Ahora los parlamentarios nos vienen con una ley que obligará a poner un distintivo de ñandutí en los vehículos conducidos por personas de 65 años de edad, y más. Es con el propósito de “promover el respeto, la paciencia y la seguridad vial en el tránsito” hacia los adultos. ¿Alguien cree que el aviso será respetado? ¿Se piensa que el distintivo cambiará el comportamiento hostil o indiferente de mucha gente?
Los defensores de esta ley nos recuerdan de una similar en el Japón. Y si allá funciona –nos dicen- ¿por qué no ha de serlo aquí? Porque no tenemos la cultura japonesa; porque el Japón está, para nosotros, en otra galaxia. Un hecho simple, cotidiano, repetitivo: las cebras que pretenden priorizar al peatón. ¿Qué conductor las respeta? En estos días, como tantas veces, he visto a una pareja de ancianos que intentaba cruzar la calle. Por poco un ómnibus no les lleva por delante. El chofer, muerto de risa por la cara de desesperación de los ancianos. ¡Y la luz roja del semáforo! Para muchos conductores es siempre verde. ¿Estos hechos se dan en el Japón?
Es un error pensar que lo que funciona bien en otro país, aquí sería igual. Hay una barrera cultural que nos impide ser, en lo bueno, como los demás. Siguiendo con Japón, allí no se tolera, por ejemplo, la corrupción. Hay leyes muy severas que las castiga sin piedad. También nosotros tenemos leyes ejemplares, avanzadas, que castigan el robo del dinero público. ¿Y…?
Es posible que muchos de los mayores de 65 años se vean obligados a conducir sus vehículos. Es por los problemas que representan el transporte público que tenemos, no deseable para nadie. Es un ejemplo para el mundo de lo que no debe ser. ¿Una persona de la tercera edad en esos vehículos? Además viaja parada, tambaleándose. Cuando llega a destino piensa seguir en ambulancia con la sensación de haber salido de un duro combate.
Siempre en Japón. Allí, como en muchas partes del mundo civilizado, hay modernos vehículos a disposición de la gente de la tercera edad. No pagan ni un centavo. ¿Necesitarían comprar un vehículo y manejarlo?
Nuestro país cuenta con muchas leyes, y decretos que las reglamentan, a favor de los adultos mayores. A uno se le saltan las lágrimas de emoción al leerlas. ¡Que amor infinito a los ancianos! ¡Que delicadeza! ¡Que ternura! Si, pero en los papeles, en los versos, que son la especialidad de nuestras autoridades.
La cuestión de la tercera edad se volvió un problema mundial. Las personas viven más que antes y presionan en el sistema de la seguridad social. Hace poco se discutió acerca de los muchos gastos en salud que los ancianos ocasionan al Estado. La presidenta del Banco Central Europeo, Chistine Lagarde, terminó la discusión con estas palabras; “De todos modos van a morir”.
En su edición del pasado domingo 7, el diario “Ultima Hora” incluyó un reportaje que trata “de las proyecciones de un acelerado envejecimiento de la población paraguaya hacia el 2050”. Los datos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), agregan: “Paraguay atraviesa una transformación demográfica profunda que modificará su estructura de edad y la dinámica de crecimiento en las próximas décadas”.
De acuerdo con los estudios “Paraguay deberá prepararse para una demanda creciente de servicios para adultos mayores y para un entorno menor de crecimiento natural de la fuerza laboral”.
Si ahora estamos como estamos ¡lo que ha de ser en 25 años! Se van a necesitar varios ejércitos de tejedoras de ñandutí para los distintivos.
La ley que busca “el respeto” es una delación: “¡Ahí va un anciano, róbenle!”
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