Fortalecer la esperanza

Frecuentemente, la vida nos golpea por varios lados, sea el aspecto de la enfermedad, de la falta de plata, de la falta de diálogo familiar, además, de ciertos problemas íntimos que vamos arrastrando a lo largo de los años.

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Delante de este panorama, más todavía con una casi eterna crisis económica mundial, el ser humano tambalea, y si no tiene un sostén fuerte donde agarrarse, puede caer en la desgana, la depresión, y hasta en recias perversidades.

Por eso necesitamos con urgencia fortalecer nuestra esperanza, saber por qué estamos en esta tierra, vibrar con nuestra misión, conseguir robustez para seguir adelante, y conocer algo de lo que nos aguarda en el futuro.

Justamente para fortalecer la esperanza del ser humano, Jesús se transfigura, como vemos en el Evangelio: “Allí se transfiguró en presencia de ellos y sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas”.

El Señor les hablaba de su pasión, de cómo iría a Jerusalén, de cómo sería entregado, torturado y finalmente, asesinado en la cruz. Para ellos, esto significaba una enorme decepción con su líder.

De esta manera, Jesús ofrece un medio eficaz para fortificar la esperanza de sus apóstoles, que es mostrándoles algo de su gloria futura, a través de la transfiguración.

Hoy también Él no desea que seamos víctimas del pesimismo, y de tantas boberías que nos machacan. Con su transfiguración, el Señor muestra su propia gloria, y la gloria que tendremos, si permanecemos unidos a Él.

Saber que las luchas y las cicatrices del presente no son la última palabra en nuestra vida, estar convencido de que hay algo mejor más adelante, una felicidad completa basada en el amor generoso del Señor, es algo que nos rejuvenece intensamente.

Sin embargo, hay que “bajar del monte Tabor”, lo que significa enfrentar los problemas inevitables de la existencia.

Una actitud que muestra empeño sincero para reforzar la esperanza es tener en cuenta lo que dice la voz del Padre: “Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo”. Escuchar a Jesucristo, poner en práctica su enseñanza, que es fielmente transmitida por la Iglesia, es algo que exige vencer nuestro egocentrismo, pero genera felicidad.

Además, es necesario recordar todos los días las experiencias lindas que ya hemos tenido del amor de Dios, las veces que probamos su ayuda fiel, pues esto nos anima.

Igualmente, agranda nuestra esperanza hacer un poco de ayuno en los viernes de Cuaresma. Será ayuno de comida, pero también de teléfono celular, de diversiones y de palabras ociosas.

Paz y bien

hnojoemar@gmail.com

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