Al igual que él, 8 empresas y empresarios nacionales fueron galardonados en la noche del 17 de noviembre pasado con los Premios ADEC, Asociación que desde hace 27 años da visibilidad a distintos modelos empresariales y reconoce el trabajo realizado a partir de buenas prácticas, y que resultan en ejemplos contundentes y plausibles de que es posible alcanzar el éxito impactando de forma positiva en la sociedad y cuidando el medioambiente.
Premios correspondientes a categorías como Jóvenes Emprendedores, Eficiencia de Clase Mundial, Mipymes Exitosas, Triple Impacto, Innovación y otros, además desde luego del “premio mayor”, como lo es la distinción a la Empresa del Año, se han otorgado desde 1994, algunas categorías se han ido agregando y otras quedaron en desuso, de acuerdo a la evolución a través del tiempo y las modalidades de negocios y emprendimientos que van surgiendo, como así también los nuevos desafíos sociales y medioambientales que van apareciendo. Lo que no ha cambiado es la esencia de estos reconocimientos: Valorar y poner bajo la luz de la opinión pública a personas y empresas que han sabido perseverar y demostrado que se puede alcanzar el éxito en los emprendimientos, cuidando igualmente el impacto de los mismos sobre las personas y los recursos naturales.
En Paraguay y en el mundo, ya no basta con trabajar, transformar, producir y obtener lucro mediante ese proceso, el mundo ha cambiado de forma tal que los procedimientos industriales y negocios deben llevarse adelante teniendo en consideración de qué forma afectan a las personas, comunidades y a la naturaleza. Por eso, se habla tanto de la economía sostenible, partiendo de la premisa que tenemos derecho a tomar lo que está disponible, pero sin comprometer el derecho de las generaciones futuras a hacer lo mismo.
Si bien todos los requisitos relacionados al proceso de inscripción de los postulantes, el posterior análisis de las postulaciones, entrevistas correspondientes y evaluación final para determinar a los ganadores se realiza en forma técnica e imparcial por un grupo de profesionales de trayectoria y prestigio fuera de toda discusión, el ambiente en el acto del evento es distendido, jovial y alegre. Aquí, la formalidad como regla pasó solamente por la forma en que estas empresas llevaron y llevan adelante sus operaciones. Las corbatas brillan por su ausencia, o quedan muy pocas. Muchos ganadores fueron con sus “hinchadas”, colaboradores, socios comerciales, cónyuges, padres, hijos… los ojos de estos últimos, viendo a su mamá o papá levantar en alto el trofeo, constituyen una imagen que vale más que cualquier premio del mundo.
El premio, otorgado por la Asociación de Empresarios Cristianos del Paraguay, encontró casi 300 dueños desde que empezó la primera convocatoria, y llaman la atención el patrón de conducta ética, solvencia moral y equilibrio financiero que se encuentran entre los que tuvieron el privilegio –y compromiso- de recibirlo. El trofeo, magnífico en su sencillez, obra del afamado artista nacional Juan Pablo Pistilli, no podría ser más apropiado: “Manos que trabajan por un país mejor” es el nombre de la escultura en metal y está representada por dos manos extendidas, manos laboriosas, manos prolíficas.
Estas personas representan a otras miles, que demuestran con sus actividades que el éxito y la ética no solo pueden ir de la mano, sino que también puede ser perfectamente lucrativo que sea así. Son hombres, mujeres y empresarios diferentes, personas que sueñan con la justicia y con la bondad, emprendedores provistos de humanidad y más solidarios, soñadores con sentido de fraternidad, que creen en la gratitud. Personas que no se contentan con soñar, sino que al despertar corren al encuentro de sus sueños y están dispuestos a trabajar duro y hasta a nadar contra la corriente para alcanzarlos.