Que esperen los chaqueños

Los proyectos encaminados para el Chaco central tienen la particularidad de ser extremadamente dilatados. Los motivos son muchos y parecen ser todos válidos a la hora de agregar excusas al frondoso antecedente de retrasos de inicio de obras al que los chaqueños están forzosamente acostumbrados. Tal es el caso del tercer tramo de la Ruta Bioceánica que comprende un camino de asfalto desde la ciudad de Mariscal Estigarribia hasta la localidad de Pozo Hondo.

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Hace un año se firmaba, no sin una estruendosa propaganda estatal, los primeros contratos. El hecho fue celebrado por todos los medios condescendientes al Gobierno como si casi la ruta ya estuviera lista y con escepticismo por otros.

Ese escepticismo obedece a que los chaqueños saben que mientras más ruido haga la actividad anunciada, más lento será todo en comenzar, y efectivamente así fue.

Los hoyos de la Picada 500 –zona de intervención– se pueden comparar fácilmente con cráteres lunares los cuales hacen guerra a los transganados, camiones y cualquier vehículo que temerariamente ose transitar por dichos parajes. Tan estropeados están los caminos y por tantas décadas están así que la sola mención de dicho paraje puede hacer sudar hasta al más experimentado de los choferes y peor aún si llueve ya que todos los baches se convierten en una trampa pastosa de lodo jabonoso.

Sin embargo, no circular por allí no es opcional. Las industrias que prontamente se instalaron con una fe férrea en el futuro y desarrollo del Chaco ya están allí haciendo patria. Tal es el caso de una desmotadora de algodón instalada al costado de la picada 500 la cual funciona con cientos de funcionarios y cuentan con suma satisfacción que el aumento de procesamiento de algodón fue triplicado en tan solo un año “aún con los caminos feos...” dando a entender que tanto más se podría hacer si los caminos estuvieran operativos.

Otro ejemplo igualmente loable es la plantación de dátiles también en la misma zona, cuyos inversores tuvieron la idea visionaria de iniciar trayendo plantines de Israel y marcando el puntapié en un negocio tan prometedor como riesgoso. Cultivar un fruto del desierto en una zona en donde regar una plantación fue un desafío que resultó bien y las plantas se adaptaron y produjeron su primera tanda de dátiles mucho antes de lo esperado. Todo esto, en condiciones viales y de energía eléctrica mínimas para los chaqueños productores, habitantes, nativos e inversores ya que en ese caso todos están en las mismas.

Mientras tanto, la espera por las obras sigue, no hay alternativa ya que el mensaje del Gobierno aunque sin palabras ni explicaciones es más que obvio: que esperen los chaqueños.

natalia.ortiz@abc.com.py

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