Escuchamos estas inquietantes palabras de Cristo: “Les aseguro que todo será perdonado a los hombres: todos los pecados y cualquier blasfemia que profieran. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón jamás: es culpable de pecado para siempre». Jesús dijo esto porque ellos decían: «Está poseído por un espíritu impuro».
Cuando usamos la palabra “mundo”, sentimos una dificultad de dar una interpretación única, pues ella comporta, al menos, dos opuestos.
Nos cuenta el Evangelio que Jesús se fue a la casa del futuro jefe de los apóstoles, y “la suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron de inmediato. Él se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar. Entonces ella no tuvo más fiebre, y se puso a servirlos”.
Celebramos la solemnidad de la “Epifanía del Señor”, popularmente conocida como fiesta de los Reyes Magos.
El Evangelio proclama: “Una voz grita en el desierto: preparen el camino del Señor, allanen sus senderos”. Es la predicación de Juan Bautista, que retoma las palabras del profeta Isaías, y esta indicación debe mantenerse viva por todos los siglos, ya que es justamente eso que necesita el ser humano.
Con la fiesta de Jesucristo, Rey del universo, concluimos el Año Litúrgico. El domingo siguiente, 3 de diciembre, es Adviento, y empezaremos el ciclo “B”.