Con el reciente inicio del periodo parlamentario en el Congreso Nacional, emerge una oportunidad crucial para reflexionar sobre el rumbo de nuestra política. Este periodo representa más que un mero procedimiento legislativo; es un espejo que refleja la transformación de nuestra sociedad y la esencia de la gobernanza.
Santiago Peña visitó esta semana el Hospital Nacional de Itauguá. Al salir, se mostró sorprendido por la difícil realidad que se vive en ese lugar ¡Bienvenido al mundo real, Presidente! Se pudo enterar del penoso pasar diario de tantos ciudadanos que sufren una de las más duras penurias, la situación del sistema de salud pública.
La destitución de la senadora Kattya González no es solo una cuestión de política interna, sino que va más allá impactando directamente en la imagen de Paraguay. Esta jugada política causó una preocupante desviación de los principios democráticos y legales que deben regir en cualquier país que se precie de ser justo y equitativo.
Los bochornosos casos que nos “regalan” los políticos y sus párvulos colocados en la administración pública, nos remontan a pensar en el estilo vivido en la Edad Media, cuando prevalecía la Aristocracia con una casta privilegiada que manejaba el poder ocupando espacios en los más altos estratos políticos, derrochando pompa con una avidez insaciable de ostentación, fama y riquezas, obviamente, ignorando las necesidades de la gente.
Lo político y lo técnico parecen destinados a ser como aguas turbulentas en el mar de navegación de los nombramientos. Santiago Peña asume la presidencia, tomando el timón de una nave que ya recorre sus primeras aguas turbulentas, pero con una lección asumida.