La declinación del Estado de derecho repercute en la economía

El mundo está asistiendo a la declinación del estado de derecho y desde aquí resulta notable su repercusión sobre la economía y la misma democracia constitucional.

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Los actuales acontecimientos en los países desarrollados europeos como también en EE.UU. y en otros como en esta parte del mundo latinoamericano muestran una tendencia dominante.

Aún no se comprende (y este es un tema de fondo de carácter cultural y educativo que no parece tener visos de solución en las mismas universidades porque varios de sus propietarios o gerenciadores están adscriptos al colectivismo de una manera u otra) que la lucha por la libertad, la economía libre y el imperio de la ley se centró en medidas de política económica.

El descontento con la democracia no debe tomarse a la ligera. Los políticos están cada vez más distanciados de la gente, utilizando a su antojo y capricho el patrimonio de los contribuyentes. Pero hagamos una salvedad. En los países ricos el descontento podría ser mejor administrado y hasta subsanado, pero no tanto. Recordemos lo sucedido en Alemania e Italia en la década de los treinta. Cual ave fénix, los viejos brujos del autoritarismo estaban prestos para resucitar y lo hicieron.

El nazismo y el fascismo no son el resultado de algo incomprensible. Tiene causas que provienen de las mismas entrañas de una forma de concepción de vida social que se va alejando de los valores establecidos en los derechos naturales. Cuanto más alejados estemos del derecho natural que garantiza los derechos individuales a la vida, la libertad y la propiedad, las posibilidades de que el autoritarismo ya sea de izquierda o derecha surjan como una respuesta es absolutamente posible.

Ciertamente los países ricos pueden soportar mejor aquel distanciamiento entre el ciudadano y sus gobernantes puesto que los déficits, inflación y endeudamiento que producen desempleo y miseria, se pueden amortiguar dado el nivel de riqueza adquirido en tantos años. En cambio, nosotros en el Paraguay no lo podemos hacer. La razón es sencilla. La inversión de capital “per cápita” es baja en el país que un movimiento en falso puede terminar por patear el tablero.

No olvidemos que aquí en Paraguay en el año 2000 tuvimos una retracción similar a la de la Guerra de la Triple Alianza de 1870. Aún así no aprendimos la lección. Si bien fue corregida de un modo la tendencia equivocada, esto no implica que la dirección hacia donde vamos se encuentre asegurada. Por el contrario, cuando los indicadores indican el aumento del desempleo, de la inflación y vamos hacia una recesión ya no solo estacional, es fundamental tomar en cuenta que la economía recibirá un impacto no solo superficial sino profundo.

El descontento

La realidad es que la gente está cada vez más descontenta con la democracia que no es constitucional porque se les ha inculcado la idea y la práctica, resultado de nuestro sistema educativo, que la sola democracia es un fin en sí mismo, cuando que es un medio importante pero insuficiente para lograr el propósito de la libertad cuyo corolario es el estado de derecho.

Y es en el estado de derecho donde gobernantes y gobernados se rigen por la misma ley, son responsables ante ella y se garantiza que cada hombre y mujer labre su propio destino utilizando su libertad y propiedad con la única salvedad de no violar el igual derecho de los demás.

La democracia que sí es constitucional es una experiencia nueva en materia de gobierno político de los pueblos. Fue el pensamiento liberal el que contribuyó poderosamente a plasmar dicha concepción del gobierno. Es por eso que la democracia que es constitucional se inspira en la realización del ideal de libertad y por eso requiere la división de los poderes y pone freno a los excesos del poder político. Fueron la democracia constitucional con la economía libre las que dieron el ropaje institucional para impulsar como nunca antes el portentoso desarrollo de las naciones. Pero esto ya no está ocurriendo.

Una forma de probar que la democracia constitucional se encuentra en decadencia es el presupuesto de gastos. Estoy persuadido de que existen otras maneras de certificar esta decadencia. Pero, a efectos de este material, haré hincapié en la cuestión presupuestaria dado que el paso de las sociedades despóticas o autoritarias hacia lo que hoy conocemos como estado de derecho se debe al hecho innegable de que el dinero ha sido un factor fundamental.

La soberanía popular

De que el dinero, como decía anteriormente, ha sido un factor determinante a nadie debiera sorprender. La estrecha relación entre el derecho y la economía ha ocurrido desde siempre y en todas partes. Mencionemos la Carta Magna de 1215 que arrebata los derechos del rey Juan, la Revolución Inglesa en 1688, la Americana en 1776, la Francesa en 1789 y nuestra misma independencia patria en 1811.

Todos estos sucesos tienen como sustrato detonador el binomio derecho y economía —ya sean en los impuestos, en el comercio y en las trabas arancelarias que el proteccionismo propicia. Estas imposiciones en su momento insuflaron de ánimo y coraje a sublevarse y levantar la bandera de la libertad y el buen gobierno.

Hoy en el Paraguay los hechos están a la vista. A partir de 1992, con la puesta en funcionamiento de la nueva Constitución de aquel año, el gasto público se incrementó fuertemente con escasa atención a la tendencia de la economía. Nuestro presupuesto no es más que el reflejo de las ideas dominantes en la sociedad. Una idea que está haciendo declinar la democracia constitucional. Estamos cayendo en la democracia redistributiva que no tiene nada de lo que es el estado de derecho.

Los números del presupuesto público evidencian el avance incontenible de una idea impregnada en la concepción política de los gobernantes. El dinero del presupuesto es el dinero de la gente, de los contribuyentes y resulta que este sencillo dato está absolutamente relegado. Los gobernantes que debieran representar a la ciudadanía se valen de ella sin interesarles que precisamente sus representados son sus genuinos mandantes.

El relego de lo principal

Aquí algo importante se ha relegado. Algo sustancial se está desconsiderando. La verdad es que bajo la justificación de la soberanía popular los políticos hacen lo que se les antoja. Al igual que los antiguos monarcas, los demócratas se están volviendo déspotas.

Y esto irá acarreando, por un lado, que cada vez más gente que responde a los sectores políticos que manejan el presupuesto soliciten todos los años más dinero para nunca quedar satisfechos; pero, por el otro lado, demasiada gente que no vive del presupuesto y ya no tiene respuesta alguna en la protección de sus vidas y propiedades se vuelvan en contra. Esto no hace más que crear una espantosa desigualdad que producirá la fractura de la sociedad. De esta siembra solo se cosechará violencia y sufrimiento.

Paraguay no tiene el monopolio exclusivo sobre esta tendencia. Está sucediendo en Europa y en EE.UU. La declinación del estado de derecho está repercutiendo notablemente sobre la economía libre y la democracia.

Este escenario a su vez se está convirtiendo en un caldo de cultivo para que los gobiernos se conviertan en máquinas expoliadoras del dinero de la gente, del sector privado, el individuo, las familias y las empresas.

Con el pretexto cada vez más exultante el Estado se ha vuelto con el derecho de orden incluso constitucional de redistribuir lo producido por otros con contenido social para de ese modo congraciarse con las masas. Y en ese halago a las masas solo hay un paso hacia una nueva forma de dictadura. A la fecha, hay muchos que prefieren seguridad antes que garantizar la libertad: es la declinación del estado de derecho que repercute sobre la economía de mercado.

Ideas

Nuestro presupuesto no es más que reflejo de ideas dominantes en la sociedad. Una idea que está haciendo declinar la democracia constitucional.

Relegado

Eldinero del presupuesto es la plata de la gente, de los contribuyentes y resulta que este sencillo dato está absolutamente relegado.

(*) Catedrático de materias jurídicas y económicas en UniNorte. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”; “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el más reciente “Ensayos sobre la Libertad y la República”.

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