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También estuvo la ministra de Salud, María Teresa Barán, quien no aclaró si también se sorprendió. En todo caso, si sabía cómo estaba el edificio, nunca le contó nada, aparentemente, al Presidente.
Para evitar creer que esa visita sorpresa fue un montaje publicitario, digamos que eso le pasa al Presidente por seguir solamente a los medios oficialistas, que le dicen que está todo bien, que ya estamos mejor y que quienes denuncian o se quejan es porque no lo quieren nomás.
Por lo visto, Peña pretende demostrar públicamente que es sensible y que se ocupa de cuestiones sociales para contrarrestar la impresión de que no es quien toma las decisiones en este gobierno.
En ese tren, esta semana, a través de la Vocería del Gobierno, se lanzó un video con una entrevista que le hizo su misma vocera, lleno de autoelogios y felicitaciones a su gestión.
Tal vez, hubiera sido más contundente que, usando la tecnología, apareciese Santiago Peña entrevistándose a sí mismo, como lo hizo hace mucho el exsenador Alfredo Jaeggli en TV, haciéndose él mismo las preguntas que le gustaría que los periodistas le hicieran y ninguna otra.
En esa entrevista, Peña habló de los proyectos de su gobierno que consideró importantes, por ejemplo la aprobación de la ley de Superintendencia de Jubilaciones, apuntando que algunos parlamentarios opositores que votaron en su momento contra el proyecto ahora reconocen que lo hicieron presionados para poner trabas a su gobierno.
El comentario de Peña es llamativo, ya que su argumento para evitar opinar sobre la expulsión de la senadora Kattya González la semana pasada fue que “no quería inmiscuirse en otro poder del Estado”. Muchas organizaciones se están pronunciando sobre este hecho, todas en contra y no se entiende por qué el Presidente no puede hacerlo. Tal vez debería decir, como el presidente del Senado, Beto Ovelar, citando a Ludwig Wittgenstein, “de lo que no se puede hablar, mejor callar”, así confirmaríamos por dónde viene la mano.
Si el Presidente quiere seguir con esta campaña de visitas sorpresivas, debería elegir como próximo destino el hospital central del IPS y otros puestos de salud del país, para enterarse de más padecimientos de la gente.
Debería ir también, sorpresivamente, a varias escuelas del país, tomando la precaución de hacerlo munido de un buen casco, por las dudas.
Pero, por más que siga explorando y descubriendo ahora los problemas de la gente y del país, es muy difícil que convenza de que, a mediano plazo, este sistema bicéfalo de gobierno pueda funcionar, donde él supuestamente se ocupa del país mientras su grupo político hace el trabajo sucio de sacar del medio a los políticos y políticas de la oposición que “molestan”.
Ante aquella pregunta que muchos se hacían antes de que asuma la Presidencia, de si Peña sería capaz de despegarse del oscuro entorno que lo rodea para intentar hacer su propio camino, va quedando claro que no será así. Evidentemente, seguirá portándose como lo que nunca dejó de ser: un buen empleado que hará las cosas que agraden a su jefe y no mucho más que eso.