Nenecho papers

Con más de 16.000 muertos por el covid-19 en Paraguay, podemos decir con toda propiedad que la voracidad con la que se fagocitaron los fondos de emergencia en la Gobernación de Central (a cargo del colorado cartista Hugo Javier González) y en la Municipalidad de Asunción (del colorado cartista Óscar “Nenecho” Rodríguez), ya no se trata simplemente de un descomunal y descarado robo del dinero público: estamos ante CRÍMENES cometidos contra la salud y la vida. Sus responsables son unos vulgares sicarios del dinero público del pueblo paraguayo. Paraguay vio morir a familias enteras. Cual despiadada y funesta batalla, la ciudadanía se ingenió como pudo para juntar monedas que ayudaron en la compra de alimentos, medicinas, oxígeno, ampollas para terapia intensiva y hasta cajones fúnebres. Y al compás de los enfermos, terapizados, pacientes agonizando en sillones y otros muriendo en terapia intensiva, las eternas hienas del dinero público, las ladillas de nuestra endeble democracia hacían un festín con el dinero que faltaba en las calles y hospitales.

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Con más de 16.000 muertos por el covid-19 en Paraguay, podemos decir con toda propiedad que la voracidad con la que se fagocitaron los fondos de emergencia en la Gobernación de Central (a cargo del colorado cartista Hugo Javier González) y en la Municipalidad de Asunción (del colorado cartista Óscar “Nenecho” Rodríguez), ya no se trata simplemente de un descomunal y descarado robo del dinero público: estamos ante CRÍMENES cometidos contra la salud y la vida. Sus responsables son unos vulgares sicarios del dinero público del pueblo paraguayo.

Si algo faltaba en este escenario de corrupción descontrolada, e impunidad garantizada por la Fiscalía General del Estado, era descubrir que los rateros de la comuna asuncena bajo la administración de “Nenecho” estuvieron comprando dudosos insumos –probablemente adulterados o cuando menos de contrabando–, además de sobrefacturar sin asco los precios. El representante en Paraguay de los sanitizantes adquiridos confirmó ayer que los productos proveídos a la Municipalidad de Asunción no fueron vendidos por ellos; es más, comparando con el más bajo precio que ellos comercializan, fueron sobrefacturados en casi dos o tres veces más. Vale decir, no solamente inflaron los precios para quedarse con el vuelto sino, además, configuraron el delito de atentar contra la vida y la salud de las personas porque se desconoce qué producto, y con cuáles garantías, se ha estado comprando para desinfectar zonas públicas de alto tráfico como son las oficinas de la propia sede de la Municipalidad de Asunción y sus espacios comunales en mercados, dispensarios, clínica, terminal de ómnibus, etc.

Si las facturas palurdamente elaboradas por proveedoras precariamente constituidas ya fueron latigazos contra la razón, los hallazgos de insumos que fueron escondidos y abandonados en depósitos administrados por la comuna colmaron ayer la indignación ciudadana. Con estupor y desolación los asuncenos vieron escenas que parecían salidas de una película catástrofe de bajo presupuesto.

La administración de “Nenecho” –y actualmente la de su acólito César Ojeda– tenían abandonados en un depósito de la Terminal de Ómnibus de Asunción –cerca de la zona siniestrada– unos cien cajones donados por el Ministerio de Salud a la Municipalidad capitalina. Cajas de cartón, tiradas descuidadamente unas sobre otras, húmedas y con fecha del año pasado, guardaban en su interior valiosas batas para personal de salud: hubo una época en que varios sanatorios y hospitales del Paraguay hubieran pagado con oro por estos equipos para resguardar la vida de nuestros hombres y mujeres que batallaban contra la enfermedad.

Si los descubrimientos en la Terminal fueron una trompada ciudadana, otro hallazgo más grande aún en un depósito en el subsuelo de la mismísima sede de la Municipalidad de Asunción terminó de confirmar las dolosas maniobras. Alrededor de 150 cajones tirados en una zona húmeda, entre tambores de aceite, vehículos abandonados y llenos de polvo eran un paisaje desolador.

Nadie sabe por qué el Ministerio de Salud realizó estas donaciones a la comuna asuncena, que por cierto, mantuvo cerrados todos los dispensarios municipales hasta este año, igual que clausurado estuvo el Policlínico municipal. Sucio, abandonado y en mal estado, el policlínico municipal estuvo inhabilitado por tres meses, y cuando lo volvieron a abrir no había insumos por lo que hubo que acudir a donaciones gestionadas por los propios médicos.

Los cartones nos devolvieron una certeza: estos desalmados escondieron hasta las donaciones para seguir comprando insumos para batallar contra el covid: desde setiembre llegaron donaciones y ellos compraron en octubre. Tenían centenares de cajones con batas… y compraban igual batas quirúrgicas estériles y gorros quirúrgicos cuando ni siquiera estaban funcionando los espacios de salud de la comuna.

Paraguay vio morir a familias enteras. Núcleos familiares quedaron diezmados por fallecimiento de padre, madre o hijos. Cual despiadada y funesta batalla, la ciudadanía se ingenió como pudo para juntar monedas que ayudaron en la compra de alimentos, medicinas, oxígenos, ampollas para terapia intensiva y hasta cajones fúnebres. Aportes, donaciones, entregas de batas médicas, saturómetros, ampollas y reparto de comidas: una de las maratones de solidaridad nacional más grandes que se conozca fue montada gracias al hombro del pueblo que unió sus fuerzas para respaldar como se podía.

Y al compás de los enfermos, terapizados, pacientes agonizando en sillones y otros muriendo en terapia intensiva, las eternas hienas del dinero público, las ladillas de nuestra endeble democracia hacían un festín con el dinero que faltaba en las calles y hospitales.

Wilfrido Cáceres, exdirector administrativo de la Municipalidad de Asunción a cargo de Óscar “Nenecho” Rodríguez y actual jefe de gabinete de César Ojeda, mientras agitaba un frasco de algún desinfectante con fragancia a pomelo, intentó contraatacar en una conferencia de prensa ocurrida el miércoles último con el remanido argumento de manipulación de la información y pidió paz.

Paz solo puede haber con justicia. Nadie puede pedir paz sobre 16.000 cadáveres. No hay paz posible sobre quienes sobrevivieron a la enfermedad con sus muertos a cuestas, con pérdidas de puestos laborales, ahorros de toda la vida, vehículos y hogares rematados por deudas. La única paz que se puede tener es con justicia, ejemplar, aleccionadora, sancionadora y poderosa con funcionarios públicos que inexplicablemente se construyeron mansiones durante la pandemia, que alquilaron hoteles lujosos para cumpleaños con músicos y hasta un actor invitado especial venido del extranjero.

Piden paz cuando no son capaces de garantizar ni el pan. Exigen respeto cuando perdieron la vergüenza. Y cual tiernos corderos piden ser votados cuando merecen ser botados, ir a la cárcel y el veto perpetuo al ejercicio de la función pública por robar en medio de una de las guerras más mortíferas por las que haya pasado la República del Paraguay: la pandemia del covid-19.

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