Efeméride: un 26 de diciembre Marie y Pierre Curie anuncian el descubrimiento del radio

Pierre y Marie Curie en su laboratorio.Wikipedia

El 26 de diciembre de 1898, en París, se anunció ante la Academia de Ciencias un hallazgo que cambiaría para siempre la comprensión de la materia y abriría el camino a la física nuclear, la química moderna y la medicina oncológica.

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Ese día, se presentaron los resultados de Marie y Pierre Curie que confirmaban la existencia de un nuevo elemento químico, extraordinariamente radiactivo: el radio, aislado a partir de la pechblenda, un mineral oscuro y aparentemente poco prometedor.

Manuscrito de Marie Curie sobre su investigación en radiactividad. Museo Curie, París.

La nota científica, titulada “Sobre una nueva sustancia fuertemente radiactiva contenida en la pechblenda, fue leída por Henri Becquerel en nombre del matrimonio Curie y su colaborador Gustave Bémont.

Detrás de ese texto técnico se escondía una verdadera revolución científica.

De la pechblenda a un nuevo elemento

La historia del radio comienza con la pechblenda, un mineral rico en uranio procedente principalmente de las minas de Joachimsthal, en Bohemia (actual República Checa).

Tras el descubrimiento por Becquerel, en 1896, de que las sales de uranio emitían radiaciones desconocidas, Marie Curie decidió convertir aquel fenómeno en el tema de su tesis doctoral.

Al estudiar distintos minerales, Marie observó que la pechblenda emitía mucha más radiación que el uranio puro. La única explicación razonable era que el mineral contuviera uno o varios elementos desconocidos, mucho más activos que el uranio.

Comenzó entonces un trabajo extremadamente arduo: tratar cientos de kilos de pechblenda, removida y procesada químicamente, para concentrar las sustancias responsables de la intensa emisión.

Meses antes, en julio de 1898, los Curie ya habían anunciado otro nuevo elemento, el polonio. Pero la radiactividad de la segunda sustancia que detectaron era aún más impresionante.

Mediante una serie de cristalizaciones fraccionadas y análisis químicos, lograron aislar compuestos que, pese a estar presentes en cantidades minúsculas, mostraban una actividad asombrosa. Habían dado con el radio.

A finales de 1898, sus mediciones eran concluyentes: aquella sustancia nueva no solo no encajaba con ningún elemento conocido, sino que emitía una radiactividad aproximadamente un millón de veces superior a la del uranio.

El 26 de diciembre, esos resultados fueron oficialmente comunicados a la comunidad científica parisina.

Un brillo azul como símbolo de una era

Aunque el metal radio no se obtendría en estado puro hasta 1910, lo que tenían en 1898 eran sales de radio sumamente concentradas.

En la oscuridad del laboratorio, esos compuestos desprendían un débil resplandor azulado y calentaban espontáneamente su entorno. El fenómeno resultaba tan inquietante como fascinante.

La combinación de mediciones cuantitativas —con el electrómetro diseñado por Pierre Curie— y de análisis químicos permitió situar el radio en la tabla periódica, cerca del bario.

El bautismo del nuevo elemento no fue casual: “radium”, del latín radius (rayo), hacía referencia directa a su increíble potencia emisora.

Símbolo del Radio en la Tabla Periódica.

La noción misma de “radiactividad”, acuñada por Marie Curie, comenzaba a tomar forma como un concepto central de la física y la química del siglo XX.

El anuncio del 26 de diciembre cristalizó años de trabajo experimental y abrió la puerta a una nueva visión del átomo, ya no como una esfera indivisible, sino como una estructura dinámica capaz de transformar su propia naturaleza.

El impacto en la física nuclear y la química moderna

La confirmación del radio fue decisiva para que la radiactividad dejara de ser una curiosidad para convertirse en una herramienta clave de investigación. El estudio de sus emisiones contribuyó directamente a:

  • La formulación de la teoría de la desintegración radiactiva por Ernest Rutherford y Frederick Soddy.
  • La comprensión de las series radiactivas y la idea de que los elementos podían transformarse unos en otros.
  • La posterior elaboración de modelos atómicos más complejos, que desembocarían en la física nuclear y, a la larga, en el desarrollo de reactores y armas nucleares.

En química, el radio ayudó a consolidar la visión de la tabla periódica como un sistema dinámico, donde la estabilidad de los núcleos atómicos y la existencia de isótopos se convirtieron en piezas esenciales.

La radiactividad dejó de ser un fenómeno marginal para transformarse en un parámetro central en el estudio de los elementos y sus transformaciones.

Del laboratorio al hospital: el nacimiento de la radioterapia

El radio no solo revolucionó los laboratorios; también transformó la práctica médica. Casi desde el inicio se exploraron sus posibles usos terapéuticos, sobre todo en el tratamiento de tumores. La capacidad de las radiaciones para destruir tejidos, inicialmente vista como un peligro, empezó a utilizarse de manera controlada.

A principios del siglo XX, clínicas y hospitales de Europa y América incorporaron fuentes de radio para tratar cánceres de piel, tumores ginecológicos y otras lesiones malignas.

Marie Curie explicando a un médico y un grupo de enfermeras los beneficios de la radioterapia.

Nacía así la radioterapia moderna, que más tarde combinaría el uso del radio con rayos X, y después con fuentes más precisas y seguras como el cobalto-60 o aceleradores lineales.

La fecha de 1898 marca, en ese sentido, el inicio de un camino que llevaría a técnicas hoy fundamentales para la oncología. Aunque el radio fue progresivamente reemplazado por otras fuentes radiactivas menos peligrosas, su papel pionero en la medicina es indiscutible.

Un legado luminoso y peligroso

La historia del radio tiene también un reverso oscuro. En los primeros años, ni los Curie ni sus contemporáneos eran plenamente conscientes de los riesgos que entrañaba la exposición prolongada a la radiactividad.

Marie Curie trabajó durante décadas sin protección adecuada, lo que se considera un factor decisivo en la anemia aplásica que causó su muerte en 1934. Sus cuadernos de laboratorio siguen siendo hoy materiales altamente radiactivos y se conservan en condiciones especiales.

El entusiasmo inicial llevó incluso a usos comerciales temerarios: cosméticos, aguas “radiactivas” y pinturas luminiscentes con radio, que provocaron graves enfermedades en trabajadores, como las célebres “Radium Girls” en Estados Unidos.

Ese contraste hace aún más significativa la jornada del 26 de diciembre de 1898. Aquella presentación ante la Academia de Ciencias de París no solo inauguró una era de avances decisivos en física, química y medicina, sino que también abrió un capítulo complejo de la relación entre ciencia, tecnología, salud y responsabilidad.

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