Cuidar adultos mayores: amor, paciencia y empatía

Papá y mamá, fuertes y protectores, algún día se volverán frágiles; pero, aún con los hijos maduros, en su cabeza el deber de padres permanecerá intacto. Los años los van agotando física y mentalmente, y el cuidado se vuelve muy difícil para los hijos, pero no imposible.

ancianos
Cuando los padres envejecen, van perdiendo varias habilidades y gran parte de su independencia; es hora de la atención paciente y amorosa de los hijos.

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La abuela también fue una mamá joven que tenía todo el día ocupado. Aquellas obligaciones no la abandonarán. A los 80 o 90 años aún dirá “tengo que cocinar” “tengo que atender a los chicos”, o el abuelo se reafirmará, “soy el jefe del hogar” “traéme mi caja de herramientas, tengo que arreglar algo”, y aunque sus fuerzas ya no los acompañen lo intentarán, lo repetirán una y otra vez, por más que sus hijos o nietos les expliquen que ya no, que otros lo harán, que ahora les toca descansar.

El personaje de Mamá Cora, de la película argentina Esperando la Carroza (1985), magistralmente interpretado por Antonio Gasalla, nos da un fiel reflejo de muchas madres ancianas que viven con sus hijos. Mamá Cora, queriendo ayudar en la casa, entra en un descuido a la cocina y -creyendo que es un flan- le agrega azúcar a la mayonesa que estaba preparando su nuera, provocando el estallido de ésta, quien, superada por los nervios, obliga a su esposo a convocar una reunión con sus hermanos para tratar la tenencia compartida de la anciana. La película es un clásico porque presenta una situación real que no pasa de moda.

Los ancianos quieren hacer cosas en la casa, no quieren descansar “ya voy a descansar cuando me muera”, ni hacerse a un lado, “no soy cosa para que me cambies de lugar”. Estar, insistir, hacer –mal o regular- las cosas es su manera de marcar presencia, vida.

“Pasados los años suelen ocurrir cambios en los gustos y preferencias de nuestros mayores, muchos de estos relacionados con los cambios de rutina de ellos luego de haber realizado una actividad por muchos años, y de pronto, verse con tiempo libre, con poca o ninguna actividad que los entretenga. Lo ideal sería ser empáticos ante esta situación e intentar acompañarlos sin agobiarlos”, dice la médico geriatra Paola Gómez Buongermini.

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-¿Cómo reconocer un capricho de un desorden mental?

Hay una gran diferencia. A lo que llamamos capricho puede ser simplemente una acentuación de su carácter o el hecho de ya no sentirse útil dentro de la familia o la sociedad. En estas situaciones, ayuda mantenerlos ocupados realizando tareas que no sean agotadoras o peligrosas y haciéndoles participar en actividades familiares como acompañar a los nietos, participar de reuniones, etc.

Cuando comienza a haber desórdenes o mejor dicho enfermedades que afectan a la mente, estas se van notando muy lentamente, es importante estar atentos a pequeños cambios, ya sea de costumbres, personalidad o habilidades.

-Estos cambios nos obligan a cambiar con ellos y a volvernos más pacientes; no hay opción.

El cuidado o supervisión de un adulto mayor puede llegar a ser muy duro, es por ello que se recomienda organizar turnos para cuidarlos y acompañarlos. Existe una situación denominada sobrecarga del cuidador y, generalmente, es física y emocional si solo una persona es la responsable del cuidado las 24 horas. Por eso se recomiendan rotaciones de 8 a 12 horas para que el cuidador pueda disponer de tiempo para su cuidado personal, disfrute de tiempo libre y descanse.

-¿Es correcto permitir que personas de muy avanzada edad colaboren en la casa, aunque ya no puedan hacer las cosas con la precisión de antes?

Es correcto dejar que nuestros mayores disfruten de su autonomía, mientras ello no implique un peligro para su salud, en cuanto presenciamos los primeros déficits en sus capacidades, lo principal es la intervención lo antes posible para prevenir riesgos desde accidentes caseros hasta otro tipo de situaciones que puedan afectar negativamente su integridad, haciéndolo siempre de forma respetuosa, sin que el adulto mayor se sienta desvalido.

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-Es decir, acompañarlos con respeto en ese deterioro

Si una persona va iniciando y progresando en un deterioro de sus funciones mentales y/o físicas, ciertas características de la personalidad pueden verse acentuadas, muchas veces como parte de la dificultad de asumir el paso del tiempo y la necesidad de ayuda. Hay que acompañarlos sin hacerlos sentir inútiles, porque eso puede ir en contra de su salud emocional y ser contraproducente.

-Muchos se acostumbran a tratarlos como niños, tanto familia como extraños.

Se desaconseja tratar a un adulto como una persona discapacitada mientras conserve algo de autonomía, debemos alentar esto y ayudar a que se sientan útiles y parte funcional de la familia. Tampoco es recomendable tratarlos como niños, es decir, infantilizarlos, eso puede generar una respuesta indeseada y puede ser tomada como ofensiva.

-¿Qué debemos considerar respecto a los asilos? En nuestra cultura, llevar al anciano a uno todavía se interpreta como desamor, olvido o abandono…

En muchas ocasiones el agotamiento físico, mental y emocional que produce el hacerse cargo del cuidado del adulto mayor, puede llevar a los familiares, a veces a los mismos mayores, a preferir mudarse a vivir a una casa u hogar destinado a la tercera edad, donde reciben los cuidados, la contención, pueden realizar actividades acordes a sus capacidades y relacionarse con personas de su misma edad; esto puede ser beneficioso para ellos y también para familiares que muchas veces no saben cómo lidiar con los mayores en sus domicilios.

-¿Cómo renueva energía la persona cuidadora?

Rotando con otras personas, ya sean familiares o contratadas, tener mucha paciencia, empatía y, sobre todo, pensar que todos alguna vez llegaremos a una situación similar y que una persona merece ser tratada con respeto y dignidad hasta el final de su vida.

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