¡Perros que saludan a lo grande! Cómo evitar que salten sobre tus invitados

Perro efusivo.Shutterstock

En vacaciones y fechas festivas con frecuencia recibimos invitados en casa, pero a veces con el temor de que nuestro perro salte y manche la ropa de la visita. ¿Cómo podemos evitar que lo haga?

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En la puerta del parque, la escena se repite: un perro ve a una persona conocida, acelera el paso y termina con las patas delanteras sobre el pecho del visitante desprevenido. Muchos tutores lo interpretan como “un saludo cariñoso”, pero no todo el mundo lo vive igual: ropa manchada, niños asustados, personas mayores desequilibradas. Lo que parece una muestra de afecto puede convertirse en un problema de convivencia.

Perro efusivo.

Enseñar a un perro a no saltar sobre la gente no tiene por qué implicar castigos ni gritos. Al contrario, adiestradores y etólogos coinciden en que el método más eficaz combina prevención, refuerzo positivo y constancia.

Y para la mayoría de los casos de perros simplemente efusivos —no agresivos— tres estrategias básicas suelen ser suficientes.

Un comportamiento normal… pero poco práctico

Saltar para saludar no es, en esencia, un “mal comportamiento”. Para los perros, ponerse sobre las patas traseras puede ser una forma de acercarse al rostro humano, llamar la atención o descargar excitación.

Perro efusivo.

“Desde la perspectiva del perro, subirse encima puede ser una manera de acortar distancias y de obtener contacto físico inmediato”, explica la veterinaria especialista en comportamiento Laura Méndez. “No lo hacen para desobedecer; lo hacen porque funciona: así consiguen miradas, manos, voces, algo”.

El problema es precisamente ese: funciona. Cada vez que el perro salta y obtiene atención —aunque sea un “¡no!” o un empujón— está aprendiendo que esa conducta es efectiva.

La clave está en cambiar la ecuación: hacer que saltar deje de ser rentable y que mantener las cuatro patas en el suelo sea lo que abra la puerta a todo lo que le entusiasma.

1. Ignorar el salto y premiar las cuatro patas en el suelo

La primera herramienta es tan sencilla como contraintuitiva: dejar de reforzar sin querer el salto.

Perro efusivo.

Los especialistas recomiendan adoptar una pauta clara: cuando el perro se acerca y salta, la persona se mantiene firme, gira ligeramente el cuerpo si hace falta y evita el contacto visual y las manos sobre el animal. En cuanto las patas del perro vuelven al suelo, entonces sí, llegan los saludos, las caricias y la atención.

“Es un mensaje muy simple para el perro: si saltás, no pasa nada divertido; si te quedás abajo, de repente todo mejora”, resume Méndez.

Para que funcione, sin embargo, hace falta consistencia. Si cinco personas siguen la norma y una persona se ríe, lo abraza y le habla con entusiasmo mientras el perro salta, el mensaje se emborrona.

El animal aprende que insistiendo, a veces, aún consigue lo que quiere.

Los adiestradores aconsejan:

  • Anticipar el momento crítico. Al llegar a casa, al abrir la puerta a visitas o al encontrarse con alguien en la calle, el tutor puede sujetar la correa corta pero sin tensión y estar preparado para ignorar el primer impulso de salto.
  • Exagerar el premio por la calma. Cuando el perro mantenga las cuatro patas en el suelo, aunque sea durante unos segundos, conviene marcar ese instante con voz amable, caricias y, al principio, incluso con pequeños premios de comida.

Con el tiempo, el perro asocia el saludo educado con una lluvia de cosas buenas, y el salto con… nada.

2. Enseñar un saludo alternativo: “sentado” como carta de presentación

No basta con decirle al perro lo que no queremos; necesita saber qué sí debe hacer. Muchos profesionales apuestan por enseñar un comportamiento alternativo y compatible con el saludo humano: sentarse.

“Un perro que se sienta automáticamente cuando alguien se le acerca tiene menos opciones físicas de saltar y, además, está en un estado emocional algo más controlado”, explica el educador canino Rubén Castaño.

El proceso habitual es progresivo:

Primero se refuerza el “sentado” en un entorno tranquilo, sin distracciones, hasta que el perro responda con rapidez. Luego se empieza a pedir ese “sentado” antes de abrir la puerta de casa, antes de saludar en la calle o cuando se percibe que el animal se activa al ver a alguien conocido.

Al principio, puede ser necesario guiar al perro: pedirle que se siente antes de que llegue la persona, mantenerlo sentado unos segundos y permitir el saludo solo si se mantiene en esa posición. Con práctica, muchos perros aprenden que la secuencia “persona → me siento → me acarician” es predecible y rentable.

En visitas a casa, esta estrategia puede coordinarse con amigos y familiares. Antes de que entren, se les explica brevemente: “Si el perro está sentado, lo saludás; si salta, te quedas quieto y no le hacés caso hasta que vuelva a sentarse”. La coherencia entre todos los humanos acelera el aprendizaje.

3. Gestionar la emoción antes de que estalle

En perros muy efusivos, el salto no es solo una forma de conseguir atención; es también una válvula de escape para la excitación acumulada. En esos casos, no basta con trabajar el momento del saludo: hay que intervenir antes.

La gestión de la emoción empieza por ajustar las rutinas. Un perro que pasa muchas horas solo, con poca estimulación mental y física, tiende a explotar en cuanto algo interesante sucede.

Paseos más largos, juegos de olfato o sesiones breves de entrenamiento pueden ayudar a que llegue más equilibrado a los momentos de encuentro con personas.

Otra parte pasa por introducir pequeñas pausas de calma en el día a día. Enseñar a ir al “sitio” (una cama o manta) a una señal, practicar ejercicios de respiración conjunta —el tutor respira hondo y lento mientras acaricia de forma pausada— o premiar los ratos de descanso voluntario, refuerza un estado menos explosivo.

En el contexto concreto del saludo, gestionar la emoción significa:

  • Reducir el impacto de la llegada. Para los perros que “enloquecen” cuando alguien entra por la puerta, algunos educadores recomiendan restarle dramatismo al momento: entrar despacio, no hablarle de inmediato, dejar el abrigo o las bolsas, y solo entonces llamar al perro y premiar la calma.
  • Utilizar la distancia. En la calle, si el perro se activa demasiado al ver a alguien conocido, alejarse unos pasos, pedir un ejercicio sencillo (sentado, contacto visual) y acercarse poco a poco permite que se enfríe antes del saludo directo.

“También es importante que los propios tutores gestionen su emoción”, añade Méndez. “Si entramos en casa gritando el nombre del perro, moviéndonos rápido, con tono agudo, es lógico que el animal se ponga al mismo nivel. Somos parte del ambiente que lo excita”.

El papel de la educación temprana… y los casos que requieren ayuda profesional

La etapa de cachorro es un momento especialmente sensible para instaurar saludos educados. Muchos comportamientos que resultan graciosos cuando el perro pesa cuatro kilos —subirse al regazo de un salto, recibir a las visitas abalanzándose— dejan de serlo cuando se trata de un adolescente de 25 kilos.

Los especialistas insisten en que no se trata de reprimir la alegría del animal, sino de canalizarla. Aprender a saludar de forma más controlada no hace que el perro sea menos feliz al ver a alguien, simplemente le da herramientas para expresarlo de manera compatible con la vida humana.

No obstante, hay situaciones en las que el salto viene acompañado de otros problemas: ansiedad intensa, frustración, gruñidos si se le impide acercarse o incluso mordiscos. En esos casos, los expertos recomiendan consultar con un profesional cualificado, preferentemente un educador o etólogo que trabaje con métodos en positivo.

La línea entre un perro efusivo y uno que expresa malestar puede ser sutil. Un buen diagnóstico evita malinterpretar señales y aplicar estrategias que, lejos de ayudar, empeoren el cuadro.

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