Política y honestidad intelectual

La honestidad intelectual es no tener doble discurso. Pensar y decir lo que uno piensa: sin miedos ni tapujos. Sin maquillar las palabras ni ser hipócritas. Tiene que ver con una excelente argumentación de nuestras posiciones tanto en debates, charlas, entrevistas, notas o escritos. Debemos exponer nuestro punto de vista con convicción y ética. Tenemos que ser creíbles para quien nos lee o escucha. E igualmente hay que escuchar atentamente al que está enfrente y analizar sus palabras con mucho respeto aunque uno no está de acuerdo. La honestidad intelectual es la coherencia entre las ideas y las expresiones. Es, incluso mostrarse tal cual como uno concibe la vida y las cosas y lo manifiesta en su conducta cotidiana.

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Esta cuestión no es fácil ni sencilla; requiere solidez y coherencia de principios por parte del emisor que puede ser político, filósofo, escritor, periodista, comunicador, científico, docente, líder o figura social. Cualquier persona que posee relevancia o influye en su entorno, sociedad o profesión necesita de honestidad intelectual para lograr sus objetivos. En ningún campo como en lo político se nota su ausencia y esto es una lástima porque es una razón para que se pierda la confianza. Hay que ser muy libre y a la vez muy comprometido para ser fiel a si mismo y no flaquear en momentos decisivos. Hay que tener valentía y coraje para sostener los pensamientos y no cambiar en ningún caso, por poder o dinero.

Muchos políticos van de carpa en carpa, de movimiento a movimiento. Son como las veletas que se mueven según donde sopla el viento. Debieran de ser como brújulas que indican una dirección determinada. El caso de los políticos que de Cruzada Nacional pasan al cartismo, demuestra el juego sucio y perverso, donde no hay principios ni convicciones, no hay respeto a los electores, no hay ética ni convicción de nada y solo importan el poder, la ambición y el dinero. Cómo nos llena de vergüenza ver a los supuestos representantes del pueblo, venderse como prostitutas al mejor postor, que ofrece más dinero y posibilidades de delinquir con negocios turbios con el fin de amasar fortuna en el más corto tiempo y de todas las maniobras sospechosas y conocidas.

Claro que hay otros casos peores como los liberales Dionisio Amarilla, Noelia Cabrera, Edgar López, Hermelinda Alvarenga que votaron por la pérdida de investidura de Kattya González y que fueron expulsados de su partido por ser traidores y traicioneros. Personajes de esta calaña abundan en la política nuestra todos los días y crecen como hongos después de las lluvias. No tienen honestidad ni mucho menos intelectualidad. Quizás leyeron algunos libros pero no hacen culto a la verdad. Andan por caminos oscuros para medrar en los vicios y la podredumbre. Tienen que dejar esos escenarios y dedicarse a plantar mandiocas o batata. Para representar a tu partido necesitas otras virtudes muy diferentes.

Necesitamos pensadores libres y comprometidos. La palabra pública conlleva una gran responsabilidad con la gente. No pueden decir hoy una cosa y mañana otra totalmente distinta. Por eso tienen que tener autoridad moral, juicio crítico, no someterse a nada ni a nadie por conveniencia e ir hasta las últimas consecuencias por defender tu postura e ideal. Falta bastante a algunos de los políticos que son muy cambiantes en sus pensamientos y no tienen autonomía de criterio. Para ser confiables hay que ser muy fuertes y ser humildes a la vez para admitir los propios errores. La ética y la verdad surgen de códigos internos, es decir de la consciencia, donde el individuo discierne lo que está bien y lo que está mal y lo lleva a practicar en su vida cotidiana.

Todos somos capaces de diferenciar la verdad de la mentira y la honestidad de la sinvergüenzia.

No nos engañemos por favor.

blila.gayoso@hotmail.com

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