La insumisión de los rulos

Virginia Monges es una peluquera y socióloga afroparaguaya especializada en rulos, afros y ondas que reivindica el amor a los rulos como un acto transformador. Esta es la compleja historia de cariño hacia su propia cabellera y cómo su propia historia la impulsó a crear una comunidad en torno a estos patrones de pelo que no siempre han sido bien vistos.

Victoria Monges reivindica el amor a los rulos contra la estigmatización que sufren las personas de cabello rizado
Virginia Monges reivindica el amor a los rulos contra la estigmatización que sufren las personas de cabello rizado

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Monges nació rodeada de diferentes patrones de rulos en su familia pero tomó consciencia alrededor de sus ocho años del significado del cabello rizado en la sociedad. De niña sufrió comentarios negativos y bromas humillantes como “ankarangüe virulana” o “akasharã” por parte de sus compañeros de escuela, los amigos y la familia.

Tener rulos era considerado como estar despeinada. El cabello diferente se consolidó como “lo otro o eso que no queremos” y, harta de los comentarios despectivos y los acercamientos físicos sin consentimiento, comenzó a alisarse el pelo a los diez años. Estas acciones invasivas forman parte de la cultura en la cual se normaliza este tipo de situaciones, aunque sean incómodas y no estén bien.

Virginia trabajó desde los trece años en peluquerías en las que le exigían alisarse el pelo como una obligación de mostrarse presentable o con una “imagen más digerible” para los clientes. Los peluqueros forman parte de la imagen que vende el salón y por consecuencia la exigencia de verse de una forma especifica era la norma.

Los salones más tradicionales querían vender la imagen del pelo lacio perfecto y los peluqueros constituyen modelos de la empresa que deben reflejar esto. Esta exigencia erige una desventaja para las personas con pelo rizado ya que debían dedicarle más tiempo a su pelo al alisarlo.

Ella recuerda lo violento que era recibir las indicaciones en el trabajo: “Llegué a tener jefes que me violentaron explícitamente diciéndome “¡Andá a peinarte, no te quiero ver así!” o “¡Salí de mi vista! ¡No te quiero ver así hasta que te peines!””. Esto la llevó a destruir completamente su cabello hasta prácticamente quedarse pelada. No era posible posicionarse en contra de esa obligación, ni siquiera sabía que podía hacerlo.

El cabello nos condiciona

Virginia comenta que el cabello posee también su fuerza y su resistencia y es una idea errónea concebirlo como inmortal e indestructible. Enfrentarse a la destrucción a la que había sometido a su pelo por tantos años la condujo a volver a su estado natural. Ya no tenía otra opción.

Su transición capilar la confrontó con la dura realidad de las desventajas que se instalan culturalmente entre las personas con cabello lacio y aquellas que tienen un cierto patrón de rulos. El pelo enrulado es un motivo de estigmatización y condiciona las oportunidades laborales que se pueden obtener ya que siguen existiendo muchas empresas en las cuales es importante verse de cierta forma.

Al presentarse con el cabello lacio recibía rápidamente llamadas de diferentes lugares ofreciéndole trabajo. Sin embargo, al cambiar la foto de su currículum y exhibir sus rulos, no obtuvo ninguna respuesta en ningún lugar. Esto le demostró lo determinante que es el pelo para tener una estabilidad económica.

La transición por la que atravesó su pelo le permitió reencontrarse con ella misma porque se sentía desconectada de su propia identidad ya que alisarse significaba crear una imagen ficticia ajustada a lo que la sociedad busca que seas.

Virginia explica: “Muchas veces no nos damos cuenta de que nos desconocemos para cumplir expectativas de afuera. Es algo difícil de romper porque está en todos lados, está en lo que consumimos en la tele, está en las propagandas que vemos, está en lo más mínimo, en lo del día a día, siempre está esa referencia, esa exigencia de lo que hay que ser”.

Reencontrarnos en nuestra cabellera es revolucionario

Ella aprendió a abrazar su diferencia y sentir orgullo de aquello que le habían enseñado a odiar. De esta forma, pudo sentirse poderosa y segura con un pelo rebelde.

Sus experiencias mas traumáticas y formadoras fueron en un salón de alisados, único lugar que la contrató habiendo comenzado ya su transición capilar, porque las personas con una melena preciosa se iban todas idénticas, con el pelo lacio.

“Quería agarrar a cada mujer que entraba y decirle: ‘por favor no hagas esto’, ‘te vas a arrepentir’, ‘tu pelo es hermoso’, ‘no vale la pena’, ‘es mucho maltrato’. Y no podía, obviamente. Para mí, está super bien que la gente decida sobre su cuerpo y que haga lo que quiera. Pero en este caso es un tema muy sensible porque yo sé lo que es pasar por eso, estás expuesta a un montón de productos químicos nocivos para el cuerpo. Es una experiencia muy incómoda y traumática”.

Frente a estas vivencias, Virginia Monges buscó formarse en cortes de pelo afro y enrulado para cortarse a sí misma y a sus clientes independientes. Poco a poco, debido a la precariedad del trabajo de las peluqueras dentro de los salones tradicionales en los que no tienen un salario base pero cobran en función a todo aquello que hacen, decidió abrir su propio salón con una silla, un espejo, unas tijeras. Así nació Cortando Ciclos.

Historia de la invisibilización de los rulos

Su formación en sociología la condujo a ahondar más en la historia del cabello rizado remontándose en consecuencia a las bases, que son el cabello afro. El pelo rizado y afro fueron prohibidos por ley durante la trata de personas en el siglo XVI y luego en Estados Unidos, en 1785, porque eran sinónimo de pobreza. Esta discriminación produjo que se utilizaran pañoletas o peinados recogidos para esconderlos.

Esto resultó de la trata transatlántica de personas africanas. La esclavitud y las políticas que se implementaron atravesaban la identidad y cultura afro (de la cual el cabello forma parte también) que obstaculizaba que la población negra desarrollase las herramientas culturales que tenían. El movimiento de Black Power en Estados Unidos permitió el resurgimiento de ese empoderamiento del pelo afro que iba de la mano del movimiento de la lucha por los derechos humanos. El pelo es un símbolo de resistencia.

La estigmatización de las personas con cabello rizado construyó a través de la historia desventajas para éstas que tienen un impacto negativo en el estatus social, las oportunidades laborales así como también en la salud física y mental hasta hoy en día.

Incluso con el auge en los años 80 del pelo rizado y afro, a aquellas personas que tenían el pelo naturalmente enrulado les era complicado aceptar su pelo, por las vivencias traumatizantes que impiden usarlo con seguridad.

El movimiento Black Power tuvo un impacto importante tanto en Estados Unidos como en Latinoamérica ya que existe una gran presencia de la población negra que es mucho mas diversa e invisibilizada.

La imposición del lacio en la sociedad puede ser letal

Luego de unos años se impusieron los productos químicos para el alisado aunque no tuviesen un control riguroso sobre sus consecuencias en la salud de las peluqueras así como la de persona que se realizaba el alisado. Los productos utilizados son nocivos para la salud y llegaron a matar gente.

Monges recalca que “era desmedido el uso de los químicos tóxicos. La gente pensaba que cuanto más usaban los químicos tóxicos más se le iba a alisar su pelo, pero en realidad más se estaban enfermando”.

La fundadora de Cortando Ciclos precisó que existen mujeres que mojan su cabello todas las mañanas para controlar el frizz porque no pueden acceder a ir a la peluquería, hacerse un alisado, no tienen una planchita o no tienen tiempo. Esto puede ocasionar problemas graves de salud como neumonías, que pueden ser hasta letales.

La salud mental es un factor importante

Por otra parte, el cuidado del cabello no está simplemente ligado a una cuestión superficial pero está profundamente asociado a lo emocional. Aceptar y tener confianza en el cabello que tenemos influye en nuestro autoestima.

Virginia Monges reivindica que la transición capilar es un acto transformador que nos permite reconectar con nosotros mismos porque el pelo está libre.

Ella profundiza que “el 90% del estrés sale y queda el otro que es el de la vida cotidiana. Es terrible porque las infancias sufren muchísimo, es un estrés que muchas veces no se puede ni describir porque es tan profundo, está tan arraigado en el inconsciente, que se normaliza”.

La representatividad es crucial para que las infancias de las futuras generaciones no tengan que afrontar las mismas situaciones hirientes, violentas y abusivas. Es por esta razón que Monges precisa que compartimos información a través de nuestro cuerpo y necesitamos mostrar que existen diferentes curvaturas.

La cotidianeidad es política

La transición capilar hizo que Virginia hiciera frente a los comentarios ofensivos e hirientes acerca de su pelo así como también los toques indebidos hacia su cabellera. El proceso de aceptar su pelo natural y cuidarlo le enseñó a expresar las incomodidades que sentía.

“Gracias a eso fue que me logré sentir más segura, me sentía con más confianza porque muchas veces incluso parece que ni siquiera sos vos dueña de tu propio cuerpo, de tu propio cabello. Empecé a tener más ese poder sobre mi cabello, sobre lo que soy y sacaba mi fuerza de ahí”, cuenta.

Al verbalizar lo importante que es acercarse con respeto al pelo de otro, se busca que el sujeto aprenda a respetar la corporalidad de la otra persona. Virginia Monges, a pesar de revivir momentos difíciles en este tipo de situaciones, cree que tiene un rol para educar y espera que esas enseñanzas sea compartidas.

Por eso invita “a las chicas que tienen rulos a que se animen también a decir cuando no les gusta que le toquen el pelo o a plantear: ¿sabés que me podés preguntar primero antes de tocarme? Son cosas tan básicas y tan mínimas. No tenemos por qué sentirnos mal de expresarnos porque estamos en nuestro derecho, por que nos estamos defendiendo”.

Cortando Ciclos, una comunidad por el amor a los rizos

Lo estético es una cuestión política. Es un acto político aprender a querer aquello que nos enseñaron a odiar. Un factor que la ayudó en este proceso fue encontrar una comunidad, la población afroparaguaya, a la que sentía que pertenecía ya que pudo encontrar la seguridad en su melena y desarrollar una conciencia sobre quién es, sus antepasados y de dónde viene su pelo.

El cuidado del pelo rizado “tiene que tener una importancia real para la calidad de vida de las personas”, nos comenta Virginia. Cortando Ciclos constituye esa representatividad negada a las personas con pelo enrulado. Diversificando la imagen para mostrar lo bello de las diferentes curvaturas del pelo permite fomentar orgullo y amor hacia esos cabellos.

Cuidar estos patrones de pelo construye comunidades donde es posible compartir información valiosa para saber tratarlos. Existe una complicidad que se genera entre personas con melenas rebeldes y rulosas. Monges declara que “poder seguir creando lazos entre nosotras y nosotros para seguir apoyándonos si vemos que alguien está con ese proceso donde todavía le cuesta aceptar su pelo, muestra muchísimo la diferencia”.

Las herramientas que podemos adquirir hoy en día para este cuidado son enormes en comparación con la poca información y cremas a las que era posible acceder anteriormente.

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