La gente sufre si gobiernan los malvados

El 12 de junio de 1979 apareció la más célebre carta pastoral de los obispos paraguayos, la que impactó en la sociedad al punto de ser recordada hasta ahora: El saneamiento moral de la nación.

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Hoy, 44 años después, en tiempo de mayores libertades, me temo que en muchos aspectos hemos empeorado respecto a aquel escenario. La inmoralidad y la corrupción carcomen con su infección los tejidos íntimos de nuestro país.

El viernes 8, el obispo Ricardo Valenzuela, en su duro mensaje a las autoridades nacionales, recordó aquella Carta del 79 y actualizó las críticas adecuándolas a la situación presente.

El año de la Carta, el Paraguay vivía el auge de la construcción de Itaipú con la gran inyección de dinero que eso significó, un caudal de riqueza como nunca hubo aquí y que contribuyó a crear una nueva oligarquía plutocrática, una casta de nuevos ricos que motorizó un cambio de costumbres y de expectativas en la población.

De aquella estoicidad reconocida, de su legendaria austeridad, el paraguayo medio pasó a constituirse en un hedonista apegado en extremo a los bienes materiales: codicioso, ambicioso en la peor acepción y potencialmente corrupto.

El documento condenaba la sociedad de consumo, que “es insaciable y pide ganancias rápidas y suculentas, sin mirar los medios”.

La descripción de esa nueva sociedad emergente a finales de los 70 era patética: “He aquí la primera fuente de corrupción: ¡hay que conseguir dinero de cualquier modo! Somos testigos de toda clase de robos y fraudes. La emisión de cheques sin fondos, el contrabando, las quiebras fraudulentas no son novedad y ya no escandalizan a nadie, que es lo más grave”.

Deploraba que el trabajo honesto se hubiera “vuelto raro” pues “se prefiere tentar fortuna” por vía del acomodo. Denunciaba además que “ya es imposible intervenir en una licitación pública o privada sin recurrir a los padrinos, a la coima y al soborno, que se han vuelto rubros delictivos presupuestados en todas las obras de cierta importancia”.

Al lamentar que “con dinero todo se consigue”, los obispos expresaban en 1979 su espanto porque “con tal de ganar se explota al hombre y se fomenta la delincuencia y la prostitución juveniles, el alcoholismo y la drogadicción”.

En el Paraguay se había obrado un cambio drástico y la decadencia moral se había instalado reemplazando a la otrora ponderada templanza traducida en honestidad, que distinguiera tradicionalmente, tiempo atrás, a esta nación.

En los años de transición democrática, la decadencia moral se acentuó, a tal punto de que ni los títulos académicos son ya confiables. “Se está dando títulos a analfabetos funcionales que no comprenden lo que leen. En manos de quiénes quedará el futuro de nuestro país”. El clamor del obispo el viernes 8 se levantó frente mismo a las autoridades nacionales encabezadas por el presidente Santiago Peña.

Ante ellas, Valenzuela lanzó su potente enunciado: “Cuando predominan los justos, la gente se alegra; cuando los malvados gobiernan, la gente sufre” ¿Entenderán?

nerifarina@gmail.com

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