Facebook resistió más, pero no mucho más. Ese mismo pequeño número de violentos amenazó con escrachar a los directivos de empresas anunciantes que, cobardemente, aceptaron la extorsión y se convirtieron en cómplices de la censura, como los grandes empresarios alemanes se convirtieron en cómplices de Hitler.
Alguna gente ha estado de acuerdo con ese totalitarismo represor. Increíblemente, referentes de grupos tradicionalmente víctimas de la discriminación, la invisibilización y de la censura misma se mostraron complacientes con ese avance oscurantista.
Algunos voceros de las minorías raciales, religiosas, sexuales, alegaron que, como la excusa de esta censura es supuestamente evitar la difusión de cualquier idea por la que ellos pudieran sentirse agraviados, la represión era bienvenida: “Tus aliados son los enemigos de mi existencia”. Oportunismo miope en estado puro.
“La democracia no sirve”, repiten, “no garantiza nada y mandan los de siempre”.
Es la vieja narrativa que Benito Mussolini popularizó desde 1914; consiste en instalar la idea de que la democracia es una mera forma de dictadura y que hay dictaduras moralmente superiores y técnicamente más eficaces.
“108 Cuchillo de Palo”, por ejemplo, de Renate Costa, desmiente la narrativa de los actuales repetidores de Mussolini. O “La Noche de los Lápices”, “Historia Oficial”, “The Lives of Others”, “The Killing Fields” o “State of Siege”. No, la democracia no es igual a la dictadura. La dictadura impone miedo a decir lo que uno piensa, a mostrar lo que uno es y a hacer lo que uno quiere. Miedo ahora instalado en Twitter y Facebook y no solo allí.
El asfixiante periodo de Horacio Cartes, con el garrote de sus abyectos empleados en sus medios, en las empresas donde tiene acciones, o en la Fiscalía, son una reedición de ese amargo clima dictatorial y una recordación de que los autoritarios nunca descansan.
Asfixia tan bien reflejada en “La Fiesta del Chivo”, en “El Señor Presidente”, en “Yo el Supremo”, en “El Otoño del Patriarca”, “El Recurso del Método”, o en la pesadilla totalitaria descripta por George Orwell en “1984”.
Y aunque en democracia no siempre elegimos a los mejores, al menos podemos decirles sin temor que son una porquería. Es de lo que el miércoles pasado se dieron cuenta Noam Chomsky y numerosos intelectuales de izquierda que publicaron en “Harper’s” su reveladora y didáctica denuncia “Carta sobre la Justicia y el Debate Libre”.
Los voceros de las minorías raciales, religiosas, sexuales que por oportunismo miope apoyan la censura y la represión de los que no piensan como ellos no deberían creer que ellos mismos se salvarán por haber apoyado a los totalitarios. Como siempre que triunfan los fascistas, las minorías serán las primeras víctimas. Eso es un hecho muy común en la Historia.
En Twitter, Facebook y no solo allí, quieren “moderar”, como el recientemente fallecido Ramón Aquino lo hacía con la Universidad Católica: para someternos a todos a lo que gente como Ramón Aquino considera políticamente correcto.