Por Efraín

El domingo que viene estaremos eligiendo presidente y vicepresidente de la República, integrantes de las dos cámaras del Congreso Nacional, gobernadores e integrantes de las Juntas Departamentales. Las elecciones generales son ese momento en el que nosotros, el pueblo, los comunes, ejercemos eso que nuestra Constitución denomina “soberanía”, el poder supremo.

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Trato de decidir siempre mi voto después de valorar algunas cuestiones sobre los candidatos, los partidos y agrupaciones políticas y las circunstancias. No siempre llego a buen puerto: Voté a Horacio Cartes en 2013, por ejemplo, porque cometí el error de otorgar peso, en la valoración mencionada, a las promesas retóricas, a la declaración de intenciones.

Aprendí del craso error que las promesas retóricas y las declaraciones de intenciones no sirven de mucho y que, en esta competencia, deben tener mayor puntaje las pruebas de carácter, la consistencia de los equipos, los vínculos, porque en las elecciones generales nosotros, el pueblo, entregamos un mandato abierto, otorgamos la “confianza” en que durante las cambiantes circunstancias de cinco años los beneficiarios por nuestro voto actuarán de modo correcto.

Por eso, entre paréntesis, en las numerosas entrevistas que realicé durante esta campaña electoral, traté de que no me hagan perder el tiempo con esa cuasiestafa que son los “programas”, las promesas, las intenciones, y traté de enfocar a los candidatos en la clase de persona que son, en los vínculos reales que tienen, en quiénes trabajan con ellos.

Tras revisar eso, decidí votar por Efraín Alegre el domingo 30 de abril.

No es porque los programas prometidos por la Concertación me convenzan, que no lo hacen; tampoco porque Efraín sea fotogénico o simpático, cosa sobre las que hay dudas; ni porque haya hecho tal o cual juramento.

Me convence el carácter de un tipo capaz de soportar siete años de persecusión sin doblegarse, sin perder el foco; me persuade su capacidad de construir equipo sin dejarse seducir por los celos de quienes quieren integrarlo; me mueve su perseverancia.

No estoy diciendo que Efraín sea perfecto, que no lo es. Estoy diciendo que a mi juicio es quien reune mejor las condiciones que estimo requeridas por el ejercicio de la presidencia de la República.

En cuanto a las circunstancias, creo que Efraín es una persona autónoma, que enfrenta a rivales sin autonomía en un momento en que nuestro bienestar exige independencia frente a los poderes fácticos y al crimen organizado.

Y digo que cuando Efraín se equivoca, y cuando se equivoque, se equivoca él y no ningún titiritero tras bambalinas que hace pagar a otros los errores que comete para seguir impune. Y que esa responsabilidad personal es fundamental para que nosotros, el pueblo, tengamos realmente el control.

evp@abc.com.py

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