Escuchar a cristo es sanarse

En los sábados Jesús iba a la sinagoga; como diríamos hoy, a la capilla de la comunidad; y después de la lectura del Antiguo Testamento, enseñaba a los presentes con un estilo y una hondura que llamaba mucho la atención.

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Esto nos exhorta para la importancia de la “Liturgia de la Palabra”, que es proclamada en los sacramentos, especialmente en la Eucaristía. Su estructura está compuesta, normalmente, de un texto del Antiguo Testamento; el salmo, que es la respuesta de la asamblea a esta lectura, y un texto de las cartas del Nuevo Testamento. En seguida, viene la proclamación del Evangelio, que es la palabra de Jesús, y por ser tan importante quien habla, nos ponemos parados.

Después de la homilía, sigue la respuesta de los fieles, afirmando “Creo en Dios”, creo en lo que he escuchado a través de su Palabra, y en todo lo que dice la Profesión de fe. Finalmente, termina con la Oración de los Fieles.

Es un regalo inmenso oír y meditar esta riqueza espiritual, es una enseñanza que ilumina nuestro espíritu, que aclara el sentido de varios acontecimientos de nuestra existencia y nos fortalece para afrontar las dificultades, que nos golpean siempre.

Tanto nuestro corazón cuanto nuestro cerebro necesitan ser educados, de modo a que no seamos débiles en la fe, ni tampoco criaturas caprichosas. Es la enseñanza de Jesucristo, hoy actualizada por la Iglesia, que nos inculca valor delante de las tentaciones que nos seducen, y del egoísmo, que tan fácilmente nos engaña.

Asimismo, Jesús, en la sinagoga, increpó a un espíritu inmundo diciendo: “Cállate y sal de este hombre”: además de enseñar, Él también libera y sana.

Son muchos los “espíritus inmundos” que nos presionan, como la codicia, que es insaciable; la prepotencia, que ambiciona manosear constantemente al semejante; la adicción sexual, que esclaviza a uno, y destruye muchos matrimonios.

Jesús sigue actuando a favor nuestro, lleno de sorpresas, como lo hizo con este hombre en la sinagoga, pues “Jesús es el mismo, ayer, hoy y siempre”.

Notemos que hay una asociación entre la enseñanza realizada con autoridad y el poder de vencer a los espíritus impuros. Esto se debe a su unión con el Padre, en constantes momentos de oración y una humilde disponibilidad al ser humano más necesitado.

Esto nos motiva a no quedarnos herrumbrados en nuestros esquemas mentales, pero a buscar la voluntad del Señor, de modo que le escuchemos con un corazón sincero, seamos sanados, y también seamos agentes de sanación para aquellos que viven alrededor nuestro.

Paz y bien

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