A la distancia y a la vista de lo ocurrido, una evaluación del impacto de las sanciones norteamericanas a Horacio Cartes y su grupo empresarial muestra que, a nivel económico, fueron devastadoras, pero a nivel político partidario no impidió su entronización como presidente de la ANR, aunque en esa elección pesó mucho el desgaste en el cargo del presidente Mario Abdo Benítez.
Eso no significa que Cartes haya salido indemne a nivel político y es cuestión de tiempo para que se vean las consecuencias en el “liderazgo” del expresidente, cimentado básicamente en su gran poder económico.
En el Partido Colorado, muchos dirigentes ya hablan de Cartes en pasado, dando por hecho que no será el mismo sin el escudo de sus empresas y con la chapa de “significativamente corrupto” que le estampó el Departamento de Estado de USA, del cual no se librará más y que sigue siendo una etapa previa a un pedido de extradición.
El expresidente Nicanor Duarte Frutos, devenido poderoso director de Yacyretá, dijo días atrás: “sería una torpeza que (Cartes) renuncie al partido AHORA”. Léase: no conviene, en este momento electoral, dar una señal de crisis partidaria. Mejor dejar eso para después de las elecciones.
El escenario que imaginan los principales líderes colorados es el de un triunfo electoral, a como venga, de Santiago Peña, quien necesariamente deberá pactar después espacios de poder con los diferentes equipos políticos del oficialismo para tener gobernabilidad.
En definitiva, si gana Peña será más de lo mismo que venimos viendo estos años: una convivencia “pacífica” entre caciques regionales, líderes locales, corporaciones de funcionarios públicos, con algunos que otros corruptos, lavadores de dinero y narcotraficantes que consigan eludir la mano de la justicia nacional y, sobre todo, internacional.
Si el Partido Colorado pierde, caerá la crisis para ellos, pero también la oportunidad de una real renovación de sus cuadros dirigenciales.
Estados Unidos aparece actualmente como un actor político interno más que seguirá pesando en cualquiera de los escenarios, de la mano de Mario Abdo Benítez, que funge abiertamente de hombre de confianza y brazo ejecutor de la política norteamericana para nuestro país.
Las posibilidades del candidato opositor Efraín Alegre están atadas a que en el día “D” la mayoría de los electores que tiene reparos para respaldarlo lo haga igual, por considerar que peor sería que gane el candidato cartista, como una suerte de “ivaí la jarekóva”, pero en el campo de la oposición.
Alegre apuntará a conseguir que la menor cantidad de votos posibles vaya a la dupla Euclides Acevedo-Jorge Querey y, sobre todo, a Paraguayo Cubas, quien con su discurso antisistema y de “mano dura” atrae al electorado harto de los políticos tradicionales.
Si gana Alegre, deberá tener acuerdos mínimos, incluso con los colorados, para poder gobernar, lo cual pondrá a prueba sus dotes de negociador.
Si es derrotado, el espacio de la oposición se reconfigurará y deberán plantearse pactos y estrategias políticas para enfrentar el complicado escenario que se vendrá.