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Palabras más, palabras menos, el parlamentario alabó la macro economía paraguaya, a la que calificó de extraordinaria, ordenada, sin inflación, donde el cinco por ciento concentra la riqueza, y el resto de la población es masivamente pobre. (https://www.abc.com.py/nacionales/2024/03/06/diputado-argentino-propuso-frenar-migraciones-pobres-y-puso-a-paraguay-como-ejemplo/).
Muchos de esos pobres van a recalar a España, Estados Unidos, Argentina, desde donde giran el dinero para el sostenimiento de sus familias. Cuántas madres paraguayas optan por dar a luz en hospitales del país vecino, para que sus hijos tengan el documento argentino y el acceso a beneficios sociales. Y ni hablemos de compatriotas que mendigan atención sanitaria en sus hospitales.
Esta descripción desnuda nuestra condición de miserabilidad, que nos avergüenza e indigna como paraguayos. Condición que no pasa desapercibida para nuestros “líderes” políticos. Pero están demasiado ocupados en mantener y acrecentar sus espacios de poder, y los privilegios que ello les reporta. Inmunes a conceptos tales como vergüenza, o ética.
Es inconcebible en un país rico en recursos, con toda la tecnología disponible para transformar y agregar valor a la materia prima, que sigamos la antigua práctica de expulsar pobres por falta de fuentes de trabajo.
Itapúa ocupa una región pródiga en recursos y oportunidades de desarrollo. Así también es una de las zonas de mayor inequidad del país. Los “programas” para “combatir” la pobreza y desigualdad de los sectores más vulnerables no pasan de un impune “plata ye’u” con visos de legalidad, para la financiación de campañas electorales y la repartija entre allegados políticos.
Ostentamos fama de exportadores de soja, carnes “premium”, marihuana, y pobres. Que nos sitúa en un indecoroso nivel de republiqueta bananera. Imperiosamente, necesitamos superar determinados esquemas, si queremos asumir un destino más libre como sociedad, y más digno como nación.