La hectárea de oro

Paraguay no es una mina de oro pero lo parece.

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Nuestros dudosos tesoros vinculados al precioso metal han sido grandes escándalos. Desde croquetas de oro, el mecánico de oro y la niñera de oro; los coquitos de oro, las galletas de oro, las tilapias de oro, hasta el cocido de oro y los caseros de oro...

El viernes último agregamos uno más a la colección paraguaya de tesoros de historia contemporánea: Apareció UNA (1) resplandeciente “hectárea de oro” con un valor cercano a los 2.500.000 dólares, unos 14.175.000.000 de guaraníes en Caaguazú. La susodicha hectárea de oro queda en las inmediaciones del cruce de Pastoreo, cerca del peaje, a unos 150 metros de la ruta. 

La tierra fue presentada como fianza para que un acusado se salve de la cárcel en el marco de una supuesta estafa de 33 millones de dólares. El cliente que usó el terreno de fianza fue Luis Saguier Blanco y sus abogados son los “partners” Carmelo Caballero y José Almada, los mismos que aparecen burlándose en los audios de quien fue fiscal de esa misma causa, Teresa Rojas. 

Convengamos que los abogados pudieron haber sido convencidos por su cliente de que el precio de esa hectárea es real… al final de cuentas, ¡el cliente siempre tiene la razón! 

Lo llamativo es ¿cómo convencieron a la jueza Griselda Caballero que UNA (1) hectárea de tierra en Caaguazú puede costar unos 14.000.000.000 de guaraníes? 

Según el abogado Álvaro Arias, desde julio aproximadamente estuvieron grabando en forma ilegal a Fernández Lippmann. Si calculamos 20 llamadas por día (escenario muy conservador) durante tres meses (primera semana de noviembre saltaron los primeros audios) tenemos unas 1.800 grabaciones que pudieron haberse hecho… De ellas, apenas hemos oído unas decenas. 

Cierto: los audios son repugnantes, nauseabundos. Pero uno no puede evitar pensar que hay otros que fueron grabados y nunca oiremos; y hay otros que nunca se grabaron… ¡pero se intuyen! 

Espanta oír cómo compraban favores e influencias a platazo limpio, cómo se repartían impúdicamente el dinero, cómo llamaban y arreglaban con jueces, con fiscales y abogados, como conseguían imputaciones… y cómo traficaban influencias desde el yate del tabacalero José Ortiz. 

No olvidemos que los audios son apenas la punta de un estremecedor iceberg que vino a colisionar con la República… y nos está haciendo naufragar –por el momento– sin la más mínima esperanza de que algo o alguien nos rescate.

mabel@abc.com.py

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