Unidad e independencia

Vivir en unión es uno de los anhelos más profundos de todos los seres humanos. De modo especial, la unidad dentro da la propia familia, manifestada a través del respeto, del diálogo sincero y del buen humor, ya que cara larga espanta a los demás.

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Sin embargo, existen muchos enemigos de la unidad, casi siempre marcados por la codicia de los bienes materiales, o por la soberbia vanidosa. Estas dos ponzoñas saben travestirse de diversas maneras, pero actúan siempre como ponzoña, que desune y aleja a las personas. El cristiano tiene la obligación de vigilarse cuidadosamente, para no ser engañado por estos antivalores.

Es cierto que el ser humano tiene talentos para agrandar la comunión, pero la parte más importante la hace Jesucristo y es por esto que él sostiene: “Yo estoy en mi Padre, ustedes están en mí y yo en ustedes”.

A través de Cristo nosotros nos unimos al Padre y participamos de su misma vida divina, somos colmados de dones que nos trasforman, nos sanan y nos fortalecen.

Cristo está en nosotros y nosotros estamos en él, y esta hermosísima realidad debe ser alimentada con la Santa Misa de los domingos. No cuidar de esta relación fraterna es atentar en contra de la serenidad.

Es justamente en Cristo que nos unimos entre nosotros, ya que él es el vínculo que establece la ligación, y es la cabeza de este cuerpo espiritual.

Todos los católicos, y cristianos, en fin, deben abrirse para recibir el Paráclito, el Espíritu de la verdad, lo cual trabaja en el corazón de cada uno, llevándolo a compartir con los otros sus alegrías, éxitos, preocupaciones y falencias.

Es el Espíritu de Cristo que construye la unidad y esto es tan importante que él volvió al cielo, en la Ascensión, para luego enviarnos su propio Espíritu.

Hemos de ser constructores de la unidad y para tanto Jesús hace una advertencia: “El que recibe mis mandamientos y los cumple, ese es el que me ama”. Entonces, ser amigo de Cristo exige el honroso deber de vivir sus mandamientos las veinte cuatro horas del día.

Días 14 y 15 de mayo celebramos la Independencia de Paraguay, y el Día de las madres. Que nuestras actitudes sean para fomentar el entendimiento dentro de nuestras familias y también la honestidad en todas las dimensiones del país.

La independencia todavía no está terminada, pues somos “esclavos” de muchas cosas, a nivel personal y nacional. Únicamente mostraremos que amamos a Cristo si cumplimos sus mandamientos y trabajamos por una auténtica independencia.

Paz y bien.

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