Puro lata pararã

En cierto momento de la reunión social, un grupo más o menos numeroso escuchaba atentamente los relatos y anécdotas de cierta persona, desconocida hasta ese momento para la mayoría, que con singular y avezado uso de los recursos del idioma ponía sobre el tapete hechos de público conocimiento, en los que mencionaba habría tenido una intervención más o menos directa, e influido en el resultado de los mismos.

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Apenas transcurridos un par de minutos, la actitud del público fue cambiando: Algunos rostros antes interesados, volteaban ahora hacia otro lado, un señor miraba atentamente algo en su celular, mientras se iniciaban conversaciones entre algunos presentes. Demasiado pronto quedó en evidencia la poca credibilidad de aquella persona, que posiblemente subestimó la capacidad crítica como también la paciencia de su efímero público. Y terminó de perder toda la atención cuando alguien directamente giró, dirigiéndose hacia otro lugar mientras decía como para que lo escucharan todos “este tipo es puro lata pararã”.

Esta expresión autóctona que traducida literalmente significaría “ruido de latas”, se usa para denotar que una persona habla mucho o es muy ruidosa, al mismo tiempo lo que dice no tiene sustancia. Pura alharaca, que además resulta “pastelosa”, tanto por la ausencia de contenido como también, peor aún, si la persona posee un tono de voz molesto o impostado. Sería nuestra versión local de la famosa frase castellana “mucho ruido y pocas nueces”.

Estamos llenos de especímenes de esta clase, que de alguna manera logran abrirse paso y hasta tener cierto grado de éxito en distintos ámbitos de nuestra sociedad, y de verdad que ayuda -y mucho- tener la actitud de este señor que, harto de lo que escuchaba, sencillamente se retiró dando mientras lo hacía su opinión en voz alta.

No siempre podemos obrar así, porque la etiqueta o intereses personales o profesionales nos lo impiden, por lo que nos conformamos con usar la frase como un desahogo personal en distintas situaciones, así cuando el político no cumple con sus promesas electorales diremos que es lata pararâ rei. En otro orden de cosas, para expresar hartazgo usaremos “che kuerái lata pararâgüi”, y cuando nos refiramos a alguien que habla al santo botón diremos “ese ko es un lata pararâ”. Esta última expresión, repetida en varios lugares en relación a la misma persona, puede llegar a ser lapidaria para la misma.

Una cosa de no creerse: Estos charlatanes están ubicados por todas partes, y cuando nos abordan directamente lo hacen sin empacho alguno, parecería que estudian el momento exacto para la emboscada. Y uno tiene que quedarse escuchando sus historias, ofertas de negocios increíbles, propuestas políticas que ¡nambréna luego!, van a hacer volar al país a niveles fantásticos o cualesquiera otras cuestiones que en realidad nadie les cree. Y lejos de tener vergüenza de los que están diciendo, somos nosotros los que nos avergonzamos por no cortarles el discurso empalagoso por la mitad; como debería ser, finalmente.

Un poco más tragicómica se pone la cosa cuando este tipo de payasadas tienen por protagonistas a representantes del Congreso, que parecería que creen que el voto que les prestamos les otorga una suerte de carta blanca para actuar como mejor les parece. De esta forma, la Senadora Katya redobló la semana pasada la apuesta de terminar de aburrir a la gente y perder credibilidad cuando incurrió en incongruencias enormes denunciando una supuesta persecución. Al hacerla, al margen de las pruebas sin sentido presentadas, abusó una vez más de los gritos y aspavientos. Recordemos aquí al genial don Humberto Rubín cuando sentenciaba el que tiene el micrófono no necesita gritar”.

No perdamos de vista que la comunicación es muy importante, demasiado importante como para permitirnos, menos aún en esta época de exceso de noticias y falta enorme de filtros de la calidad y fuentes de las mismas, de no atender de dónde vienen.

Por eso mismo, es por demás imperativo que cuidemos aquello que leemos y escuchamos, y sepamos a qué canales recurrir para estar mejor informados. Y tanto para enterarnos de noticias del plano internacional, futuras tácticas de nuestra sufrida Albirroja o de las novedades de la familia: Sepamos a quién recurrir y a quién creer, y no permitamos que nos roben el tiempo los charlatanes de siempre. Aunque lastimosamente ya no se use, el entrechocar de las latas era muy lindo al ver pasar en un vehículo a los recién casados. Cualquier otro tipo de “lata pararã” es solamente eso, una pérdida de tiempo.

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