la esperanza radica en al cambio.

Una vez más, sin duda alguna, van a recurrir a la mentira, y mentirán y volverán a mentir, porque es propio de su naturaleza y porque se lo permitimos demasiado tiempo. Van a echar por tierra los logros de unos y otros, y van a indicar que ellos, sencillamente por la forma en que se anudan el pañuelo al cuello, lo hubieran hecho mejor.

Y Goebbels, desde donde se encuentre, va a sonreír feliz. Pero por otro lado es probable, y ojalá que así sea, que gracias a estos medios de información masivos que hacen posible a esta clase política llegar a nosotros constantemente y en todo lugar, también gran parte de la población esté mucho más enterada de la verdad, por lo que, nuestros queridos políticos se verán obligados a recurrir al recurso de Giordano Bruno y aplicar el famoso “si non e vero o ben trovato” y aprendan a mentir mucho mejor, o sencillamente, quién sabe, de repente hasta no es demasiado pedir, empiezan a preocuparse por decir la verdad y comprometerse realmente con nosotros, sus patrones.

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