Ser sabio, nunca tavyrongo

Durante tres domingos consecutivos vamos a reflexionar sobre el capítulo 25 de Mateo, empezando hoy. Es el último gran discurso de Jesús, según este evangelista, de un total de cinco.

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Ahora el Señor nos cuenta una parábola más, indicando características de su Reino y de cómo hemos de participar de él. Normalmente, esta parábola es conocida como: “Las jóvenes necias y las jóvenes prudentes.”

La historia narra que ellas deben estar atentas, pues el “novio” –un personaje importante– ya está por llegar y hay que prepararse para este encuentro.

Para nosotros, la parábola indica la necesidad de una vigilancia activa y responsable, ya que el “novio”, es decir, el encuentro con el Señor puede darse a cualquier momento, y hay que estar preparado.

La actitud de todo cristiano es de considerar que Cristo puede llamarnos para presentarnos delante de Él en el instante menos pensado, para rendir cuentas de nuestra vida: cada cual responde por sus buenas y malas actitudes, y con Dios nunca hay oparei.

En este ínterin existen dos comportamientos posibles: ser necio y tavyrongo, o ser prudente y arandu.

El necio es aquel que no se importa con esta cita con el Señor, que se entrega a la farra y butifarra, que vive dominado por un materialismo egoísta, que busca los placeres y aplausos del mundo. El pobre tavyrongo piensa que es eterno.

El prudente hace al revés, pues sabe que nuestra vida es sostenida por un hilo, que a cualquier segundo puede romperse. Es más, la constatación cotidiana muestra que tal hilo realmente se rompe de modo inesperado.

Ser sabio y esperar la venida del Señor es vivir una fidelidad constante y una espera amorosa. Esta fidelidad se expresa en varias dimensiones, sea en la fidelidad matrimonial, con respeto hacia su pareja; la fidelidad laboral, con un trabajo honestamente realizado; fidelidad eclesial, con una participación gozosa dentro de la propia comunidad; fidelidad colegial, llevando con responsabilidad sus estudios y formación profesional.

Es una espera activa, de quien lucha para vencer sus malas inclinaciones, se esfuerza por tener un ideal y caminar hacia él. Es importante proponerse metas, como sea: ¿Qué quiero conquistar dentro de un año?

La irresponsabilidad tiene duras consecuencias, como lo muestra la parábola, pues quien no abre su alma al Señor puede ver que se le cierra la puerta y escuchar: “Les aseguro que no les conozco”. En verdad, es uno mismo que se autoexcluye, porque no se importa de “tener el aceite para su lámpara” y estar vigilante.

Paz y bien.

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