Ocho lugares que no se puede dejar de ver en Oporto

Cuando uno piensa en Oporto, inmediatamente piensa en su vino. Pero la segunda ciudad más grande de Portugal ofrece mucho más que eso, ya que desde el cambio de milenio, la otrora sombría ciudad industrial se ha convertido en un atractivo destino turístico.

Un paseo en barco por el Duero es casi una obligación para los turistas en Oporto. Aunque la vista del río desde la góndola del teleférico de la ciudad tampoco está nada mal.
Un paseo en barco por el Duero es casi una obligación para los turistas en Oporto. Aunque la vista del río desde la góndola del teleférico de la ciudad tampoco está nada mal.Andreas Drouve

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“Yo mismo he sido testigo del cambio radical”, cuenta João Duarte Vieira, guía turístico en la ciudad. “Oporto se ha convertido en una ciudad más luminosa”, añade.

Le presentamos ocho puntos destacados:

1. Paseo en barco por el Duero

Soltar amarras. Un paseo en barco de 50 minutos -al igual que una visita a una bodega de vino de Oporto- es un clásico en Oporto. Se contempla el casco antiguo, construido como un Lego de colores. Se navega bajo los puentes. Alfombras de plantas se deslizan río abajo. Las gaviotas alborotan.

Más tarde, cuando el barco da la vuelta mucho antes de la desembocadura del Atlántico, los cormoranes revolotean sobre el agua. Un tranvía retumba en la orilla. En algunos lugares, las fachadas de las casas y los escaparates se desmoronan. Aún queda mucho por sanear en la ciudad.

2. El museo del corcho

El vanguardista distrito cultural World of Wine -o WOW, para abreviar- dedica un museo a uno de los productos estrella de Portugal: el corcho. Este se pela a mano de los alcornoques cada nueve años y no solo se utiliza para sellar botellas de champán y vino.

En el museo “Planet Cork” (Planeta Corcho) se muestran a los visitantes sus múltiples usos: como material aislante, en equipamientos deportivos o en bolsos de moda de piel de corcho.

3. Librería con cola de visitantes

¿El libro ha muerto? No, el libro está vivo en la “Livraria Lello”, una de las librerías más bonitas del mundo. Mucha gente lo piensa así, y por eso a menudo se forman colas ante la entrada. El precio de la entrada, unos 8,70 dólares, no es un impedimento.

“Se puede descontar en la compra de un libro”, dice la empleada Ana Teixeira.

El interior sigue caracterizándose por la elegancia de principios del siglo XX. La pieza central es la escalera curva con relieves florales. Faroles colgantes y barandillas aportan los detalles en la galería.

Teixeira explica una ingeniosa ilusión: “La mayoría de la gente piensa que todo es de madera. En realidad es yeso pintado que imita la madera”.

4. Torre de iglesia con una panorámica de 360 grados

No lejos de la histórica librería, la Torre dos Clérigos marca literalmente el siguiente punto culminante de la visita. La torre barroca, símbolo de Oporto, se eleva 75 metros y se asemeja a un guardián sobre la ciudad.

En el pasado, desde esta elevada altura se anunciaba la llegada de los barcos mercantes. Hoy en día, se puede disfrutar de maravillosas vistas panorámicas desde lo alto.

5. Museo de Arte de Serralves

El arquitecto estrella portugués Álvaro Siza Vieira llevó al extremo su juego de largos pasillos, salas, ventanas a la vegetación, simetrías y asimetrías en el Museo de Serralves. Este espacio sirve como escenario de exposiciones temporales de arte moderno y contemporáneo.

Los amplios jardines están siempre repletos de esculturas, entre ellas obras de Richard Serra y Claes Oldenburg. Pero eso no es todo: la casa Art Déco del parque alberga una fantástica exposición de obras del español Joan Miró.

6. “Iglesia de pan de oro”: Igreja de São Francisco

Nada era demasiado caro o elaborado para remodelar la gótica Igreja de São Francisco, la iglesia de la orden franciscana, siglos después en estilo barroco. Las tallas de madera se cubrieron con 500 kilos de pan de oro. El esplendor ornamental es sobrecogedor.

Vieira, nuestro guía de la ciudad, nos abre los ojos acerca del origen de los tesoros y su explotación: “No vinieron de Portugal, sino de la antigua colonia en Latinoamérica, Brasil”. El guía también señala una sorprendente contradicción: “Los franciscanos eran pobres. El dinero no tenía valor para ellos”.

7. El arte de los azulejos en la estación de tren

Los azulejos decorativos son hitos de Portugal. Adornan palacios, monasterios, patios, fuentes, escaleras y casas, ya sea con motivos geométricos, vegetales o figuras.

En el vestíbulo de la estación de São Bento, en Oporto, el arte del azulejo alcanza dimensiones insólitas: monumental y casi hasta el techo. Escenas históricas y populares se despliegan como libros ilustrados. Una parada gratuita no solo para los viajeros de tren.

8. Viaje en altura en teleférico urbano

Un corto pero intenso viaje en las alturas en el teleférico que recorre la orilla de Vila Nova de Gaia. Esto le ofrece una nueva perspectiva de Oporto: el resplandeciente Duero, los tejados, la catedral, los salones sagrados del vino de Oporto. Hacer turismo en formato panorámico no puede ser más relajante.

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