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La soberanía, como joya incrustada en la corona de una nación, representa el derecho inalienable de un pueblo a gobernarse a sí mismo, a ser dueño de su destino y a trazar su propio rumbo en el devenir de su historia. Esta llama arde en los corazones de los paraguayos, recordándonos que somos los artífices de nuestro propio destino, capaces de forjar un futuro de grandeza y bienestar.
Pero debemos recordar que la soberanía, por sí sola, no es suficiente. Es la democracia, ese sistema político que defiende la soberanía del pueblo y el derecho de este a elegir y controlar a sus gobernantes, la que se debe construir como un duro cimiento sobre el cual sostener la estructura del gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.
La democracia no solo debe ser entendida como un sistema político, sino que debe ser como un espíritu vivo que lata en cada ciudadano, que lo mueva a participar y a exigir de manera activa, a debatir para construir, a respetar las diferencias, a escuchar y a ser tolerante a las diversas voces para dar forma a una sociedad justa y equitativa.
Este aniversario de la Independencia paraguaya coincide con un proceso electoral reciente y nos invita a pensar en el futuro. El poder del voto ha sido ejercido por los paraguayos, marcando el camino para los años venideros. En cada urna también se depositó la confianza en que las instituciones cumplirán con la responsabilidad de garantizar la transparencia y la justeza del proceso. La democracia no podrá ser fortalecida ni prosperará si hay desconfianza en las instituciones. Es por ello que cualquier tipo de duda debe ser despejada.
En este aniversario es imperativo reflexionar sobre la importancia de preservar y fortalecer estos valores, los de la transparencia, los de la justicia. Paraguay, esta tierra de historias y leyendas, de mitos, de pasión y de colores, ha atravesado épocas de desafíos y adversidades, pero también ha conocido momentos de gloria y esperanza. En el proceso histórico, cada ciudadano debe asumir su responsabilidad como guardián de la soberanía, como defensor de la democracia y como actor principal comprometido como parte de la sociedad.
Que este aniversario 212 de la Independencia de Paraguay sea un recordatorio de la grandeza que puede alcanzar Paraguay cuando su gente se une, cuando se alza con determinación para defender sus ideales y cuando trabaja incansablemente por el bienestar común. Y que también nos inspire y empuje a nosotros y a las futuras generaciones a escribir nuevas páginas de gloria, superando las divisiones y adversidades para un país donde reinan unión e igualdad.