Hasta la época del célebre poeta romano Marco Accio Plauto (250 a 184 años a. C.) la educación significaba la idea de crianza y conducción de los niños. Años más tarde, siempre en la Edad Antigua, Marco Tulio Cicerón (103-43 a. C.) fue quien propuso que la palabra educación tenga una acepción específicamente humana.
A Cicerón se sumaron después Quintiliano, Tácito, Plinio y otros pensadores hasta llegar incluso a la pos modernidad, pero todos coincidieron que el crecimiento y desarrollo humano depende de la educación.
En este 2019, al terminar el periodo lectivo, prácticamente fue un año perdido, siendo los perjudicados la niñez y la adolescencia. Los alumnos no tuvieron los días de clases establecido y lógicamente no recibieron las orientaciones elementales para la formación humana y menos aún para proyectarse hacia el futuro.
La compleja educación requiere de la cooperación de todos los estamentos de la sociedad, empezando de las autoridades del Ministerio de Educación y Ciencias (MEC), políticas, sociales, docentes y padres.
El futuro del país depende de la educación de la niñez y adolescencia de modo que descuidar esta tarea es una omisión o una irresponsabilidad inadmisible.
En el siglo XXI para que haya educación es necesario el desarrollo biosicosocial, cultural y espiritual. Significa considerar todas las dimensiones humanas para lograr una adecuada educación. Ya no se trata de aplicar el modelo de enseñanza vertical sino de promover el pensamiento crítico, aprendizaje y la creatividad.
Hoy con los avances de las ciencias, la tecnología, y con la ola de la comunicación, niñas, niños y adolescentes requieren de mayor cuidado y esfuerzo de parte de los responsables de la educación. De la educación depende el futuro de la sociedad y el desarrollo del país.
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