Uno de ellos es la tranquilidad: Que nos trasmite el hecho de sentir que se cumplió la voluntad del soberano a través del voto, en una jornada favorecida por un clima espléndido, en el que un poco menos del 65% de los casi 4.800.000 sufragantes habilitados acudieron a las urnas en todo el Paraguay y un par de países del exterior (aproximadamente 45 mil votantes paraguayos afuera) para cumplir con el deber cívico. Un par de incidentes aislados, alguna que otra escaramuza y una legisladora vociferante no restan credibilidad a los resultados finales emitidos por el TSJE, avalados también por los observadores internacionales.
También llamaron la atención la disciplina y conciencia ciudadana: La gente acudió a los locales de votación en masas, inclusive personas muy mayores o incapacitadas votaron a pesar de no estar obligadas a hacerlo. Este fenómeno positivo otorga credibilidad al acto y permite a las autoridades electas ejercer la gobernabilidad tan necesaria. La nota negativa fueron las largas colas y esperas prolongadas debidas a la escasa cantidad de máquinas de votación.
Con referencia a esto último: La enorme cantidad de personas observadas en los locales, que primero llevaron a pensar que se superarían los porcentajes de votación anteriores, no eran tales, por lo menos por los motivos que creíamos. Se debieron al incendio ocurrido meses atrás en el que se destruyeron miles de estas herramientas electorales. Esto, nuevamente da lugar a la suspicacia: Nunca se aclararon suficiente y debidamente el origen y las razones del siniestro ni tampoco si los equipos estaban cubiertos por algún seguro. De confirmarse estas hipótesis y haber existido negligencia, los responsables deberían ser pasibles de las penas civiles y penales correspondientes… esto queda como una materia pendiente.
Con los resultados a la vista, empezaron a pulular los profetas del día después, entre los que se suman a ciudadanos “comunes” –al decir del re-electo y políglota diputado liberal-, periodistas, analistas y políticos, todos ellos aunados en la capacidad de hablar sin parar y por tiempo indefinido ante cualquier micrófono que se les ponga enfrente acerca de los motivos que llevaron a un candidato a ganar por un porcentaje tan alto y al otro a perder por tanto, provocando nuestra hilaridad ante semejante despliegue de oportunismo en opinología.
Tampoco somos ajenos a sentir admiración y respeto: Hacia una facción política que a pesar de graves problemas internos y más grandes aún externos debidos a la injerencia de poderes fácticos que poco se preocuparon en ocultar sus intereses, supo entrar a la cancha y ganar el partido por goleada, haciéndose de la Presidencia y Vice, más de la mitad de los escaños en Senadores y Diputados, 15 gobernaciones y la gran mayoría de las Juntas Departamentales. Un trabajo brillante y bien direccionado; en el que los ataques se supieron transformar en oportunidades y éstas devinieron en votos de una mayoría que no permitió que la independencia del país sea pisoteada, como ya nos ocurrió anteriormente, por fuerzas extranjeras.
También es destacable la mesura del ganador, quien, en un discurso moderado y digno de un mandatario, supo agradecer a los colaboradores cercanos y a la estructura que lo llevaron a ese sitio. A este señor le deseamos mucho tino, mano firme y espíritu conciliador para la enorme tarea que tiene por delante.
“Honor al vencido y gloria al vencedor” fue la frase que inmortalizó el Mariscal de Ayacucho, y debemos acotar aquí que, si bien la victoria conlleva una responsabilidad enorme, tampoco le va en zaga la derrota. Así como hay que saber ganar, también hay que saber perder. El oportunismo y la soberbia del gran perdedor de estas elecciones nos provocan un enorme rechazo, en consideración a su falta de auténtica vocación de poder, que le llevaron a mal utilizar todo el aparato de su partido (que tampoco estaba demasiado bien estructurado) para prácticamente autoproclamarse líder de una coalición que nunca fue tal, y cuya caída dejó por el camino a muchos jóvenes valores emergentes.
También fue enorme la sorpresa: Ante los resultados conseguidos por la tercera fuerza electoral, que se constituyó en tal con pocos recursos económicos y de la mano de un líder carismático y verborrágico, que supo canalizar la adhesión de la gente como una respuesta al hartazgo y sentimiento de impotencia de importantes sectores de la sociedad ante los abusos del poder de la clase política dominante. Para ejemplo –como si hiciera falta- recordemos nada más los actos políticos del oficialismo del que participaron funcionarios del Instituto de Previsión Social, dejando sin atención a los asegurados.
Muchos fenómenos devenidos de una jornada que dio sorpresas y cuyos resultados ameritan, sin ninguna duda, un análisis detallado y atento. Apostemos a partir de ahora por un proceso que, llevado a cabo en forma correcta, pueda ser no solamente esperanzador, sino de real impulso para los intereses de todos los ciudadanos.