A más libertad económica, menos corrupción

La corrupción como el abuso de poder, la clandestinidad para burlar las leyes y normas en general, el soborno, el tráfico de influencias, la prevaricación, el nepotismo y la extorsión siguen siendo práctica común en el país. 

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Se hace difícil la puesta en marcha de programas eficientes relacionados a mitigar la pobreza, elevar la calidad de la educación y mejorar el nivel de los políticos y gobernantes. En su último informe anual, la organización Transparencia Internacional sitúa a nuestro país en el puesto 123 de 168 naciones en la percepción de la corrupción

La corrupción se ha vuelto una amenaza para el Paraguay. La falta de rendición de cuentas, el absoluto descontrol de los bienes puestos a disposición del Estado –como el reciente uso indebido de los vehículos bajo custodia del Congreso y utilizados para fines electorales– a más de las instituciones que se muestran cada vez menos eficaces, son síntomas de una causa. 

Ninguna política seria y eficiente resulta sostenible en el tiempo. La corrupción es sistémica, una lacra social. Es como una enfermedad que se inicia desde la misma cúspide del poder, ahí donde se detecta ese trípode conformado por el abuso de poder, la burla de la ley y los sobornos en general. 

Temas cotidianos y relacionados como el financiamiento de las campañas electorales y la supervisión de los grandes contratos públicos, representan el mejor caldo de cultivo para la corrupción. Solo en estos dos temas, se nota la falta de compromiso por parte de las autoridades, en los que están involucrados los mismos funcionarios del más alto nivel. 

Y si bien los vacíos legales en temas como los citados no hacen más que perpetuar el estado de cosas en el que las “roscas” resguardan sus privilegios, es preciso agregar a ciertos sectores como los partidos políticos, la policía y a todo el sistema judicial, como los guardianes de un sistema perverso cuya causa primigenia está en otra parte. 

Cuando los gobiernos son el problema

Las investigaciones muestran que la libertad económica, entendida como el resguardo y garantías de las personas en su propiedad privada, el respeto por el imperio de la ley –el Estado de Derecho– y el libre mercado, son variables que no están desconectadas entre sí. 

En efecto, como se nota en el gráfico divulgado por el Heritage Foundation en alianza en nuestro país con el Instituto de Desarrollo del Pensamiento Patria Soñada, la corrupción aumenta en los países cuanto menos libertad económica exista y, al revés, la corrupción se incrementa allí donde menos hay libertad económica. En el extremo de arriba están los países con altos índices de libertad económica y hacia abajo los que cuentan con menos libertad económica. 

El intervencionismo estatal, contrario a la libertad económica, lo que hace es aumentar las posibilidades de arbitrariedad y abuso de poder por parte de los gobernantes, en cualquier lugar del mundo. 

El dirigismo diseñado por políticos y burócratas con el propósito de seguir manteniendo firmes las cadenas que aprisionan la libertad individual y empresarial, hace que la corrupción siga siendo un escándalo de devastadoras consecuencias, aquí en Paraguay y en cualquier parte del planeta.

Abuso

El intervencionismo estatal, contrario a la libertad económica, lo que hace es aumentar las posibilidades de arbitrariedad y abuso de poder por parte de los gobernantes.

(*) Decano de currículum UniNorte. Miembro del Instituto de Desarrollo del Pensamiento Patria Soñada IDPPS. Autor de los libros Gobierno, justicia y libre mercado y Cartas sobre el liberalismo.

vzpavon@yahoo.com

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