Dean, el inmoral. Tercera entrega: la buena actuación, clave del teatro-espectáculo

El reciente estreno de una obra del reconocido actor y dramaturgo Arturo Fleitas inspira al maestro Agustín Núñez –dramaturgo, actor y formador de actores, director y formador de directores– esta serie inédita de reflexiones acerca del trabajo teatral. A la primera parte, centrada en el libreto, y la segunda, sobre la dirección y la puesta en escena, las sigue esta tercera entrega, que aborda el trabajo actoral.

Fotografías de José Guillén.
Fotografías de José Guillén.Archivo, ABC Color

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Un elemento importante al analizar la calidad de una obra teatral es el nivel de las actuaciones. Particularmente para mí, es el punto de apoyo de la obra. En Dean, el inmoral tenemos un elenco conformado por una actriz y dos actores, que en una hora y media, a un ritmo vertiginoso, dan vida a treinta y siete personajes; unos de mayor importancia, otros pequeños, pero que ellos vuelven grandes. El mismo Erik Gehre, aparte del papel de Dean, interpreta otros cuatro roles.

Sobre la conformación del equipo

Como dije en la entrega anterior, la acertada selección del equipo de apoyo necesariamente redunda en la calidad del espectáculo. Fátima Fernández Mercado ha tenido el ojo preciso para escoger su equipo. Apreciamos, así, el tratamiento fuerte y depurado en las escenas de violencia, que no son muchas, pero que están solucionadas en forma impecable por Dave Weil. Algo a destacar, considerando que es relativamente común en nuestro medio ver a directores, incluso de renombre, marcar bofetadas y golpes reales en la escena, buscando con ello «mayor veracidad».

Como coaching actoral figura Mario González Martí, que nos comenta: «Fui convocado por la directora para asesorar al equipo en determinados aspectos del trabajo actoral. La verdad es que me sorprendió lo que ellos ya tenían avanzado en varios meses de ensayos. Busqué, entonces, fórmulas para desarrollar y alcanzar determinadas partes, tanto a nivel gestual como de actuación. Trabajé sobre todo las diferentes formas de relacionamiento de los diversos personajes y la expresión de las mismas en lo que respecta a la parte gestual y oral. Buscar siempre la verdad en la escena y brindarles posibles vías para llegar a ella. En todo momento sentí la muy buena articulación entre actores / actriz y la dirección y el grupo de apoyo».

Macarena Candia es un joven valor con una sólida formación en todo lo concerniente al trabajo en escena. Su nombre es un aval de calidad gracias a su permanente espíritu de investigación, logrando sorprendernos en cada proyecto. «Lo primero que hago siempre es estudiar el libreto y considerar la mirada de la dirección sobre el mismo. Luego, entrando ya en el terreno de la escena, estudio las posibilidades de los actores, con sus cuerpos y energías. Así, de a poco, voy amalgamando gestos, seleccionándolos y articulándolos, dejando que la intuición aporte en el resultado creativo. Una vez definidas las imágenes básicas, continuamos el proceso hasta el día del estreno».

Hablan los actores

Alfredo «Miliki» Cháves nos comenta: «El largo trabajo de construcción de mis personajes fue muy placentero, bajo la atenta mirada de la directora, el asistente y el coach actoral. Hurgando el registro de la actuación cinematográfica, me enfoqué en construir la atmósfera específica de cada situación, y a partir de ahí busqué incorporarla en la composición de los personajes. Partí de la construcción interior para luego llegar a la construcción física del personaje, cuidando que cada uno de ellos proponga diferentes resoluciones a nivel actoral. Me tocó hacer dieciocho personajes y la tarea fue dura, ¡pero apasionante!».

Mafe Mieres, la actriz del grupo, nos cuenta: «Fui la última en sumarme al proyecto, en abril del 2021. Ellos ya venían ensayando desde hacía un año. Llegué de la mano de Ronald Von Knobloch, compañero y amigo con quien ya había trabajado en otras obras. Fueron meses de intenso trabajo sobre el texto original, de compartir ideas, de reflexionar y, sobre todo, de intercambiar experiencias, ya que los tres actores, más la directora, veníamos de graduarnos en escuelas diferentes, y esto, en vez de restar, enriqueció el proceso. Aunque no coincido en ciertos rasgos y pensamientos de Dean, asumo que el “todo” estaba conformado en torno a un mito, sin tener que entrar a juzgarlo. La variedad de personajes y situaciones requirió ensayos exhaustivos a los que todos nos entregamos sin dudarlo, y creo que eso se percibió en el resultado final».

Hace más de un año, me comentaba Erik Gehre los diferentes recursos empleados por él en el proceso de acercamiento a la imagen y la interioridad de Dean. Me decía que una de sus preocupaciones era lo extenso de la obra, su permanente presencia en escena y, por ello, su rendimiento actoral en cuanto al manejo de la energía, de manera de llegar al final sin que el cansancio le jugara en contra. Como entrenamiento, en ciertas noches, salía a trotar diciendo el texto sin que se le afectaran la respiración ni la interpretación. A veces, sin darse cuenta, se pasaba de las dos horas que tenía pensadas. Sobre la forma en que encaró la construcción de su rol, nos dice: «Desde hace poco más de un año, asumí adentrarme en la vida de Dean. Para ello recurrí a mucha lectura sobre su tiempo, su vida, sus películas, así como también relatos y anécdotas de personas que se cruzaron con él. A medida que me sumergía en su mundo, iba descubriendo muchas coincidencias con momentos de mi vida. Ese fue el disparador para iniciar el proceso, para poder imaginarlo y corporizarlo. Luego decidí despojarlo de mi mundo y alimentar el suyo, dándole vida propia. Fue un trabajo largo, duro y de mucha renuncia, pero tenía la certeza de que era la única forma en que podría encarnarlo a cabalidad. Mucho me ayudaron el ambiente y la sinergia del grupo, en especial la mirada y el apoyo de la directora (Fátima Fernández) y del asistente de dirección (Ronald Von Knobloch), que supieron contenerme en momentos difíciles y darme alas en otros. Desde el principio, definimos con la directora crear nuestra propia versión de Dean sin caer en estereotipos ni idealizarlo. Siempre tuve muy claro que debía desnudar mi cuerpo y mi alma para permitir así que Dean descendiera y hablara a través de mí».

Concluyendo

Hay momentos, y varios, en los que el nivel de la actuación es impecable. Chávez interpretando a los distintos padres. Gehre en el momento simbiótico de seducción / posesión con el Reverendo en su niñez. Mieres / Gehre en otras escenas, a veces sublimes y otras de extremada dureza. Ambos juegan, en ciertos puntos, con discursos dobles, que oscilan entre la verdad y la mentira; algo muy difícil de lograr. Es decir, el actor asume un rol, y, desde el mismo, genera con sus discursos la duda acerca de si lo dicho es cierto, o esconde una segunda intención. La red de energía creada entre los tres es fuerte y clara. Un excelente trabajo de equipo donde Gehre explora al máximo su intuición, su impulso y su fuerte «animalidad creadora» en escena.

*Escrita por Arturo Fleitas y dirigida por Fátima Fernández Mercado, Dean, el inmoral se estrenó el 26 de junio con Erik Gehre como James Dean y más de treinta personajes interpretados por Alfredo Chaves y Mafe Mieres, con preparación actoral de Mario González Martí, asistencia de dirección y diseño de sonido de Ronald Von Knobloch, diseño de iluminación de Martín Pizzichini, coreografía de Macarena Candia, coreografía de acción de Dave Weil, diseño de escenografía de Adriana Ovelar, diseño de vestuario de Tania Simbrón, maquillaje y peinados de Silvia Valinotti, fotografía de Hugo Barrientos y Dani González (backstage) y producción general de Julieta Benjamín (Cábala Teatro).

arcangel134@yahoo.com

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